Del cotidiano afán escolar, habitualmente la rutina se hace cargo. Pero hay épocas en las que, como ahora, se convierte en compromiso insoslayable. Se trata de lo que más nos interesa. En ellos -los hijos- se prolonga nuestra propia vida. De cómo nos empeñemos en educarles hoy, depende el futuro de sus vidas y la tranquilidad nuestra. Esa es la delicada responsabilidad.
Inscripciones de alumnos, definición de listas docentes, organización interna y calendario. Ésa es una parte de la agenda con la que arranca la gestión. La otra, más visual, más de concreción material, la que con dinero se puede construir y equipar, es el local donde cada día asisten nuestro hijos. Para mucha gente, con lo mencionado se tendría lo esencial. Visto por fuera, realmente parece no faltar nada más.
Pero “el hábito no hace al monje”. O lo que es lo mismo: Que lo material y externo, tratándose de una escuela, no supone, sin más, que realmente es escuela, que funciona como tal, aceptable como el ambiente físico donde se desenvuelve. Igual o algo más importante que todo eso es la actividad de maestros y alumnos en el aula. ¿Qué aprenden y cómo aprenden nuestros hijos? Y lo que aprenden, ¿vale?
A estas mismas fechas, cada año se difunde por los medios una antigua versión diagnóstica. Absorbidos por sus disensiones internas y sus disputas de poder, los concejales y los alcaldes no tiene tiempo para atender prioridades urgentes. Mejor o peor que esta muestra puede ser la realidad: Hay deterioros en la infraestructura, refacciones improvisadas a destiempo, ventanales con los cristales rotos, paredes sucias y desportilladas, instalaciones higiénicas casi en ruinas. Faltan aulas; mobiliario también falta. El presupuesto asignado no cubre el crecimiento vegetativo. En promedio, sólo un tercio de la demanda atiende el gobierno. Para todo hay dinero, menos para la “suprema función del Estado”.
Y si nos aproximamos un poco hacia el interior de este cuadro, la realidad es más desoladora todavía. Doscientos medios días deben asistir nuestros niños. Del tiempo cualitativo, todavía ni noticia. Para lo poco y malo tal vez sólo la mitad sería suficiente. De planes, métodos y programas, así como del profesionalismo del maestro, silencio, silencio. ¿Y la secundaria? ¡Ah, eso es como el Boquerón abandonado, sin refuerzo ni comando!
En el marco de la “revolución educativa” del Estado Plurinacional, se anunció que ya el 2010 funcionaría la nueva reforma. Pero ni este año será posible. Les comunico una cosa: La educación no es como la carga que se arregla en el camino. Aquí no se hace camino al andar. Antes de partir hay que saber a dónde se está yendo. Con la participación de los sabios indígenas, la norma recientemente aprobada a lo mejor está bien. Pero en cuanto a la “nación clandestina”, llamada hasta no hace mucho República de Bolivia, no se sabe nada. Está flotando en el vacío.
El ministerio del ramo se parece también al fortín del Chaco. En salud, sería un escándalo que el titular no sea un médico; en economía y finanzas, que no sea un profesional de esa especialidad. Sólo en la educación –la tierra de nadie– puede ser un profesionista de cualquier rubro, no necesariamente un pedagogo. Sociólogos, abogados, comunicadores, economistas, incluso dirigentes sindicales han ocupado esa cartera. Aquí se ignora aquello de “zapatero a tus zapatos”. Y así nos está yendo.
(*) Columnista independiente
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.