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Domingo 09 de enero de 2011

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Cultural El Duende

Alfonso Gamarra Durana

El padecimiento ocular de Nietzsche

09 ene 2011

Fuente: LA PATRIA

Historia de la medicina

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Primera de tres partes

Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844–1900), nació en Röcken, pequeña ciudad de la Sajonia prusiana. Estudió inicialmente en el instituto local, “Gymnasium” en alemán, y después alcanzó grados superlativos en las cátedras universitarias en filosofía y filología. Consideraciones intempestivas (entre 1873 y 1874), Humano, demasiado humano (1879), reflexiones sobre la ciencia, fueron sus primeros títulos publicados, en los que ya se insinuaba su teoría del eterno retorno y la voluntad del poder. En 1879, después de renunciar a las cátedras, pasó un período de diez años, con viajes constantes a Naumburg, Venecia, Marienbad, Génova, Sils–María (Alpes suizos), donde intuiría las ideas principales de su filosofía futura. Desde 1882 publicó Más allá del bien y del mal, Así habló Zaratustra, El crepúsculo de los dioses; y en 1889 se le reconoció un desequilibrio mental total.

Sobre la enfermedad de Nietzsche, que despuntó en 1888 y doce años después desapareció al caer su espíritu en las tinieblas, existen todavía hoy distintos pareceres. El diagnóstico de parálisis general progresiva, como la consecuencia tardía de una lues adquirida en 1866, probablemente fue originado en su ingreso a la Clínica Universitaria de Basilea, por el profesor Wille y confirmado con el posterior traslado a Jena, por el psiquiatra Profesor Binswanger, cuyo jefe médico Ziehen aseguró el diagnóstico con el estudio histológico. La mayoría de los investigadores sobre el filósofo, entre todos ellos Lange–Eichbaum, han quedado aceptando esa descripción nosológica, la de una parálisis –tal vez con curso atípico– porque la enfermedad mental ha arrojado sombras en muchas formas de la producción intelectual de los años tardíos de su existencia.(1)

Es sorprendente que hasta ahora, no se haya comentado sobre otra enfermedad, tomada como un factor de influencia en su obra, y no se haya pronunciado más sobre el sufrimiento oftalmológico de Nietzsche. Es para cualquier especialista de los ojos un importante detalle determinar claramente la naturaleza de su enfermedad –“ceguera de tres cuartos”, como él mismo calificó–. Datos muy importantes se encuentran en las cartas que él dirigió a sus amigos y contemporáneos en un número grande así como los informes médicos. A continuación hemos copiado cronológicamente los datos semiológicos verdaderos.

Él había heredado, como su hermana, una miopía de su padre. Su madre había observado ya en su joven hijo un tamaño diferente de amplitud de las pupilas y una mirada fija, huraña. El altamente talentoso muchacho aprendió a leer y escribir aún antes de ingresar a la escuela elemental. El profesor Schellbach, de Jena, tuvo que examinar al niño por las molestias visuales. Éste diagnosticó miopía, de grado diferente en cada uno de los ojos, anisocoria y migrañas. En el libro de enfermedades de los alumnos, en su escuela, se había anotado miopía y cefalea ocasionada por aquélla. Un informe de Esser, apoyado por nuevo examen de Schelbach, a los 13 años, da la existencia de una miopía de menos 6 dioptrías. Existían muchos certificados, pero valorables fueron los de 1872/73 y 1876/77 del profesor H. Sacies de Estrasburgo. En base a los hallazgos se afirmó un pronóstico muy desfavorable. En las anotaciones de la historia clínica aparecen como importantes “Lentes de menos 6,0 desde los diez años; derecha, colosales marcos, izquierda, pequeños”. Aparece la letra “M” significando probablemente vidrios de meniscos o si no miopía. No se puede apreciar la capacidad visual porque los cálculos y las definiciones resultan variables con los actuales. Dice también “granulaciones ligeras ambos lados. Se queja de fuertes dolores con el trabajo prolongado. Dolores en ambas papas oculares, que se vienen prolongando cada vez. Prohibición de 14 días de todo tipo de trabajo. Utilizar anteojos oscuros en lugar de lentes de aumento. Si empiezan ligeros dolores se debe atropinizar. Continuar las duchas”. Las anotaciones de 1876 y 1877 repetían las mismas quejas.(2) Es de mencionar que Nietzsche se dejó electrizar y permitió que le pusieran sanguijuelas. Se menciona también la utilización de cloral al 2%.

Las irritaciones dolorosas de los ojos se pueden entender por la sensibilidad aumentada y la fuerte miopía, pero no el dolor exaltado que el mismo paciente señalaba como fuertemente relacionado con su cerebro. Estas referencias se toman de la expresión oral y escrita de él, su familia y amigos. El acceso glaucomatoso, que es muy doloroso, excluyó Albrecht von Gräfe con toda seguridad. Para evaluar este dolor se debía sopesar otras enfermedades del cerebro. Muchos comentarios hablan de migraña, una idea que aparece muy probable, puesto que las fuertes cefaleas acompañadas de vómitos se asociaban en unos cuadros duraderos en la juventud de Nietzsche. Otras especulaciones sobre “su padecimiento cerebral” se incluyen en la patografía de Lange–Eichbaum(3). Sin embargo, se deben mantener estos razonamientos alejados de toda apurada interpretación, y reducirse, por los muchos argumentos clínicos, a la avanzada miopía, cuyos síntomas diversiformes y complicaciones determinaron el aspecto exterior del filósofo y una influencia condicionada de su obra.

Después de haberse separado de su cargo en Basilea no aparece con anteojos en los pequeños cuadros fotográficos que se conservan de Nietzsche; probablemente desde entonces ya no utilizó vidrios para la visión lejana. En 1882 su amiga Lou Salomé anotaba sobre “la especial expresión de sus ojos” que le caracterizaban. “Medio ciego pero no tenía el aspecto impertinente y vigilante, que presentan otros cortos de vista”, y también que la carencia visual le dieron unos rasgos con mirada mágica que no eran expresivos sino que contrariaban al querer entender su personalidad.(4)

(continuará)

Fuente: LA PATRIA
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