Una carrera frenética y sin tregua hacia el poder total, esa es la huella más visible de Evo Morales en estos cinco años. La oposición parlamentaria le ayudó a armarse con todos los instrumentos y condiciones requeridas. No fue una intención oculta; la expresó sin tapujos varias veces: “Tenemos el gobierno; pero no el poder”
Asumió una doble tarea: destruir la República y construir el Estado Plurinacional. Un lustro fue suficiente. La topadora pasó por encima de todo. Atila no lo hubiera hecho mejor. Los cuatro poderes férreamente supeditados al Ejecutivo. El Legislativo “trabaja como un sindicato” Los otros dos: Judicial y Electoral, son funcionales al máximo. Jueces, fiscales y abogados están a la orden. La Justicia Comunitaria es parte de la Constitución.
La whipala disputa espacios a la tricolor; en lugar de Murillo quieren a Túpac Katari. “El 6 de Agosto no hay nada que celebrar” (Urquizo). El 22 de enero sería la nueva fecha cívica nacional. En los cuarteles se dice “patria o muerte venceremos”, como en Cuba. Un general del ejército no tuvo reparo en ponerse el poncho rojo encima de su uniforme. Más tarde ya no fue sorpresa que las FF.AA. y la Policía se proclamaran socialistas. ¿Qué es el “socialismo comunitario” y dónde está el plurinacional? Nadie sabe. Como epílogo, sólo falta un pequeño detalle: el nombre. Raúl Prada tiene la iniciativa; en base al Conamaq se llamaría Qullasuyo.
¡Sólo en cinco años, no es poco!
“Bolivia es un pueblo que no tiene memoria”. No ha pasado mucho tiempo, y tal vez ya no recuerda cómo salió la Constitución de La Glorieta; le parecerá mentira decirle que si tuviéramos el Tribunal Constitucional en forma, aquella no estaría vigente. El designado por el gobierno es sólo una parodia.
Empezó con la Asamblea Constituyente en 2006. La bautizaron de “soberana, originaria, refundacional y plenipotenciaria”. ¡Palabras! La muchedumbre nunca supo a qué había ido. Sin embargo, se trataba de diseñar la matriz del nuevo Estado. Al cabo de una borrascosa jornada, el proyecto salió del cuartel manchado de sangre. Y tras la lectura del índice en Oruro, la primera meta estaba lograda.
Dos tercios se requerían para aprobar el referéndum constitucional. La oposición tenía razones para no apoyar. Bajo la presión belicosa de las hordas, el humo blanco salió de una mesa clandestina. No tenía que moverse ni una coma fuera de la Constituyente, pero cientos de artículos se modificaron. Logrado el acuerdo, el 25 de enero de 2009 se legitimó en las urnas el texto ilegal con un 61,4 % de votación a favor. “Ahora tenemos un nuevo Estado Plurinacional con socialismo comunitario”, declaró complacido Morales.
Para cerrar el fascinante periplo electoral sólo restaba elegir a los gobernantes y asambleístas. Ya con la nueva Carta, el evento se realiza el 6 de diciembre de ese mismo año. La dispersión suicida de la oposición no varía. Le entrega a Morales en bandeja la ruta expedita hacia el poder total. Con el 63 % de apoyo logra éste los dos tercios en la Asamblea Plurinacional. ¡La meta suprema! En adelante, la Constitución será una referencia aleatoria. El Ejecutivo puede ignorarla. Ya lo ha hecho varias veces. El poder real lo tiene la Asamblea bajo el mando vertical del Jefe de Estado.
En el plano de la aplicación, lo que sigue son las leyes, ¡qué horror! Una maratónica espectacular. Cientos de leyes aprobadas en 2010, “por primera vez en la historia”. ¡No quisieron exagerar! Todavía se guardan ciertas apariencias, porque podían aprobar de una vez, todas, y darles otra ocupación más decorosa a los asambleístas.
Y en lo que hace al ajuste de cuentas, inexorable. Los fiscales siempre encuentran un flanco por dónde atacar. Implacables: el brazo político de la “justicia” no descansa. Pero faltaba algo más fuerte y más coherente con el carácter jacobino del régimen. Entre Navidad y año nuevo, la factura del contrabando de combustibles se descarga al bolsillo de la gente. ¡Salve, oh Patria…!
(*) Columnista independiente
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