La utilización de adjetivos, siempre fue considerada una actitud de muy mal gusto. Pero, si esas formas de expresión son recurrentes y son utilizadas por las más altas autoridades de un país, debe preocuparnos. El señor Presidente y el señor Vicepresidente, nos representan a todos nosotros dentro y fuera de nuestras fronteras; de manera que lo que digan, ya no es a título personal.
El lenguaje diplomático tiene su razón de ser, pues sirve para preservar las buenas relaciones y el respeto mutuo, con los países amigos y con sus representantes legales. Por eso, el calificar de “gordo” a un presidente, dice muy mal de quien se refiere así de un Primer Mandatario de un país vecino. Es una forma de discriminarlo por su contextura física, con un lenguaje inapropiado. Por su parte el señor Vicepresidente, calificó de “ignorante”, nada menos que a un Premio Nobel, levantando críticas en todo el mundo, y por más que se niegue dejó muy mal parado al país en el ambiente de la cultura universal.
Pero, la lluvia de adjetivaciones se traslado al interior de nuestro país y fue el Primer Mandatario que calificó de “Cobarde” a su antiguo aliado que se dice “sin miedo”. La cosa no quedó ahí, llamó “mañudos” a los opositores, porque según el gobierno, están eludiendo la justicia, que últimamente está muy activa en busca de defenestrar, encarcelar y anular políticamente a potenciales rivales electorales.
Es un hecho que quien echa mano a los adjetivos, carece de argumentos para referirse a las personas en un ambiente político enmarcado en la democracia, donde debiera primar el respeto y la tolerancia. Con mayor razón, si acaba de aprobarse una Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación. El utilizar adjetivos es también una forma de discriminación; pero, al parecer esa ley está hecha para todos los demás, menos para quienes tendrían que respetar y hacer respetar lo que firmaron de puño y letra.
Por otra parte, el insulto lo único que hace es ahondar las diferencias ideológicas y políticas que podrían existir, y lleva necesariamente a la confrontación, cuando los aludidos reaccionan ante las ofensas recibidas. Por eso, en este mes que se caracteriza por hacer prevalecer la paz y el amor entre los hombres, por sobre todas las cosas, es necesario que no se cree un ambiente de confrontación, en la mayoría de los casos, innecesaria. Es también un mes que debemos dedicarlo a la íntima reflexión de nuestros actos en todos los planos del quehacer ciudadano, y tratar de rescatar los puntos de coincidencia que sirven para unirnos y desechar los odios y las pasiones que nos separan irremediablemente, llevándonos a un campo de confrontaciones, ahondando nuestras diferencias.
Aprovecho esta oportunidad para desear a todos quienes semanalmente siguen esta columna una noche de paz en esta navidad, para que alrededor de la mesa se iluminen los rostros con sonrisas de fraternidad y amor.
¡¡ Feliz noche de Navidad!!
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