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Domingo 12 de diciembre de 2010

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Revista Dominical

Una narración… una historia para contarla

Augusto Dávila: Seis décadas consagradas al periodismo

12 dic 2010

Fuente: LA PATRIA

Con merecimiento propio es “Premio Nacional de Periodismo 2010” • Por: Mónica V. Aramayo Quinteros - Periodista

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Sentado en la comodidad de su sillón, al parecer su preferido instalado en un lugar soleado de la sala de estar de su hogar, está el Dr. Augusto Dávila Sanabria, “un orureño, nacido en Potosí” que con 87 años de edad de los cuales 65 los consagró al periodismo; con la mirada soñadora y vivaz evocando el pasado está dispuesto a contarnos, los pasajes más importantes de sus casi 25.000 días vividos en la redacción de un diario, la cabina de una radio, en medio de máquinas de escribir, micrófonos y teletipos que le significó relegar un poco la vida en familia; descripción que se resume al considerarlo en un periodista de tiempo completo y dedicación exclusiva.

Esta personalidad, ícono del periodismo orureño, por ser maestro de varias generaciones, promotor para la creación de organizaciones gremiales de prensa y reconocido por una intachable trayectoria, con merecimiento propio fue galardonado por la Asociación de Periodistas de La Paz, con el “Premio Nacional de Periodismo 2010”, lauro mayor al que aspiran los periodistas en Bolivia.

“El Periodismo es sinónimo de un voto de pobreza y humildad” fue una de las primeras frases que expresó con tono de reflexión y consejo para las nuevas generaciones de periodistas.

Con una lucidez impresionante el abogado graduado en 1952, profesión que la ejerció sólo por cuatro meses; con lujo de detalles comienza a narrar sus anécdotas y sin sabores del oficio de periodista. Confesó que cuando tenía 60 años pedía vivir hasta los 70, luego ante la proximidad del año 2000 le invadió una inusitada curiosidad por el cambio de siglo y pidió seguir viviendo. “Ahora ya me estoy pasando, y debo dar gracias a Dios por darme salud, ante todo”, dice y se ríe con la afabilidad que lo caracteriza.

Afirmó que el periodista es un profesional que trabaja sin límite de horario, pero si trabaja con vocación se convierte en un apostolado de servicio, donde no cuentan las satisfacciones materiales, pero si morales. “Esas satisfacciones no puedes tocarlas, pero te las llevas dentro”, resalta.

ARTESANAL Y

MODERNIDAD

Dávila, nacido al periodismo a mediados del siglo pasado, dijo que el trabajo allá por los años 40 era artesanal, comparado con la modernidad actual, pero esa limitación no derrotaba a la imaginación.

“No había computadoras, menos internet. Por ejemplo en el caso de las fotos, cuando era corresponsal de La Razón, pero en tiempos de Aramayo, había partidos de fútbol en el Oruro Royal, me exigían fotografías. Si el partido era a las 16:00 tomábamos fotos del primer tiempo, sacábamos el rollo de la cámara, lo ponía en un sobre y a toda carrera me iba al puente, próximo a la cárcel de San Pedro y al primer viajero voluntario le pedía que lleve el rollo hasta La Paz”, narra.

Confiado en la honestidad de los mensajeros, Dávila sólo atinaba a realizar una llamada de larga distancia para comunicar el envío, aunque algunas veces no tenía un feliz término.

“Era chistoso, yo debía llamar al periódico y decir: mandé las fotos en una camioneta verde, el chofer es gordito, lleva bigotes…, así. Pero, alguna vez no llegó la encomienda y la nota quedaba incompleta”, dice recordando que por entonces ni las carreteras estaban asfaltadas.

En cuanto a la redacción del texto, de manera particular los corresponsales de prensa, dijo que debían tener la creatividad suficiente para elaborar su material informativo en una nota de 20 ó 30 palabras que luego debían ser transmitidas en telegrama. Para entonces esa cantidad de palabras era demasiado, al extremo que los telegrafistas, eludían su envío postergando su transcripción escondiendo las noticias periodísticas, entre el resto de los documentos.

Con un orgullo particular cuenta que en los años 50, debido a la intransitabilidad de las carreteras, el envío de fotografías entre La Paz y Cochabamba era casi imposible o demoraba hasta 12 horas, pero en Oruro por ser una ciudad intermedia entre las dos, LA PATRIA se daba el lujo de publicar fotografías llegadas de ambas ciudades, tras un viaje de por lo menos 5 horas.

Otro pasaje de su vida se refiere a una ocasión cuando Bolivia vivía un conato revolucionario, Dávila se vio en la necesidad de cubrir la información en Oruro y luego buscar un medio de transporte y viajar hasta La Paz para redactar sus noticias, responsabilidad que le significaba la felicitación de sus jefes inmediatos.

PIANO

A tiempo de describir la cotidianidad de una Sala de Redacción de entre 1940 a 1960 e incluso años posteriores, dijo que para los oídos de los redactores el sonido del “zapateo” de las teclas de una máquina de escribir, era como música.

Esta apreciación coincide plenamente con la descripción detallada por la desaparecida periodista, también mentora de muchas generaciones, Ana María Romero de Campero, cuando en una de sus columnas publicadas en La Razón con el seudónimo de Anamar menciona: “Las teclas nos conocen bien. Saben cuándo estamos inspirados y cuánto nos cuesta parir una simple idea. No se inmutan por ello, no cobran agravios, ni exigen nada. Responden solícitas al contacto con nuestros dedos. Estoy convencida de que entre ambos existe una relación especial. No sé bien si juegan al pesca – pesca o practican el zapateo americano, pero es un hecho que se divierten mientras uno trabaja”.

MODERNIDAD Y

DESHUMANIZACIÓN

Dávila, entre sus recuerdos tiene grabada la imagen de una antigua Sala de Redacción, donde se trabajaba en máquinas de escribir cargadas con rollos de papel. De las fotografías recuerda que en el caso de fotos nocturnas, el reportero gráfico llevaba una especie de embudo que lo acomodaba en frente de la toma a captar, accesorio en alguna parte llevaba algo de pólvora que al encenderse un fósforo provocaba una explosión que iluminaba la toma, y si bien salía la fotografía esperada, el olor que quedaba era penetrante.

Confesando una confusión respecto al manejo de la tecnología y modernidad, considera que éste adelanto que silenció las salas de redacción, también provocó la deshumanización entre los compañeros de trabajo. Asegura que ahora existe menos compañerismo, pues los redactores tienen clavada la mirada en sus computadoras y poco hablan con sus colegas. Pues antes al margen del bullicio del tecleo en las máquinas de escribir, se generaba un ambiente de confraternidad absoluta.

“CAUSA NOBLE”

El abogado Dávila, ostentó ese título logrado el año 1952, sólo por 4 meses y luego de atender una causa, prefirió no apartarse del periodismo, actividad que la convirtió en su pasión de vida, pues en su biblioteca personal los libros son casi en su totalidad referidos al periodismo, además de una cuidadosa clasificación de recortes de prensa sobre variados temas regionales.

Como anécdota recuerda que como abogado recién graduado se incorporó a un estudio jurídico, por entonces de un abogado de apellido Villafuerte, donde asumió la defensa de una causa que marcó su destino.

“El Dr. Villafuerte, me envió a una audiencia sobre negación de paternidad. Nuestro cliente decía que le estaban achacando la paternidad de una niña, pero ya en la audiencia era innegable que él era el padre. Retorné al bufete y me negué a seguir llevando la causa, el Dr. Villafuerte me llamó la atención, yo le recordé que al momento de jurar como abogado, juré defender sólo las causas nobles y ésta no era una causa noble, entonces decidí dejar la abogacía y consagrarme al periodismo”, afirma.

Su tesis para titularse como abogado se titula “Libertad de Prensa” y es un compendio de legislaciones de varios países, estableciéndose diversos análisis comparativos. El documento luce páginas un tanto añejas, en papel seda, casi transparente.

Su intensión es publicar un libro en base a su tesis, que la considera, modestia aparte, una de las más completas que contienen leyes sobre libertad de prensa, congresos de periodistas y leyes de imprenta de otros países.

“Está la Ley de Imprenta, desde Simón Bolívar. Siempre hubo intentos para cambiarla, suprimir artículos; dicen que es una ley obsoleta, me imagino que hablan de los términos en que está redactada. Cuando se la concibió no habían medios audiovisuales, pero si hablamos de delitos, el homicidio sigue siendo homicidio, el insulto es insulto nomás, la difamación es difamación. Todo eso está en nuestra Ley y si necesita un cambio sólo es en cuanto al léxico, pero no en contenido”, narró.

SU CARRERA

La carrera de Dávila se inició en 1945 en el diario “Noticias” cuando tenía 21 años, donde comenzó como cronista y años después se incorporó a la planta de redactores del diario LA PATRIA, hasta llegar a la Jefatura de Redacción. Sus merecimientos se completan más aún cuando conocemos que fue cronista, reportero, redactor, editor, jefe de redacción, corresponsal, director, y hasta hace poco editorialista de LA PATRIA, donde además fue un mentor para las nuevas generaciones.

Fue director del diario “La Prensa” (1964), corresponsal de la Agencia de Noticias Fides (1966), director de Radio Universidad (1955-56) y corresponsal del Matutino “Presencia”, donde se lo reconoce como pionero en la edición de suplementos especializados sobre folklore.

Ejerció la docencia por varias gestiones, por los años 50, regentó la materia de Legislación de Prensa en la UTO, luego enseñó Relaciones Públicas y Humanas, así como Derecho Administrativo e Historia de la Economía, culminando como docente de la Carrera de Comunicación Social, en la cátedra de Redacción y Deontología.

Es fundador del Sindicato de Trabajadores de la Prensa de Oruro (STPO), de la Federación de Trabajadores de la Prensa de Bolivia y del Círculo de Periodistas Deportivos de Bolivia, filial Oruro.

Es ciudadano notable de Oruro y ostentan varios galardones entregados por diferentes instituciones locales y nacionales, entre las que sobresalen la medalla al Mérito Profesional “Daniel Sánchez Bustamante” conferida por la APLP, la medalla al Mérito “Enrique Miralles” que anualmente entrega la Asociación de Periodistas de Oruro.

Es poseedor de la condecoración Escudo de Armas de la Real Villa de San Felipe de Austria en el grado de Servicios Especiales otorgada por el Municipio de Oruro, así como la Medalla de Oro otorgada por el STPO, además del Pergamino de Honor y Medalla al Mérito Profesional de la Asociación de Periodistas de Bolivia.

Fuente: LA PATRIA
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