Se cumple un nuevo aniversario de la Revolución Cubana, quizá uno de los más complicados por sus problemas económicos y de producción agrícola. Hay peligro, dicen sus máximos conductores, que retroceda el esfuerzo de muchas generaciones. Bolivia podría aportar con los técnicos y profesionales de la Participación Popular y del microcrédito para ayudar a un pueblo que fue siempre solidario.
Si hubiese una mirada amplia de los actuales gobernantes, esa misión debería estar conformada por una generación de bolivianos brillantes que ya han aportado como consultores en Centroamérica y el Cono Sur africano: Carlos Hugo Molina, Roberto Barbery, Rubens Barbery, Mauricio Lea Plaza, Alcides Vadillo, Javier Jhansen, Isabel Lavadenz, Grupo FIE, Grupo Profin.
Los bolivianos admiraron al Movimiento 26 de Julio en diferentes momentos, especialmente a su líder Fidel Castro. Es una historia larga todavía inédita. Recogemos sólo algunos hitos que muestran que el cariño fue una constante.
El 26 de julio de 1959, a pocos meses de la victoria en Sierra Maestra, la delegación boliviana entregó un “lluchu” y un bastón de mando de hilacata a Castro. Los campesinos aymaras asistían a un foro sobre Reforma Agraria. La prensa informó que por primera vez llegaban zafreros guajiros al centro de La Habana.
En 1953, el gobierno de Bolivia firmó la segunda Reforma Agraria del continente, después de México, que en los hechos se convirtió en modelo para el continente, a pesar de sus muchas dificultades. Cuba recibió a expertos nacionales.
Era 1961 ó 62, doña Catalina Mendoza no recordaba la fecha exacta, cuando Fidel invitó a dirigentes sindicales. Ella, analfabeta, de pollera, viajó por primera y última vez en un avión y en La Habana abrazó al Presidente cubano. Doña Cata guardaba la foto en blanco y negro en medio de otros recuerdos de su lucha junto a las floristas y a los artesanos anarquistas.
Juan Lechín, Secretario Ejecutivo de la Central Obrera Boliviana y de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, participó en diferentes oportunidades con Fidel. Seguramente la ocasión más importante, aun no suficientemente documentada, fue cuando ambos debatieron sobre un foco guerrillero en territorio boliviano. Lechín era de la línea de la protesta en la mina, la ciudad, la revolución de masas, pero decidió dar cobertura a la llegada de contactos guerreros.
Sin embargo, el momento más caluroso fue cuando Fidel Castro llegó a Bolivia en 1993, invitado por Jaime Paz y para asistir a la posesión de Gonzalo Sánchez de Lozada. La gente, de forma espontánea, salió hasta el Aeropuerto de El Alto, la autopista, las calles para brindar por Fidel. Sin ninguna organización comunista, mujeres y niños velaron al pie del hotel donde se alojó.
El cariño boliviano se hace extensivo a los médicos que llegaron desde hace un quinquenio, sobre todo para operar problemas de vista. La gente los acoge en paisajes muy diferentes, sea Challapata, sea Yapacani, Uncía o Cobija.
Cuba, a diferencia de la Venezuela de Hugo Chávez, tuvo un proyecto, una política de planificación y una preferencia por desarrollar la educación y la salud. Supo compartir sus éxitos con pueblos más pobres y esa generosidad no se olvida.
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