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Domingo 23 de enero de 2011

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Cultural El Duende

Cuentos Breves:

El sombrero de Klagentfurt

23 ene 2011

Fuente: LA PATRIA

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Los ojos culpables

Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y se echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió:

–Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.

Cuando quedó sola. La muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo:

–¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.

Ella respondió: –No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.

A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía: La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado. Al despertar encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta.

La salvación

Ésta es la historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa: ¿Cómo un ser tan ínfimo –sin duda estaba pensando el tirano– es capaaz de lo que yo, pastor de pueblos, son incapaz? Entonces un pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado pro el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría: Por humildes que sean –dijo indicando al pájaro– hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros.

Adolfo Bioy Casares.

Escritor argentino, 1914-1999

Un viejo sombrero, ancho, descolorido; tan empolvado que en todas las tintorerías se negaron a lavarlo. Entonces, el Profesor Dinklage lo llevó de vuelta a casa y lo confió a una anciana dama paciente que lo comenzó a refaccionar con religiosa dedicación. Y del forro del ancho sombrero fueron saliendo de repente unas hojas desiguales, cubiertas de una escritura excitante y diminuta.

Se trataba de preciosos manuscritos inéditos de Robert Musil que han permanecido ocultos por años y años, y nadie, ni siquiera la propietaria del sombrero, había vuelto a verlos. El sombrero pertenecía a Martha Musil, la viuda del autor de El hombre sin cualidades.

El Profesor Dinklage, quien desde hace años se ocupa del Archivo Musil en Klangefurt, ciudad natal del escritor, ha encontrado el sombrero en Roma, en donde Martha murió en 1949, como huésped de uno de sus hijos. Quería ponerlo en una vitrina, contra los sarcasmos de quienes no comparten este fúnebre fetichismo de anticuario.

En esa forma, sin embargo, se preservó de la casi segura destrucción algunas páginas secretas del diario sobre las que, desde hace años, se habían venido interrogando los estudiosos de Musil. Hace tiempo se preguntaba qué había sido lo que, visiblemente, se había sustraído de sus páginas.

Se pensaba sobre todo que las páginas faltantes tuvieran que ver sobre todo con el tema del incesto, que es tan importante en Musil. Además de algunas fantasías eróticas sobre su hija Annina, quien por lo demás no era su verdadera hija, pues había nacido de un precedente matrimonio de Martha con el comerciante italiano Enrico Marcovaldi.

En realidad, no se trata de páginas escandalosas, de sorpresa picantes, como lo fueron por ejemplo las cartas eróticas de Joyce a su mujer, demuestran más bien el encarnizamiento frío y anatómico con que Musil observaba su relación conyugal (Páginas del Diario nocturno de Monsieur le vivisecteur, se titulaba el proyecto de un libro suyo, jamás llevado a término).

Una relación de profundísima sintonía intelectual, como se deduce de la lectura de los Diarios : he trabajado mucho, con ayuda de Martha, casi de dependencia psicológica una frase dicha por Martha sin pensar puede hacerme infeliz, casi de vampirismo recíproco qué esperanzas han quedado sin realizarse, Martha no entra en este cuento, él no es nada que yo no haya conquistado, es algo en lo que me he convertido y que se ha convertido en mí.

Una simbiosis, prácticamente, una cantidad de gracia, de perfume, de benéfico orden me circunda. Entro como un villano en el señorío de tu cuerpo. Además, Monsieur le vivisecteur es también capaz de abandonos sentimentales y luego tú estabas en la estación … y en ese instante te he amado a ti y toda tu vida hasta las lágrimas, de incisivos recuerdos sensuales fue abrazada por la sensualidad como una hoja por el calor, de fulminantes confesiones eróticas cuando por primera vez después de ocho días veo la letra de Martha, algo me va desde los ojos hasta las piernas.

El sexo tiene indudablemente una parte importante en su vida, sobre todo en la de Martha, quien ha tenido tres maridos y muchas otras relaciones, que se convertían inmediatamente en material narrativo, bajo el dolor de Robert Musil.

Los Diarios permiten establecer cuánto hay de vivido, de privado en los personajes de sus textos, desde sus primeros cuentos, inspirados claramente por Martha. El cumplimiento del amor, de que habla el título de uno de ellos, sería el adulterio, una relación cuasimística presidida por el marido; en general, son mejores la vidas en común que han estado precedidas por el adulterio y similares.

Musil estudia, escruta, investiga, analiza, reflexiona sobre la mecánica de la relación. Reflexiona en tercera persona sobre la sensualidad el sexo es una de las fuerzas de la naturaleza a las que estamos expuestos todos, reacciona ante la primera relación sexual de su mujer con un hombre que a él no le agrada fuerte hemorragia y dolor en la nuca. Ya antes se había imaginado lo mismo donde el dentista.

Durante años, en fin, acarició el proyecto de escribir una obra centrada sobre la figura de Martha, sobre su apetito por las golosinas, también sensual.

Buena pintora de estilo impresionista, Martha es una mujer autónoma cuya técnica de vida consiste en dejar los caminos abiertos y encontrar una vía para sus deseos. A los cinco años ya había leído a Schiller, a los siete devoraba dos libros diarios.

Silenciosa, junto a Robert que escribía y no tenía casi tiempo de leer mi ignorancia de bibliotecario es muy versátil, Martha se adentra en Balzac, en Svevo, en lecturas sofisticadas. Destinados a soportar juntos la vida, su enorme ambigüedad, los dos buscaron tolerar esta vida de estrecheces y de tremenda incertidumbre económica.

Bibliotecario y después redactor de la revista de Franz Beli, empleado de ministerio y consultor de pedagogía militar, Robert Musil, quien estaba graduado en ingeniería mecánica, no logra obtener ninguna ocupación que le permita al mismo tiempo dedicarse de manera continua a ese enorme monstruo que es El hombre sin cualidades, y que hará de él uno de la más grandes escritores del siglo, hecho que confirman los Diarios.

El Diario es el espejo de esta vida difícil, de una existencia continuamente sometida al trabajo de la escritura. Apuntes, proyectos, cuestionarios, en el desesperado intento de construirse una identidad de cédula de identidad, imaginaria.

Sembrado de ideas y de iluminaciones, visitado cotidianamente, para vencer el aburrimiento y para poner orden en las ideas, casi por cuestión de gimnasia mental, el Diario –de acuerdo con el ideal de creatividad continua deseado por Nietzsche– succiona la vida de un hombre que no ha tenido otra biografía que la escritura, como sugería el novelista Hermann Broch. Y Musil precisa: yo no escribo por gusto, aunque sí con pasión. Probablemente se debe amar la vida para escribir con facilidad.

Johannes Stierle

Tomado de “Eco”. Revista de la Cultura de Occidente.

Fuente: LA PATRIA
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