Sábado 08 de enero de 2011

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El camino a Emaús nos permite descubrir las dos visiones sobre el plan divino: el que veían y esperaban los hombres y el de la gracia majestuosa de Dios:
-Aquellos dos discípulos que estaban sumidos en el desconcierto y la desesperación, dicen que Jesús “fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo… Nosotros –añaden- esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel”. Y pusieron en duda el anuncio de las mujeres que acudiendo al sepulcro lo vieron vivo.
Entonces, nuestro Salvador insiste ante la mente cerrada de aquellos sus primeros testigos y los sorprende:
-“¡Qué necios y torpes son para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció”.
Fuente: LA PATRIA