Loading...
Invitado


Domingo 06 de febrero de 2011

Portada Principal
Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Vargas Llosa

06 feb 2011

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Segunda y última parte

Pero, al margen de la tipología anterior, la figura de Vargas Llosa puede generar también otro tipo de polarizaciones: las que se derivan de su ‘peruanidad’. Ésta fue puesta en la picota cuando, después de haber perdido las elecciones presidenciales peruanas de 1990, hizo uso de la posibilidad de acogerse, en España, a la doble nacionalidad. En Perú abundaron quienes lo acusaron de oportunista, renegado y aun traidor; aunque, en realidad, son millones los peruanos regados por el mundo que han cambiado de pasaporte, no suele ser gente conocida, famosa, simbólica, representativa, emblemática...; a éstos los ‘puros’ niegan el derecho de que goza el resto de compatriotas. En realidad, el ataque a la ‘españolización’ de Vargas no era más que un ajuste vicario de cuentas: se explayaban contra él a cuenta de la envidia al escritor boyante o del político ‘neoliberal’ execrado. Y si era así, no hace falta decir que a los simpatizantes de Vargas o les resultaba indiferente su cambio de camisa ciudadana o la justificaban (algunos, hasta el punto de solidarizarse con quien hizo lo que ellos nunca pudieron hacer).

Ahora, con el premio Nobel, tirios y troyanos se han tenido que preguntar qué hacían de sus antiguas trincheras. Empezando por quedar a la espera de ver qué actitud tomaría el propio interesado. En el plano de las ideas, el discurso de Estocolmo contiene varias tomas de posición (directas unas, sesgadas otras); pero la opción simbólica más inequívoca tuvo lugar en el homenaje y condecoración con que a los pocos días lo esperaba el presidente peruano (15 de diciembre). Era la visualización de la ‘apuesta’ hecha por el gobierno del Perú por sacar réditos políticos del premio; algunos lo habrán etiquetado como el camino de Canossa o el retorno del hijo pródigo a la casa paterna. Desde el sistema de ideas del propio Vargas ni hay ni puede haber nada de esto: simplemente porque él nunca había negado la peruanidad ni de su obra literaria ni de sus orígenes vitales.

Ahora bien, puede tener algún interés comprobar que, para ello, Vargas ha tenido que sacar punta a algunas convicciones que desde antiguo han venido formando parte, cada vez de una forma más apasionada y doctrinaria, de su ‘filosofía de la historia’. La que en Estocolmo ha encendido mayores pasiones es su Inquisición privada contra los nacionalismos (que por lo demás nunca se ha preocupado de definir). Y al respecto, desde Cataluña, ha tenido que oírse cosas bastantes feas. Es decir, cabalmente de un país y de una nación cuya vida compartió por años mediante los catalanes que lo acogieron en el tramo final del franquismo. Y ahora parece haberlo olvidado; o acaso su ‘nacionalismo’ carpetovetónico le ha incapacitado la mínima dosis, entonces de sensibilidad y, ahora, de agradecimiento. Porque lo que en Estocolmo ha sido capaz de destacar, de alabar y no sé si de agradecer de su estadía en Barcelona (ni una vez ha salido de su boca el término ‘Cataluña’: ¿acto fallido?) ha sido su cosmopolitismo, con su tolerancia; pero sobre todo, su ‘modernidad’ (que chocaba contra el coetáneo arcaísmo casticista madrileño). Que en la lucha catalana haya sido incapaz de ver otra cosa que un punto de contacto con su quijotesca cruzada por la libertad, sólo porque en el caso catalán adquiere una formulación nacionalista de recuperación de la independencia estatal, vendría a demostrar su poco aparente cola de paja: la de quien, satanizando los nacionalismos nacionales, pretende ocultar estar al servicio de los nacionalismos estatales (y muy en concreto, del nacionalismo españolista), aparentemente los únicos que no necesitan legitimarse, cuando suelen ser los que tienen más cuentas pendientes.

Y a propósito de la bienhadada ‘modernidad’ bien vale la pena hacer parada. Vargas pone diáfanamente de manifiesto el carácter ideológico con que maneja tal etiqueta cuando la transforma en santo y seña del único sentido que ha encontrado en la vida y en la historia. Y en esto se hace un triste favor. Impidiéndole su dogmatismo doctrinario una lúcida conciencia de la ambigüedad que –como cualquier otro proyecto humano, anterior o posterior– aquél arrastra consigo, se priva también de aquel escepticismo, imprescindible a cierta edad, so pena de pasar sin recurso por un ‘viejo verde’.

Aunque pensándolo bien, no debería sorprenderme ni la absoluta falta de porosidad ante la causa nacional catalana, ni su alquimia ideológica. Conozco, por lo menos, dos razones. La primera es que mi generación ha tenido tiempo por demás para descubrir el colosal malentendido anti-franquista: mientras los españoles combatían una dictadura para restablecer la democracia, los catalanes nacionalistas luchaban por liberarse del antiguo colonizador español. La segunda es la tradicional sordera hispanoamericana ante los problemas internos que agrietan desde hace siglos lo que queda del ‘imperio’ (sobre este particular puede verse lo que dejé escrito en estas mismas páginas el día 1º de agosto).

Fin

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: