Viernes 11 de febrero de 2011

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No tan como venga el término, pero algo aproximado a la realidad en cuanto a la vigencia de contratos y la intención de hacer de la minería el verdadero polo del desarrollo nacional, nos lleva a pensar en “sociedades” de diferente alcance que coaliguen capitales externos, internos y entre estos últimos… estatales. Por lo menos esa es la idea.
No hay que olvidar una expresión política del Mandatario al referirse justamente a los futuros convenios comerciales para la minería y seguramente para otras actividades cuando dijo “queremos socios y no patrones”. Es interesante la intención, pero la misma debe hacerse realidad en base a normas jurídicas muy claras que proporcionen certidumbre y estén acompañadas de regulaciones que garanticen la posibilidad de “asociarse libremente con fines de inversión para explotación de recursos naturales” podrán ser mineros o petroleros, lo importante es que se fusionarán capitales con fines lícitos para obtener utilidades, ese es el negocio rentable, admisible y posible.
La actividad minera, desde el tiempo de la colonia, configuró un país minero por excelencia, dependiente de la actividad extractiva en mayor o menor proporción pero sin posibilidades de desligarse o limitar su potencialidad, pese a ciertos intentos, inclusive bajo el rótulo de “medioambientalistas” que han propugnado la postergación y hasta la eliminación de la actividad minera, sin considerar que su efecto económico es vital para la economía nacional, importante para las regiones é ineludible para los municipios.
Fuente: LA PATRIA