Lunes 24 de enero de 2011
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Un nuevo estilo caracteriza a varios gobiernos en nuestra región, afines entre sí: El de las idas y venidas, marchas y contramarchas, con la idea de que hay que dar un paso atrás, para luego avanzar dos pasos. Esto sucede cuando los aprietos –internos o externos– por yerros, malos cálculos o, simplemente, por ineficiencia, ponen en jaque a un régimen, cuyos estrategas creen que la insinceridad es habilidad política y método adecuado para el disimulo. Pero, cuando amaina el temporal, vuelven a la carga.
En Venezuela hubo curiosas elecciones parlamentarias. El gobierno “bolivariano” elaboró un sistema por el que, aun perdiendo en la votación ciudadana, conservaría la mayoría de los curules parlamentarios, pretendiendo así aprobar, sin freno alguno, leyes sectarias. Pero el resultado alcanzado por el chavismo no fue suficiente para imponer esas normas que “profundizarían” el modelo socialista del siglo XXI. Entonces, en alarde de “viveza criolla”, antes que comience el nuevo período legislativo con la nueva composición de la Asamblea, los antiguos legisladores –todos chavistas– aprobaron en diciembre pasado una ley “habilitante”, concediendo al presidente facultades legislativas por 18 meses (hasta junio de 2012), con el pretexto de que éste, para lidiar con los desastres provocados por las recientes lluvias, requería de tales facultades extraordinarias.
