Viernes 14 de enero de 2011
ver hoy
La ciudad de los cuatro nombres y los diez alcaldes. Hasta parece un chiste, pero es una realidad que posterga cada vez más a la Capital del Estado. Los últimos alcaldes desde la época en que Fidel Herrera asumió la alcaldía de Sucre, ninguno terminó su gestión y tuvieron que dejar el cargo por diversas circunstancias, con el perjuicio que eso significa para una de las ciudades más emblemáticas de nuestro país.
Si no son pugnas políticas entre partidos opositores, hay peleas entre miembros de un mismo partido que, por cuotas de poder, abandonan la Alcaldía sin siquiera haber tenido tiempo de terminar la programación de su trabajo a la cabeza de la comuna. La “repartija de pegas”, como calificó la ex alcaldesa Berrios, destituida por sus propios militantes y algunos miembros de la oposición es un hecho que desnuda la crisis masista.
Ahora empieza su gestión de alcalde otro miembro del MAS, sin el beneplácito de don Evo. Se colocó la banda de alcalde sin saber dónde se encuentra parado; porque, quiérase o no, para estar a la cabeza de una de las alcaldías más importantes de Bolivia, porque está en la capital, no basta tener un apellido originario, una militancia afín al partido que circunstancialmente está en el poder o pertenecer a los “movimientos sociales” o llorar de emoción por el regalito inesperado. Es necesario, ante todo, tener capacidad de liderazgo, aceptación ciudadana; pero, sobre todo, conocimientos básicos de administración. Y, por favor, esto no significa discriminar. Es verdad que todos tienen derecho a ocupar cargos en la administración pública, pero al mismo tiempo deben tener una idea, así sea básica, de lo que es una Alcaldía, de su manejo y su misión en la sociedad. Sólo así, se puede tener una ciudad o un municipio organizado, en crecimiento y con planes de desarrollo perfectamente identificados.