Loading...
Invitado


Domingo 06 de febrero de 2011

Portada Principal
Cultural El Duende

La atracción de lo insondable

06 feb 2011

Fuente: LA PATRIA

Desde que hablamos, cantamos sin saberlo. El habla se apoya en inflexiones de alturas y ritmos que nos dan personalidad vocal. Nuestra manera de hablar es melódica, porque decimos algo en tono agudo y grave, alternadamente, con más o menos fuerza (intensidad) y con mayor o menor velocidad (ritmo). Es posible fingir otra manera de hablar, y los actores deben ser diestros en ese arte, lo mismo que los cantantes, pero fingir todo el tiempo parece imposible, como es imposible escribir y gesticular durante horas fingiendo lo que no se es.

Es complicado alterar la base melódica de la manera de hablar. Nuestros tonos y melodías naturales provienen casi siempre del ambiente familiar, y una vez que se afirman sólo los altera la edad, la enfermedad física, psíquica o un grave accidente. Desde antes de nacer, el ser en gestación absorbe sonidos (tonos, ritmos) y con ellos almacena elementos para su habla futura. Así, la evolución del individuo es una síntesis de la evolución de la especie. Las melodías de los hombres primitivos guardan semejanza con las de los niños ya que presentan repeticiones de motivos breves que dejan paso a otros para regresar y alternarse. Cada uno puede inventar melodías con ese sistema y, si no le importa cuál es su belleza, sentir un genuino placer musical que nada tiene que ver con la cultura ni el talento.

La melodía es la superficie de la música porque es lo que se capta de ella en forma inmediata junto con su ritmo, pero no de manera superficial sino como algo hundido en nosotros desde antes del nacimiento. La melodía, como elemento constitutivo de la música, es algo muy simple pero al mismo tiempo tiene hondura insondable. Hay melodías que llegan al alma de quienes están predispuestos a recibirlas. La raza, la educación, el idioma, el ambiente social son decisivos y es difícil alterar ese terreno. Por eso no todos estamos de acuerdo en el encanto de una melodía. Es algo intransferible. De todos modos, hay cualidades melódicas que provocan atracción. Una es la riqueza y variedad de los motivos, siempre que no lleguen al exceso, otra la repetición que nos tranquiliza sin fatigarnos, como sucede con algunas sonatas italianas antiguas con ritmo de mecedora (canción de cuna, siciliana).

Según el filósofo inglés John Stuarta Mill puede llegar un momento en que ya no se inventen melodías nuevas, pero se ha calculado que si una melodía contiene sólo diez notas distintas, ellas pueden dar origen a ciento cincuenta millones de melodías diferentes. Ocurre más o menos como en la leyenda del inventor del ajedrez: cuando el rey quiso premiarlo ofreciéndole lo que quisiera, el calculista pidió granos de arroz (o trigo), uno en la primera casilla, dos en la segunda, cuatro en la tercera y así hasta duplicar las 64 del tablero. Parecía un pedido moderado, pero no había posibilidad de juntar tantos granos…

Napoleón Cabrera en El Músico 985.

Revista Noticias- Argentina.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: