Por las cosas que suceden y se presentan cuando menos se piensa, resulta muy difícil predecir el futuro de los bolivianos, por lo menos así lo reconocen los analistas, los políticos e inclusive los “clarividentes” y los estudiosos de los signos del zodiaco y los cartománticos.
Es que en nuestro país las autoridades del Gobierno se ocupan de remarcar una serie de apreciaciones para dar certidumbre a la colectividad sobre las buenas intenciones que –supuestamente– existen para solucionar problemas de orden económico y arrancar con la agenda productiva, sin embargo en los hechos las cosas van por otras rutas y las medidas sorpresivas llevan a un total desconcierto de la comunidad.
No habrán mini gasolinazos, los precios de productos alimenticios bajarán de precio paulatinamente, no subirán las tarifas del transporte público y se tratará de negociar mejores condiciones de trabajo con los productores nacionales para surtir el mercado con alimentos nacionales, que necesariamente deben cubrir la demanda interna y sólo después salir a los mercados externos, se decidió un “golpe de timón” para acometer con decisión política el tratamiento de la ansiada agenda económica y minimizar la del tratamiento partidista.
Luego de la medida “en retro” del D.S. del “gasolinazo”, la ciudadanía trató de recuperar la calma y la certidumbre necesarias para seguir trabajando y poder cubrir la exigencia alimentaria familiar, con la esperanza de que en el tiempo más corto se estabilicen los precios y retorne la normalidad a la tarea complicada de balancear un salario reducido para llenar a medias una canasta familiar cada vez más disminuida.
Cuando se piensa que todo se encaminará en cierta dirección las cosas se disparan, aumenta oficialmente el precio de un artículo de consumo masivo como es el azúcar, hay que hacer largas filas para comprar unos pocos kilos, mientras que como reacción lógica al incremento de precios, los transportistas hallan el justificativo que esperaban para subir sus tarifas.
Ahora la cosa se pone más complicada y nadie se anima a predecir el futuro. Con la elevación de tarifas del auto transporte la espiral inflacionaria tendrá severas consecuencias y la ola especulativa ahogará la economía de los más pobres y dejará en pésimas condiciones a la gran mayoría ciudadana que depende de salarios fijos y restringidos. Todo subirá de precio y entonces las reacciones populares pueden cobrar víctimas, situación que nadie quiere y por lo mismo espera soluciones prácticas que eviten confrontaciones.
Entre declaraciones oficiales sobre el cuidado de la economía nacional y en defensa de la mayoría de bolivianos, surgen otras medidas que justamente van contra ruta de lo remarcado, lo que despierta otra vez la incertidumbre y la desconfianza en el sistema, es decir que nadie cree en lo que se dice y se hace.
¿Qué sucederá de aquí adelante? Es una gran incógnita que naturalmente no permite a nadie aventurarse en posibles soluciones, puesto que lo que ocurre es un ciclo de súbitos cambios, producto mayormente de improvisaciones para conjurar las reacciones populares.
Lo menos que se espera es una reconducción de la política gubernamental con miras a la solución de los problemas económicos, pero alentando medios de producción y no limitándolos, creando más fuentes de empleo seguro y favoreciendo los rubros de mayor rentabilidad, la minería por ejemplo.
Fuente: LA PATRIA
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