Se escogió el mejor momento político para lanzar la estocada contra la economía de la población: receso virtual de fin de año, inercia emotiva de la Navidad, un domingo laxo y distraído; Morales ausente, como siempre. En ese contexto cayó el mazazo. Cinco años los “pueblos”, los “pueblos”…Ahora sobre ellos -desde el Palacio Quemado- se descargó el golpe.
Por supuesto que no es novedad. Los nombres, los rótulos, los marbetes cambian. Las gentes que ofician de políticos, no. Por su naturaleza esencial, son los mismos de ayer y de siempre. Bajo la leva del oligarca o bajo el poncho rojo del indígena, hay un sujeto genérico. Debido al peso de la ineptitud sucumbieron aquellos; al escenario vacío, con más entusiasmo que capacidad, irrumpieron los otros. Pero son la misma…
En los días precedentes al 22 de enero de 1974, cuando la dictadura de Banzer, se propaló por todos los medios que el gobierno no aplicaría ninguna medida económica. Pero en seguida vino el feroz garrotazo del dictador. Se devaluó la moneda, subieron los precios de los alimentos y de los combustibles. Hubo masacre de campesinos en Tolata. La protesta se reprimió a punta de bala.
No fue Banzer el primero ni sería el último. Los dictadores se renuevan cada cierto tiempo. Recurren a los mismos métodos, las mismas estratagemas, las mismas artimañas. Para ellos el pueblo siempre es guapo, se traga todo; hasta las mentiras más flagrantes se traga. Cerca de Navidad, ante la profusa propaganda comparativa, negaron tres veces el “gasolinazo” que se venía. Los que eventualmente mandan siempre creen que la opinión pública es oligofrénica; es decir, tonta. Y ellos, los únicos inteligentes. ¡Craso error!
Por lo demás, el problema de fondo es harto comprensible. El pésimo negocio con los carburantes se sabía. No por la propaganda astuta desplegada. Antes nos lo dijeron varios analistas. Y el gobierno “callaro” nomás. El hecho es que comprábamos caro fuera y se revendía vía contrabando, a precio subvencionado, a los países vecinos. Perdía pues el país, incluyendo ahora al apócrifo Plurinacional. Era tiempo, ciertamente, de racionalizar los precios. El contrabando, la corrupción y el narcotráfico son las cabezas de la hidra que amenaza devorar a Bolivia.
Al fin parece que se empieza a identificar al verdadero enemigo del régimen, que no es la menguada oposición perseguida, ni la Iglesia Católica, ni los periodistas. Es el monstruo ése que se ha mencionado. Y éste no viene solo, ya se verá. No hay tirano inexpugnable cuando la economía socava su pedestal. Sin ser tirano, más bien con alto índice de apoyo popular, el presidente Hernán Siles Suazo tuvo que acortar su mandato. La hiperinflación lo arrinconó; el país estuvo al borde del precipicio. El 21060 le salvó. Son datos históricos; no se pretende hacer apología de nada ni de nadie.
Pero Banzer tuvo el valor civil de dar la cara. Sus acólitos dijeron que el decreto del “gasolinazo” era una medida heroica. No empujó a nadie para que haga las veces de él en el difícil trance de anunciar la medida. Las explicaciones sin el respaldo de autoridad moral de quien las explica no sirven. Veremos qué pasa. Se exacerban los ánimos si aparte de encarecer la vida de los demás, demuestran los gobernantes que a ellos no les afecta la crisis. ¿Serán ahora capaces de ser consecuentes con lo que predican? Eso de la austeridad fue una falacia. Innumerables hechos cotidianos lo desmienten. Cinco años privilegiaron la política; ahora la emergencia tiene otra cara. El opulento país de los que se hallan en las nubes tendrá que situarse en la tierra; dejar las ficciones y encarar la vida en su cruda realidad.
(*) Columnista independiente
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.