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Domingo 19 de diciembre de 2010

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Cultural El Duende

En el centenario de su nacimiento:

El oficio de poeta Miguel Hernández

19 dic 2010

Fuente: LA PATRIA

Santos Domínguez, al referirse a la reciente biografía del poeta Miguel Hernández debida a la pluma de Eutimio Martín (Ed. Aguilar, Madrid, 2010), construye una auténtica invitación a la lectura y conocimiento del influyente poeta.

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Miguel Hernández tenía 31 años cuando le fallecieron en 1942. Nos legó una obra que, en su edición crítica, incluida la correspondencia, abarca tres millares de páginas. Sin embargo, una rara adversidad presidió tan considerable labor. Desde que en 1930, a los 20 años, publicó su primer poema en la prensa local de Orihuela, sólo dispuso de 12 años de vida, la mitad de ellos en la guerra y en la cárcel. Desde los 14 hasta los 20 años tendrá que escribir sus poemas sobre el lomo de una cabra. Es su mesa de trabajo desde que su padre, cabrero, le privó del pupitre de la clase sin dejarle ni siquiera terminar primero de bachillerato. La mesa de su habitación, sobre la que sigue trabajando sus versos cuando llega a casa con el rebaño, no le resulta mucho más estable que una cabra, porque su padre se la derriba de un puntapié en cuanto le sorprende gastando luz en balde.

Quien fue uno de los poetas más populares del siglo XX se construyó una biografía a la medida de su poesía y trabajó en ella tanto como en su obra. Su empeño constante –de ahí el título de este libro– fue convertir la poesía en su oficio y promocionar a toda costa su carrera literaria. Ésa es una de las razones por las que en Miguel Hernández vida y obra, trayectoria biográfica y evolución poética van tan unidas.

Eutimio Martín ha tenido que ir desmontando tópicos sucesivos: la miseria del pastor poeta, la imagen del poeta del pueblo y del mártir de la libertad, son algunos de esos tópicos que fijaron una idealización excesiva de su figura o su rebajamiento a la condición del memo inocente o del cándido provinciano que no fue nunca Miguel Hernández.

Una idealización que ha dado lugar a versiones ridículas hasta sobre el color de sus ojos: azules, según Aleixandre, verdes, según Josefina Manresa, oscuros según Octavio Paz, pardos según la ficha carcelaria.

Esa misma tendencia a la hagiografía ha construido la escena absurda de un Miguel Hernández que escribe su despedida en la pared de la celda y ha dado lugar a otras falsificaciones como la imagen abnegada de una mujer que apenas iba a verle a la cárcel y que amargó sus últimos meses de vida.

Frente a este tipo de excesos, El oficio de poeta. Miguel Hernández, es una reconstrucción rigurosa del itinerario vital y literario de un poeta que no fue tan ingenuo como a veces se le ha querido mostrar. Como su obra, su figura muestra una suma de contrastes, una mezcla de luces y sombras, de vanidad y dignidad ética. Tuvo un carácter áspero y la presunción o la prepotencia le ocasionaron más de un problema. Es el icono del poeta del pueblo, pero antes había escrito una obra abiertamente contrarrevolucionaria con la que se convirtió en portavoz poético del catolicismo más tenebroso e intransigente que luego lo dejó morir en las cárceles del franquismo y contribuyó a su pesar a fijar la imagen del poeta comprometido con el pueblo.

Fuente: LA PATRIA
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