Hace pocas décadas, el deslizamiento de una montaña en territorio peruano atrajo la atención de cientos de geólogos de todo el mundo.
Los que llegaban decían que la posibilidad de observar un movimiento geológico en vivo y en directo era un privilegio imposible de despreciar.
Lo normal para un geólogo es observar las capas geológicas, ya acomodadas, después de que fueron movidas y removidas por remotos cataclismos.
Esta vez, los geólogos podían ver cómo se movían las capas, cómo actuaba la geología, por lo menos en un punto exacto de la geografía peruana.
Algo parecido deben sentir ahora los estudiosos de la economía, cuando observan lo que está ocurriendo en el debate sobre la economía boliviana.
Como las capas geológicas activas, los sectores sociales y económicos de Bolivia toman actitudes que seguramente hacen que los economistas recuerden a algún teórico, a alguna escuela.
Ver cómo un esfuerzo de llegar al control estatista de la producción y el comercio, de parte del gobierno, es combatido en las calles por comerciantes minoristas, equivale a repasar, expuestos en las calles, complicados debates de los grandes gurús de la economía.
Rebuscadas ideologías, planteadas por enrevesados profetas, son traducidas, puestas en limpio, en fácil, por los operadores de la economía boliviana.
Esto no es teoría económica, es práctica económica. Es la economía y sus opciones en movimiento. No es una instantánea paralizada, es una secuencia dinámica.
En Cuba debieron esperar 50 años para comprobar que los almacenes estatales son un fracaso: El escaparate de una revolución frustrada. En la URSS la espera fue más larga: Duró 70 años.
En Bolivia, en cambio, todas las contradicciones y los conflictos del choque de dos escuelas económicas de dos ideologías, se da en pocas semanas.
Las informaciones sobre lo que ocurre en Cuba en estos mismos días, y también en Venezuela, ayudan mucho porque son referentes valiosos.
También contribuyeron los errores de uno de los bandos en conflicto. El intento de crear una empresa que debía desplazar a los privados, por lo menos a los grandes, del sector de la producción de alimentos, fue debilitado cuando se le dio la tarea de hacer también de distribuidora de alimentos.
Ahí fue que un error táctico provocó que los privados se unan y se defiendan. Los grandes y medianos productores recibieron entonces el apoyo de un poderoso y numeroso ejército de pequeños comerciantes.
Que multitudes de comerciantes marchen por las calles de varias ciudades pidiendo el cierre de una empresa estatal es algo que ya quisieran hacer los cubanos o venezolanos, o hubieran querido hacer en su momento los soviéticos.
Pues eso se está dando ahora en Bolivia, en las calles de Bolivia. Es un espectáculo apasionante para un observador que tiene predilección por los hechos económicos.
Este desafío, esta confrontación, está cerca del desenlace. De un lado está un gobierno que propone el socialismo y del otro están los comerciantes privados, los informales del país, a cargo de 70% de las actividades económicas. Dos tercios.
Ya se sabe quién ganará esta batalla. Hay un derrumbe en la perspectiva. Hay un leñador que ha dejado de golpear y que ahora sólo observa cómo el gigante se viene abajo.
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