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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 La vileza del poder - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
El representante mayor del totalitarismo fue Nicolás Maquiavelo, el Padre de la Ciencia Política, el que hizo posible entenderla como ciencia y definirla como un espacio fundamental del “utilitarismo” y hoy en Bolivia continúan su “letra muerta”, no en su eficiencia, sino en su vileza. Fue un escritor y político italiano arrogante, no obstante brillante. Se caracterizó por su perversidad y, en su filosofía política, dio principio a la “ciencia política” como la conocemos hoy. Según su percepción “El dirigente debe regirse por la Razón de Estado, anteponer la eficacia a la moral y someter a su voluntad a los restantes poderes de la sociedad, incluida la Iglesia”.
Pero, el poder es mucho más complejo de lo que se piensa. Ya muchos teóricos reflexionaron sobre el tema. Por ejemplo, se lo plantea como el derecho o posibilidad de hacer una cosa o ser más fuerte que otro, ser capaz de vencerle. No obstante, su filosofía radica en un escenario mucho más complejo. Su internidad, o sea su estructura, radica en la posesión arbitraria, se define en su falta absoluta de respeto a la condición humana, la prostituye, la deteriora hasta que la postra en sus pies. Pero, no basta describirlo ya que, como lo dijo un gran dramaturgo alemán, su nombre quedó registrado en la historia de los antinazis y no es necesario mencionarlo, aproximadamente dijo que no había que celebrar la muerte del fascismo porque la bestia que lo parió estaba viva.
El poder, en su forma más despreciable, es el político, el encuentro de los ciudadanos con sus representantes, los políticos formales, en un espacio terrible, el de la confrontación fatal, el escenario vil. Y la política radica precisamente en su impaciencia, en su torpeza estratégica. Ella existe solamente para medrar y subsistir en su relación pérfida.
Maquiavelo dijo lo siguiente: “Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres, han sido o son repúblicas o principados. Los principados son hereditarios (…) o nuevos. Los nuevos, o lo son del todo (…) o son como miembros agregados al Estado hereditario del príncipe que los adquiere (…). Ésta es la representación mayor del absolutismo, del totalitarismo nazi o de la barbarie de Stalin, la que mató un proceso, el comunista, lo ahogó en su ego.
Sería pertinente hablar sobre el concepto de poder. Es la idea de la posesión física, es la pertenencia. Se trata de “dominar” al individuo. Es “la usurpación del sujeto”. Implica la apropiación del hombre o mujer. Y Foucalt se refirió al tema con toda precisión en su obra “La microfísica del poder”, hablando de las situaciones particulares en los escenarios humanos, aquellas confrontaciones cuasi sensuales entre los dos de la pareja. Él describió científicamente la estructura de las relaciones humanas, planteándolas en el microcosmos de sus debilidades, en sus universos microinfinitesimales y las trasladó a “Palacio” para justificar el hecho de gobernar.
Y sería inevitable referirse a que el poder no es tan simple. Pasa por su violencia, por su inevitabilidad histórica, por su estupidez, pero, a su vez, por su incuestionabilidad. Y el autor no puede extenderse en apreciaciones más concretas, o directas, a título de ser enjuiciado por “violar, que no violentar cierta ley”.
Desde su condición, Maquiavelo lo dijo: Hay tres modos de conservar un Estado que, antes de ser adquirido, estaba acostumbrado a regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad: primero destruirlo; después, radicarse en él por último, dejarlo regir por sus leyes, dejarlo pagar un tributo y establecer un gobierno por un corto número de personas, para que se encargue de develar por la conquista. En este principio nace y muere el poder, el de Maquiavelo y de Álvaro García Linera, el lúcido, pero inteligente Vicepresidente, y más astuto todavía, el que supo derrotar a la oposición de derecha.
El fenómeno del poder se encuentra en su debilidad intrínseca la que radica en una imposibilidad histórica. Él pervive con la muerte y en su encuentro morirá, no obstante su agonía tardará porque radica en los peores sentimientos humanos. Se alimenta vorazmente del odio y la “necesidad” de destruir al contrario, el que solamente “nos estorba”.
(*) Politólogo
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