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Domingo 06 de febrero de 2011

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Cultural El Duende

Romain Rolland: Retrato

06 feb 2011

Fuente: LA PATRIA

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Dos cuartitos, cáscaras de nuez en el corazón de París, debajo de un tejado. La escalera de madera se enrosca hasta el quinto piso. Debajo truena quedamente, como una tempestad lejana, el boulevard. Pero de las ventanas pasa la mirada sobre las bajas casas vecinas hasta el viejo jardín de un monasterio, y en la primavera llega un suave aroma de flores hasta la ventana abierta. No hay vecinos ahí arriba, ni otra servidumbre que la vieja concierge que protege al solitario contra los visitantes.

El cuarto atestado de libros. Suben a lo largo de las paredes, cubren el suelo, invaden, cual flores multicolores, el alféizar, las sillas y la mesa. Aquí y allá, perdidos unos papeles; en la pared unos grabados, fotografías de amigos y un busto de Beethoven. Cerca de la ventana una sencilla mesa con pluma y papel, dos sillas y una pequeña estufa. Nada hay en la estrecha celda que tenga valor, nada que invite al descanso o a la sociabilidad indolente. Una bohardilla de estudiante, una pequeña cárcel de trabajo.

Frente a los libros, él mismo, el indulgente monje de esta celda, siempre vestido de colores oscuros, a la manera de los sacerdotes, delgado, alto, fino, con la cara un poco pálida apergaminada, como la de un hombre que pasa pocos momentos al aire libre. Arrugas finas debajo de las sienes, revelan al creador que trabaja mucho y duerme poco. Todo su ser es delicado, el perfil puro, cuya línea serena no reproduce fotografía alguna con claridad, las manos enjutas, el cabello ligeramente plateado sobre una frente alta, y la barba que cae como una sombra clara sobre sus labios delgados. Y todo es apagado en él, la voz que sólo vacilante se hace sentir en la conversación, el caminar ligeramente encorvado que traza casi invisiblemente la línea inclinada del trabajador sedentario. No es posible imaginarse cosa más silenciosa que su herencia. Y se estaría tentado de considerar esa suavidad de su ser como debilidad o gran cansancio, si no fuesen esos ojos claros, esa mirada penetrante que, a ratos, se ahonda suavemente en bondad y sentimiento. Su azul tiene algo de la profundidad del agua que debe su color únicamente a su pureza. Todo el rostro fino queda avivado por la mirada, lo mismo que el angosto y débil cuerpo queda animado por el fuego misterioso del trabajo.

Ese trabajo, la labor infinita de aquel hombre encarcelado en su cuerpo. Encarcelado en el estrecho ámbito de todos esos años, ¡quién pudiera medirlo! Los libros que escribió, no constituyen sino su menor parte, la curiosidad candente de ese solitario abarca todo, la cultura de todos los idiomas, la historia, la filosofía, la literatura y la música de todas naciones. Está en contacto con todos los esfuerzos, posee anotaciones, cartas y referencias respecto a todo, conversa consigo y con otros, en tanto que la pluma sigue su trazado. Con su letra fina y derecha que, sin embargo, parece echar atrás con fuerza los caracteres, fijas las ideas que se le presentan, tanto las propias como las ajenas. Melodías del tiempo ido y del presente que anota en pequeños cuadernos, extractos de revistas, proyectos, y todo su tesoro espiritual, anotado por su propia mano, constituyen un valor incalculable. Arde constantemente la llama de su trabajo. Raras veces se concede más de cinco horas de sueño, raramente un paseo al cercano Luxemburgo. Pocas veces sube un amigo las cinco vueltas de la escalera para una conversación taciturna, y aún sus viajes están dedicados, generalmente a la explotación e investigación. Su descanso consiste en el cambio de un trabajo por otro, su soledad es una unión activa con el mundo y sus horas libres son únicamente aquellas pequeñas fiestas en medio de la larga jornada, cuando al atardecer conversa con los grandes espíritus de la música atrayendo a ese pequeño recinto, que es un mundo del espíritu creador; melodías de otros mundos.

Stefan Zweig. Escritor austriaco, 1881-1942.

El texto pertenece a “Romain Rolland.

El hombre y su obra”.

Fuente: LA PATRIA
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