Vamos a insistir, y no nos vamos a cansar de repetir que, el hombre moderno para llegar a convivir mejor con el medio que le rodea y evitar mayores calamidades, debe cambiar radicalmente sus hábitos. En tal sentido, muchas de las acciones que acostumbraba a practicar, no tendrá que ejecutarlas más, tal es el caso del excesivo uso de petardos, cohetillos, dinamitas y fuegos artificiales. Es infalible que, para alegrar una fiesta, realizar una inauguración de algún centro comercial, festejar algún gol, caminar en una marcha de protesta o danzar en una entrada folklórica, como también festejar un simple cumpleaños, y así podríamos seguir enumerando muchísimas más actividades, nunca faltan los ruidosos petardos y cohetillos o últimamente los fantásticos fuegos artificiales. Parecería que sin los bulliciosos explosivos, los actos, ceremonias y festejos no son lo mismo, y es que muchos de los que manipulan esos juegos pirotécnicos, desconocen el tremendo daño que afecta al medio ambiente, a incontables animales, a las mascotas y principalmente a los seres humanos.
Petardos, cohetes, cohetillos y derivados son fabricados con elementos tóxicos y altamente contaminantes, como por ejemplo el desprendimiento de grandes cantidades de azufre, fósforo, pólvora quemada y muchos elementos químicos más. Los cuales al desprenderse provocan una serie de alteraciones al organismo al inhalarlas. Todo eso sin contar, el tremendo daño a los oídos que provocan a las personas, de muchos animales y mascotas como ya hemos indicados y principalmente al sistema auditivo y a los cerebros de todos ellos.
Resulta sorprendente y hasta paradójico, por no decir irónico, que en muchos casos, sean las mismas autoridades, las que fomenten estas nocivas prácticas. Se olvidan y violan, sin que nadie les advierta que infringen reglamentos y normas que ellos mismos aprueban y firman. Parecería que nadie de los técnicos y responsables de las diversas oficinas, tanto de Calidad Ambiental o de Preservación del Medio Ambiente que presentan las diferentes oficinas del Estado, de la Prefectura y de los Municipios, no les advierten a sus jefes que esas prácticas arcaicas y obsoletas producen alteraciones y daños irreversibles a la misma población.
Otro grupo selecto, que realiza sus marchas de protestas estallando petardos, cohetillos y ruidosas bombas a su paso, son los maestros. Mientras que este distinguido gremio que, tendría que dar el ejemplo con protestas pacíficas hacen todo lo contrarío. Marchando al ritmo de sus dirigentes y profesores van estallando una increíble de bombas explosivas, y sin el menor escrúpulo amenizan su marcha con petardos y otros explosivos, alterando la tranquilidad del centro de las principales ciudades, que ya de por sí, se siente perturbada con el ruido de los motores de los automóviles, minibuses y otros. Sumando a todo ese aturdidor barullo son sus propios bocinazos que sin ningún escrúpulo y necesidad aturden a los pacíficos transeúntes y población, contaminado la tranquilidad que debe imperar en una ciudad que se precia de moderna y civilizada.
Finalmente, y pese a que los citadinos ya hemos aprendido a convivir con esos artefactos bulliciosos, no podemos dejar de protestar y quejarnos a los irresponsables que, por irritación, o ignorancia, hacen sonar sus bocinas y clones la mayoría de las veces sin necesidad. De la misma manera reclamar a los responsables de ordenar el tráfico, de penar con altas multas a todos esos que utilizan esa primitiva forma de reclamar sus peticiones o de demostrar su colérica alegría sin límites.
(*) Escritor y naturalista
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