El paso inexorable del tiempo nos coloca una vez más ante una dura realidad que es parte de la convivencia entre bolivianos y que como hace un año llega con un gran paquete de promesas y esperanzas, pero también de una marcada desigualdad que no ha sido superada y que lastima a las mayorías.
Estamos viviendo de promesas, seguimos creyendo en la llegada de mejores días para todos; sin embargo, las condiciones reales y no las ficticias de las macro finanzas nos colocan en un escenario en el que se desarrolla un acto con protagonistas diferentes, aquellos que en uso de poderes coyunturales están en condiciones de celebrar una feliz navidad y los otros que aunque quisieran no pueden alcanzar ese nivel de disfrute porque sencillamente las condiciones son diferentes.
Cada año sucede lo mismo, las diferencias se marcan ostensiblemente en este tiempo tan corto en el que casi todos tienen ideales altruistas pero no siempre pueden cumplir sus objetivos. Es parte de una distorsión generada por un frío mercantilismo que aviva la competencia y disminuye el verdadero sentido de la Navidad… todos buscan ser mejores, pero regalando más y ese factor de medir las posibilidades individuales nos aparta del objetivo de sentir de veras el milagro renovado del Nacimiento del Hijo de Dios que llega con bendiciones para unir a todos, a las familias en conjunto, sin diferencias y sin medir el valor de los ingresos.
La Navidad nos abre un camino de paz y armonía, de perdón y de conciliación, su sentido es solidario y de ningún modo vanidoso u ostentoso, por eso se espera este acontecimiento de rememorar el nacimiento del Niño Dios con el ideal de alcanzar sosiego, pero sobre todo de irradiar amor y solidaridad, de escuchar y perdonar, de limpiar lo malo que desune y fortalecer los vínculos familiares que son parte importante del núcleo social que hace posible la vida en comunidad.
Este es un tiempo particular, tan breve pero tan profundo, que puede cambiar el sentido egoísta de ver las cosas con el lente de la frivolidad y despertar en los más reacios la capacidad de comprometerse con ideales solidarios que nos aproximen más unos a otros, sin diferencias y en pos de objetivos comunes de profunda reciprocidad.
En este tiempo altamente materialista, por lo tanto consumista y mercantilista, hay quienes quisieran imponer ciertas ideologías políticas o culturales, esas que cambian el sentido de vida y dignidad y que pretenden convertir al ser humano en un objeto de mercado, comercial y sin conciencia, por lo tanto apartado del sentido cristiano que nos acerca religiosamente a Dios para recibir sus bendiciones y disfrutar del verdadero poder de la dicha, el amor y la felicidad.
No confundamos deseos con promesas, puede ser poco o mucho lo que quisiéramos tener y dar, sólo la realidad nos muestra lo que es posible alcanzar en nuestras reales posibilidades, sintiéndonos felices, solidarios y humanos.
La Navidad es la renovación de Fe en el Ser Supremo que irradia amor y que quiere que todos sus hijos vivan en paz, armoniosamente unidos y seguros de encontrar siempre un mejor destino. Disfrutemos con amor de una solidaria navidad, sin rencores y sin temores.
Fuente: LA PATRIA
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