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Domingo 05 de diciembre de 2010

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Revista Dominical

El Mariscal Andrés Santa Cruz en sus 218 años

05 dic 2010

Fuente: LA PATRIA

América en el desequilibrio geopolítico de hace dos siglos. Estas líneas de reflexión escritas a manera de un reportaje a la Historia, tienen como objetivo recoger pasajes trascendentales de la administración que presidió el Gran Mariscal de Zepita, durante los cruciales años de la construcción inicial de los Estados asentados en la región andina, en los cuales se libraron cruentas batallas por la conquista de la independencia americana, contra los ejércitos coloniales de España • Por: Fernando Valdivia Delgado - Periodista

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El Gran Mariscal de Zepita, nació en La Paz el 30 de noviembre de 1792 y bautizado el 5 de diciembre del mismo año, con el nombre de Josef Andrés. Declarado hijo legítimo de Don Josef Santa Cruz y Villavicencio y de Doña Juana Bacilia Calahumana y Salazar, se ha convertido desde muy joven, no sólo en sagaz líder militar y político, sino en un meticuloso organizador de cuanta idea se le presentara y calificado como un admirable administrador.

El martes último se ha recordado el 218 aniversario de su nacimiento y, tomándose en cuenta que el genio estadista había tratado de establecer un equilibrio geopolítico en América Latina, en denodado trabajo que dedicó gran parte de los diez años de su administración gubernativa (1829 – 1839), para posibilitar la creación de la Confederación Perú-Boliviana, como respuesta al poderío de las potencias de Brasil y Argentina que habían consolidado su presencia en el continente, pero sus detractores impidieron que se plasme tal idea.

Sin ceremonias, ni homenajes a su memoria, la fecha de su nacimiento transcurrió sólo como un recuerdo de unos pocos bolivianos y peruanos que mantienen latente la visión del estadista más importante que escribió gloriosas páginas en la historia continental y, muy especialmente, en los territorios de lo que hoy son las dos naciones: Bolivia y Perú.

Josef Andrés Santa Cruz Calahumana, de acuerdo con la norma vigente en el registro ciudadano de aquel entonces, es heredero de un criollo nacido en Huamanga (Josef Santa Cruz y Villavicencio), en la región de Ayacucho, declarado y reconocido como Caballero de la Orden de Santiago y nombrado por la Corona Española, Delegado administrador oficial de la nueva Provincia Caupolicán del Alto Perú. Su madre, heredera del título y posición del Cacique del pueblo de Huarina y Maestre de Campo, Matías Calahumana y Yanaiqui, reconocido con el Derecho Honorífico de Nobleza, perteneció a una familia adinerada de la región del Lago Titicaca.

El Mariscal Santa Cruz, desde muy joven se destacó como visionario y organizador, tanto en el Colegio San Francisco de La Paz, como en Cuzco, donde a partir de 1809 dio continuidad a sus estudios por lapso de un año, en el Colegio Real de San Antonio Abad. Según el historiador, Phillip Parkerson, es allí donde conoce a Agustín Gamarra, quien a futuro se convierte en uno de sus más firmes y fervientes rivales en la administración y conducción de la política, especialmente, durante el período de vigencia de la Confederación Perú Boliviana.

Estas líneas de reflexión escritas a manera de un reportaje a la Historia, tienen como objetivo recoger pasajes trascendentales de la administración que presidió el Gran Mariscal de Zepita, durante los cruciales años de la construcción inicial de los Estados asentados en la región andina, en los cuales se libraron cruentas batallas por la conquista de la independencia americana, contra los ejércitos coloniales de España, así como, un violento período de construcción del Estado Republicano que tuvo como característica, la transición chauvinista de los Olañeta y Urcullo, quienes se encargaron de no alterar los principios elementales del Estado colonial ni la estructura oligárquica minero feudal.

Pedro de Olañeta, general español que combate en Vilcapugio y Ayohuma, siembra en Santa Cruz el principio de la libertad de expresión y de información a los pueblos, como un instrumento fundamental en el proceso de la liberación de América. Es él, precisamente quien introduce en el Alto Perú una imprenta para uso del ejército revolucionario en la difusión de sus proclamas y documentos oficiales, la cual es secuestrada y destruida por Olañeta. “Este oficial español, dice: Destruir la imprenta, ya que con ella no seducirán a los pueblos, llenándoles de embustes, ni insultarán esta célebre invención que ha ilustrado tanto las naciones”. (Carlos Montenegro). Es cuando, por primera vez, sale a relucir el resentimiento español contra Santa Cruz, a quien Olañeta lo califica: “Imprenta tomada al traidor Santa Cruz”.

EL EQUILIBRIO GEOPOLÍTICO EN AMÉRICA

Es importante reconocer que Santa Cruz recogió la idea primigenia del Libertador Simón Bolívar, quien había planteado el proyecto de construir dos Patrias Grandes: La Gran Colombia y el Gran Perú, confederados entre Colombia, Venezuela y Ecuador y Perú y Bolivia, respectivamente, para hacer frente a las dos naciones que emergieron como potencias (Brasil y Argentina) y establecer un verdadero equilibrio geopolítico en América del Sur.

Pero, además, Santa Cruz toma en cuenta la abierta conspiración que tejen desde Buenos Aires y Santiago de Chile, los intereses comerciales de Juan Manuel Rosas y Diego Portales, respectivamente, quienes ven con celo extremo la imposibilidad de competir con dicha potencia, si se llegara a concretar, y amenazados sus intereses oligárquicos que se crearon desde la época colonial erradicada por la fuerza de las armas.

Instaurado el primer intento, Santa Cruz se enfrenta a la obcecada oposición de los caudillos locales que surgen en medio de una incontrolable anarquía social que estalla en todo el territorio de occidente, estimulada por los celos de algunos militares y las infaltables ambiciones personales de contados políticos ligados a la oligarquía minera, también establecida desde época colonial.

Este cúmulo del pensamiento crucista, en opinión del historiador Riva Agüero, convierte a Santa Cruz en el heredero directo de los sueños del Libertador Bolívar y, como tal, era el único llamado a cumplir el ideal bolivariano. Bolívar, de esta manera, lo declara oficialmente su heredero, en carta que le dirige durante los primeros años después de la fundación de Bolivia. Afirma, en parte: “Si ella dice que es mi hija, yo digo que usted es mi primer nieto, porque usted está llamado a nacer en su primer parto de padres legítimos”.

El Mariscal Santa Cruz, por estas razones, es considerado como un estadista nato que demostró sagacidad como administrador del nuevo Estado y resalta su personalidad, por la sutileza y la estrategia con que maneja los asuntos públicos, especialmente, en su relacionamiento con el mundo. Esta personalidad hace posible elevar el nombre de Bolivia, hasta los niveles del prestigio internacional como nación bien organizada, avanzada y poderosa del continente. Las simpatías expresadas por Francia, Inglaterra, Alemania y, especialmente, Estados Unidos provoca una inmediata reacción en Rosas y Portales, al ver que las potencias mundiales dirigían sus preferencias hacia la Confederación para desarrollar sus políticas de expansión comercial y de todos sus intereses económicos a través de Bolivia y Perú, bajo la administración de Santa Cruz.

Este mandatario no sólo tuvo que enfrentar la reacción armada de Chile y Argentina, sino que los feudales terratenientes de Bolivia y Perú se levantaron en su contra, supuestamente para defender los intereses de la patria, sin comprender en esencia el verdadero rol que estaba jugando la Confederación en beneficio de sus habitantes y, por lo cual, se sumaron a la conjura del Mapocho.

Para el historiador y jurista boliviano, Edgar Oblitas Fernández, es la primera experiencia militar en América del Sur que un país enfrenta una guerra contra una triple alianza, como lo hiciera un siglo después, la República del Paraguay. Bolivia estaba asediada por Argentina, Chile y Perú, este último, con Orbegoso a la cabeza.

Este pasaje histórico termina con la célebre sentencia que el Mariscal Andrés Santa Cruz Calahumana (febrero de 1839), firma en Guayaquil, para alejarse definitivamente de aquel escenario en el cual había soñado construir un Estado fuerte y poderoso, organizado y respetuoso de sus leyes, libre y democrático, respaldado por la unión de todos los pueblos que debían enfrentar la construcción de una naciente república. De esta manera, habría superado la situación de crisis que habían legado del prolongado proceso de su liberación del yugo colonial.

La sentencia, decía: “… he arado en el mar y sembrado en el desierto”, en el momento de capitular ante el ejército chileno e informarse que había sido víctima de la “traición de Yungay”. En el manifiesto de defensa de su vida pública, desde Guayaquil, Santa Cruz expresa: “Ballivián se ha excedido a la reputación sorda que le precedía de malvado, de ingrato y de canalla, y yo he perdido favoreciéndole y garantizándole, porque he quedado calificado de mal tino para mis ahijados. Olañeta no me ha correspondido mejor. El tiempo y los sucesos vendrán luego a vengarme de unos hombres que se presentan como los más malvados de América”.

EL LEGADO CRUCISTA

El Mariscal Santa Cruz dejó a Bolivia como legado más perenne y de larga duración, la Legislación Crucista que abarca desde la codificación civil, penal, mercantil, procesal hasta los reglamentos militares que le dieron fisonomía de nación. De esta manera, Bolivia como país, se anticipa a los demás países en ser dotado de una moderna legislación que es la base legal de toda organización civil y militar y que tuvo una duración de un siglo y medio, antes de revisarla.

Sus detractores mantienen vivas hasta hoy las actitudes de Gamarra, Ballivián, Velasco y otros, tanto en Bolivia como en los países vecinos que, inclusive llegan al extremo de destruir lo que permite mantener viva la memoria del único presidente que pensó primero en su Patria, antes que en su vida personal.

Fuente: LA PATRIA
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