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Domingo 05 de diciembre de 2010

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Cultural El Duende

Adolfo Cáceres Romero

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

05 dic 2010

Fuente: LA PATRIA

Literatura boliviana del periodo republicano • Escritores representativos

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Tomás O’Connor D’arlach. Tarija, 7 de marzo de 1853 – 9 de diciembre de 1932. Abogado, historiador, periodista y poeta. Siguió la Carrera de Leyes en la Universidad de San Francisco Xavier. Fundó y dirigió en su tierra natal el diario La Revista de Tarija por casi treinta años. También realizó publicaciones culturales de vida más efímera como La Revista Literaria y El Fígaro.

En Sucre dirigió entre otras: La Colmena, El Álbum Literario, Don Rafito y El Murciélago Muchos de sus artículos se publicaron en periódicos del resto del país y de la República Argentina, especialmente en Buenos Aires, así como también por la Sociedad de Ciencias y Letras de San Pablo (Brasil) y la Academia de Historia de Bogotá.

Su obra es variada. Publicó los poemarios Hojas de Otoño (Sucre, 1875) y Hojas Marchitas (Tarija, 1878). En 1883 aparecieron Colección de Poesías, Suelos y Realidades y Artículos Literarios en la Estrella de Tarija.

Sin embargo la obra que ha cobrado mayor trascendencia es Hechos y dichos de Melgarejo, anecdotario que se viene reeditando en el país a partir de 1890.

Dentro esta misma temática se halla su novela histórica Doña Juana Sánchez (La Paz, 1918). Sus otros estudios biográficos son: Tarijeños notables (1888) y Los Presidentes de Bolivia (1889). También tiene un estudio denominado Literatura Nacional (1890) que agrupa perfiles biográficos de poetas bolivianos.

En cierto modo, Tomás O’Connor D’arlach es un innovador del verso romántico en Bolivia ya que sigue la entonación musical y el diseño poético de José Asunción Silva, combinando versos de arte mayor de dieciséis sílabas con otros de ocho. Aquí un fragmento de su poema

Tardes grises

Es la tarde: es una tarde de esas tristes, nebulosas,

en que flotan en la mente los recuerdos de las cosas,

de las cosas y los seres que pasaron, que murieron,

¡Que no existen, que se fueron,

que ya nunca volverán!...

Tardes grises, en que el alma, allá en negra lontananza

vio morir sus ilusiones y extinguirse la esperanza,

y sus sueños, golondrinas bulliciosas y ligeras

Alzar vuelo a otras riberas

en dó nunca tornarán,.

Tarde fría, tarde negra, de recuerdos dolorosos,

Es que gime triste el viento, con acentos quejumbrosos,

en que el cielo se presenta melancólico, sombrío,

en que siente el pecho mío

todo el peso del dolor.

Los recuerdos de otros días de esperanza, amor y gloria

atormentan más que nunca, punzadores, mi memoria,

en las tardes del otoño, tardes grises y sombrías

de negras melancolías

y de tedio abrumador.

En su poema Laura, también escrito en versos de arte mayor (dieciséis sílabas), con rima asonantada, O’Connor D’arlach, inicia el verso galante, en confrontación con la Laura de Petrarca, como motivo de inspiración. He aquí algunos versos:

Laura bella; sí, más

bella que la Laura de Petrarca,

que otros canten tu belleza, tus encantos, tu talento;

yo tan sólo canto, Laura, a tus ojos celestiales

que se mecen en los mundo de la Gloria y el Ensueño.

En la selva donde viven mis quimeras de poeta,

penetraron, misteriosos, como rayos de un lucero;

en las sombras de mis noches penetraron las miradas,

de tus ojos soñadores, tan azules como el cielo.

Una aurora es tu mirada, dos estrellas son tus ojos,

que titilan dulcemente en el éter del ensueño;

feliz, Laura, quien reciba los efluvios deliciosos

que despiden tan hermosos, tan espléndidos luceros.

Yo contemplo esas estrellas seductoras y brillantes,

en mis noches otoñales, en mis noches de silencio,

y su luz penetra entonces en la selva sin rumores

donde duermen olvidados mis poéticos ensueños.

Fuente: LA PATRIA
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