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Domingo 30 de enero de 2011

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Revista Dominical

El hijo no Rescatado

30 ene 2011

Fuente: LA PATRIA

Bernardino Zanella - Rector del Santuario del Socavón

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La Peregrinación del primero de Febrero al Santuario de la Virgen del Socavón, ha entrado profundamente en el corazón de los orureños, como grande manifestación de devoción, en vísperas de la fiesta de la Candelaria.

Es oportuno recordar que esa Peregrinación, y la misma sagrada Imagen de la Virgen Candelaria que se venera en el Santuario del Socavón, tienen su inspiración original en el evangelio de San Lucas (2, 22-35). Ese evangelio nos habla de la Virgen María y de José, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús: “Cuando llegó el tiempo de que se purificasen conforme a la Ley de Moisés, llevaron al Niño a la ciudad de Jerusalén para presentarlo al Señor (tal como está prescrito en la Ley del Señor: ‘Todo primogénito varón será consagrado al Señor’) y ofrecer un sacrificio (conforme a lo mandado en la Ley del Señor: ‘Un par de tórtolas o dos pichones’)” (2, 22-24).

En realidad, la Ley preveía tres normas relativas al nacimiento de un hijo primogénito: la consagración del primogénito varón al Señor, su rescate con cinco siclos de plata, la purificación de la madre.

Para la consagración del primogénito y su rescate, así mandaba la Ley, según el libro del Éxodo: Moisés dijo al pueblo: “Cuando el Señor te haya introducido en la tierra de los cananeos, como juró a ti y a tus padres, y te la haya dado, consagrarás al Señor todo primogénito. Todo primer nacido de tu ganado, si es macho, pertenece al Señor. Más todo primer nacido del asno lo rescatarás con un cordero; y si no lo rescatas, lo desnucarás. Rescatarás también todo primogénito de entre tus hijos. Y cuando el día de mañana te pregunte tu hijo por el significado de todo esto, le dirás: ‘Con mano fuerte el Señor nos sacó de Egipto, de la esclavitud’. Como el faraón se obstinó en no dejarnos salir, el Señor mató a todos los primogénitos en el país de Egipto, desde el primogénito del hombre hasta el primogénito del ganado. Por eso yo sacrifico al Señor todo primogénito macho del ganado y rescato todo primogénito de mis hijos. Esto será como señal en tu brazo y como recordatorio en tu frente; porque con mano fuerte el Señor nos sacó de Egipto” (13, 11-16).

El rescate de los primogénitos es debido al hecho que solamente los integrantes de la tribu de Leví, los levitas, quedaban al servicio del Señor, en el templo. Los demás primogénitos eran ofrecidos al Señor y luego rescatados, como indica el libro de los Números: El Señor dijo a Aarón: “Todo primogénito de cualquier especie, hombre o animal, que se presente al Señor, será para ti. Pero harás rescatar al primogénito del hombre y al primogénito de animal impuro. Los harás rescatar al mes de nacidos, según tu valoración, por cinco siclos de plata, siclos del santuario, que son de veinte óbolos” (18, 15-16).

Las normas relativas a la purificación de la madre, las encontramos en el libro del Levítico: El Señor le dijo a Moisés: “Comunica lo siguiente a los israelitas: Cuando una mujer quede embarazada y tenga un hijo varón, quedará impura durante siete días; será impura como durante sus reglas. El octavo día será circuncidado el niño; pero ella permanecerá treinta y tres días más purificándose de su sangre. No tocará ninguna cosa santa ni irá al santuario hasta que pasen los días de su purificación. Si da a luz una niña, será impura durante dos semanas, como en el tiempo de sus reglas, y se quedará en casa sesenta y seis días más purificándose de su sangre. Cuando pasen los días de su purificación, sea por niño sea por niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. El sacerdote lo ofrecerá ante el Señor, haciendo por ella el rito de expiación, y quedará purificada del flujo de su sangre. Ésta es la ley referente a la mujer que dé a luz a un niño o a una niña. Si no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado. El sacerdote hará por ella el rito de expiación y quedará pura”.

Aunque estas normas hoy puedan sorprendernos, por la valoración que manifiestan en relación a la mujer y a la sexualidad, son estas las normas que obligan a la Virgen María a presentarse para el rito de la purificación a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, y presentar a su hijo para consagrarlo al Señor.

Es interesante notar como el texto del evangelio de Lucas da importancia a la presentación del niño y a la purificación de la madre. Recuerda explícitamente la ofrenda de un par de tórtolas, que era lo que ofrecía una familia pobre. Pero no dice nada sobre el rescate del niño con cinco ciclos de plata.

¿Es un olvido de Lucas? ¿Qué nos sugiere esta omisión?

Presentando a Jesús en el templo, María lo presenta al Padre, como primer momento de una vida totalmente consagrada a él, y que tendrá su plenitud en el ofrecimiento extremo de la vida en la cruz. Jesús es el primogénito ofrecido y no rescatado. Quedará al servicio de Dios para siempre. Ese gesto hace memoria de la antigua liberación de la esclavitud de Egipto (y por eso la presentación del primogénito) y anuncia en el mismo tiempo la realización de una nueva liberación, a través de la Pascua de Jesús.

Esa pequeña familia, María y José, con el Niño Jesús, tiene la apariencia de una familia cualquiera de Palestina, que presenta al templo a su primogénito. En realidad, en ese Niño se hace presente la salvación de Dios, tan largamente invocada y esperada, para Israel y para todo el mundo.

Nuestra devoción a la Virgen del Socavón tiene que estar iluminada por esta palabra de Dios. Así vamos entendiendo ese gesto de la Virgen, que por un lado nos ofrece su vela encendida, para decirnos que Jesús es “la luz de todos los pueblos”, y por otro nos muestra al Hijo ofrecido, que sellará con su sangre una alianza nueva y definitiva, para el rescate de toda la humanidad.

Fuente: LA PATRIA
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