La experiencia nos enseña que hay un lugar para una cosa; o lo que es lo mismo, cada cosa tiene su lugar. De otra manera, el orden natural se rompe y puede ocasionar dificultades inesperadas que deriven, posteriormente, en un caos que no siempre es aconsejable en una sociedad.
Pasa lo mismo, cuando no tenemos cuidado en expresarnos adecuadamente, o cuando lanzamos libremente al aire y fuera de contexto nuestros pensamientos, los que pueden producir el efecto contrario al que deseamos, dejándonos muy mal parados. Es que, palabra dicha no tiene vuelta y, en la mayoría de las ocasiones, al tratar de arreglar los exabruptos lanzados corremos el riesgo de enredarnos en nuestras propias expresiones, causando el rechazo de nuestros interlocutores, lo que nos deja, en la mayoría de las ocasiones, en una situación que, fácilmente, puede rayar en el ridículo.
Es muy común que cuando decimos un chiste o pretendemos hacer una broma, no tengamos la capacidad de hacerlo en forma adecuada, midiendo cuidadosamente a quien lanzamos esa broma, cómo la decimos o en qué momento se nos ocurre decirla. Por eso, la expresión popular califica al chiste como una cosa seria; pues, requiere de un buen sentido de humor que no llegue a ofender al destinatario, ni ponernos en situaciones incómodas. En una palabra, un chiste o una broma requiere de inteligencia y de oportunidad adecuada.
De acuerdo a la Real Academia Española, el chiste es un dicho agudo y gracioso; broma es una bulla; chanza cuando es una broma pesada; una humorada, una gracia, una ocurrencia, o jocosidad. Generalmente, reservada a personas de una agudeza mental que les autoriza a utilizar estas licencias que tienen límites de permisividad por sus características que pueden pasar, de ser una broma a convertirse en una bufonada.
Pero, es importante apuntar, que las bromas o los chistes, en general, no tienen, o no debieran tener cabida en el lenguaje diplomático o en el protocolo oficial porque sus consecuencias pueden ser catastróficas, llegando a comprometer a todo un país y a la sociedad que en él habita.
Estas reflexiones, ojalá que sean tomadas en cuenta por el señor presidente del Estado Plurinacional, que cree que tiene licencia para decir lo que se le viene a la mente, sin medir consecuencias. En alguna oportunidad ensayó una bromita, cuando dijo: “Las mujeres me deben mucho, no sé cómo me van a pagar” mientras esbozaba una sonrisa burlona; esa frase, aparentemente inocente, puede ofender a toda mujer, sea de pantalón, vestido o pollera. O decir, en pleno mensaje oficial en el Órgano Legislativo “Atacama antes era de Bolivia, esperamos recuperarla pronto”, es un desafío innecesario cuando se está en plena negociación, sobre ese asunto, con Chile. Al portavoz presidencial, no se le ocurrió otra cosa que decir que “era una broma de Evo”. El Presidente chileno respondió: “Esto no voy a hablar en broma sino muy en serio. Atacama es y seguirá siendo de Chile”. Así, se creó un enfrentamiento verbal internacional, innecesario, haciendo más difícil la tarea encomendada al Canciller boliviano.
Por lo menos…esa es mi opinión.
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