En octubre del pasado año, durante las celebraciones del Bicentenario de la revolución del 6 de Octubre de 1810, en la Catedral de Oruro, el Padre y Pastor de la grey, como centro de unidad de esta iglesia particular, elevó su Te Deum junto al pueblo de Dios reunido con él.
Paralelamente, en la Gobernación del Departamento, se verificaba un acto, con la concurrencia de las más altas autoridades del Estado, animado por pastores metodistas, que llevaban sendas estolas con también visibles caracteres andinos, que alternaban conjuntamente con “amautas” y “callahuayas” hombres y mujeres, que vienen a ser una especie de “ceremonieros” de “cosmovisiones” y ritos andinos. Acto al que se vino en llamar “misa interconfesional”, según los caracteres insertos en la transmisión televisiva del canal estatal. Una abusiva instrumentalización del Gran Sacramento de la Misa.
La encarnación del Verbo (Cristo) fue la realización y el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento, Él “no vino a abolir la Ley sino a perfeccionarla”, anunciando la Ley y la doctrina nuevas: “Yo no les pido ofrendas, sino misericordia” (Mateo 9, 13). Ya no habría necesidad del sacrificio en el Templo (de Jerusalén), que consistía en una diaria inmolación o sacrificio de animales. Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (cf Juan 1, 29), su sacrificio redentor será uno y para siempre, sacrificio al que alude el simbolismo del Cordero, sacrificio con el que se abolía (no se suspendía) el antiguo sacrificio, el antiguo rito.
Los ritos expresan de antaño una tradición eclesial continua, que nos indican la manera en que los sacramentos han de celebrarse. Cada sacramento tiene una naturaleza o esencia céntrica que parte de la naturaleza divina revelada en cada uno de ellos, no siendo por lo tanto cambiables por la Iglesia, depositaria y administradora de los mismos.
Dios en su providencia infinita, (porque los atributos del verdadero Dios son infinitos), y para manifestar su presencia a través de los siglos, instituyó los sacramentos que son señales visibles de que Dios está presente entre nosotros, así, los sacramentos son “la obra de Dios entre nosotros por medio del ministerio de su Iglesia”.
Particularmente la Santa Misa, la Eucaristía, es el sacramento que hace activa y eficaz la presencia de Dios entre nosotros, y consecuentemente, ya que Él está realmente presente entre nosotros mediante ese medio, lo llamamos “Santísimo Sacramento”.
La palabra misa proviene del verbo latino mittere, que significa enviar, y en la actualidad la expresión misa designa a toda la celebración católica del santo sacrificio eucarístico, de comienzo a fin.
La Misa “es un sacrificio: El sacrificio de la Nueva Alianza, que tiene a Cristo como Sacerdote y como Víctima. En efecto “Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio… Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados” (Heb. 10, 12. 14). Sacrificio único y definitivo.
Santo Tomás de Aquino “el máximo teólogo”, afirma que todos los sacramentos dependen de la Eucaristía, el mismo Bautismo (declara el Aquinate) es eficaz, tanto en cuanto viene a ser una “preparación para recibir la Eucaristía”.
La Misa es “la celebración devota del misterio de la Presencia de Cristo en medio de su pueblo”, que se hace presente en ella, para permitir que la Iglesia: 1) ofrezca la más alta adoración a Dios Padre, 2) nos transforme en personas consagradas al amor, y, 3) por medio de nosotros, transforme nuestro mundo en una comunidad de amor. Consecuentemente, el Santo Sacrificio de la Misa celebra las cuatro presencias de Cristo: general, verbal, real y cósmica.
En el arco de la instrumentalización de la fe, podemos identificar claramente dos tiempos. La primera fase, una manipulación sacramental, dirigida y lograda por la corriente de la “teología de la liberación”, como en su momento ya lo había denunciado la Conferencia Episcopal de Colombia: “La instrumentalización de la liturgia es, acaso el mayor de los abusos…”, ya que para muchos la Eucaristía “dejó de ser el Sacrificio y el banquete del Señor, para trocarse en un medio de ‘concientización’, en instrumento de lucha revolucionaria, en ocasión de arengas políticas. De ahí que nada les impida burlar todas las normas de la celebración y elaborar a su antojo oraciones, fórmulas y cánticos, que destruyen el sentido sagrado de la liturgia y la convierten en acto de protesta e invitación a la revuelta. Esta Eucaristía así profanada, ya no edifica a la comunidad de los hermanos, sino azuza el mitin de los camaradas”.
Un segundo tiempo, que supera con creces esa manipulación directa de la Eucaristía, es la actual coyuntura que se desarrolla en el proyecto de una reingeniería social anticristiana llamada que como sabemos busca la instauración de “la nueva religión universal” en sustitución de la civilización cristiana occidental.
Choca, y sobre todo ofende la manipulación de signos y expresiones genuinamente católicos, utilizados en celebraciones que nada tienen que ver con los ritos católicos, celebraciones de tinte panteísta, ambiguas y sincréticas.
El sincretismo -como sabemos- es una ofensa a Dios, porque se pone al Dios verdadero a la altura de los ídolos, y la razón humana que busca la Verdad, sabe que todas las religiones no son iguales y que es injusto equiparar a la Verdad con el error. Bien lo decía G.K. Chesterton: “Cuando se deja de creer en Dios se cree en cualquier cosa.”. Los “ecuménicos” o “interreligiosos”, empujan -a quienes los siguen- de la Religión Verdadera al puño de la superstición
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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