El gobierno ha llegado a su nivel más alto de soberbia justamente cuando se encuentra en su nivel más bajo de popularidad.
El vicepresidente, quien maneja la soberbia con ademanes y poses de niño rico, es el que menos aportó a la popularidad.
Aquí se prueba aquello de que si quieres comprar algo barato, se lo tienes que comprar al heredero, que no sabe cuánto costó.
El presidente, quien construyó la popularidad palmo a palmo, hoja a hoja, cato a cato, está ahora muy lejos de quienes le dieron su apoyo.
No sabe que su popularidad fue malgastada por quienes había llamado para que le ayuden a administrarla, no a malgastarla.
El vicepresidente y el ministro de Economía están actuando con esa popularidad como si hubieran encontrado una botella con un genio adentro y creyeran que ha llegado para ellos el momento de pedirle, el uno, ser un político exitoso, y el otro, ser un economista famoso.
Sin el genio de la botella no hubieran sido nada. El uno estaría detrás de Felipe Quispe y el otro en alguna peguita de un banco de segunda.
Pero como tienen al genio de la botella, o del cato, se han dedicado al derroche.
Los otros colaboradores del genio del cato no son mejores. Alguno de ellos es de bajo perfil, pero tampoco aporta mucho.
Entretanto, el presidente sigue confiando en sus colaboradores porque no tiene tiempo para observar lo que ocurre.
Y actúa como si su popularidad estuviera intacta, en el nivel medido por la última elección. Pero ese es un problema del señor presidente. Alguien ha derrochado el fruto de sus esfuerzos. Quizá no tenga tiempo para rehacerse.
Entretanto, el proyecto político que más expectativas creó en las últimas décadas está maniatado por la ineptitud y la falta de ideas. Un senador que observa la situación con mucho detalle asegura que el proyecto político del MAS ha fracasado.
El país ha caído en una situación parecida a la que sufrió la China con la revolución cultural. El gobierno se agota en actos de venganza, de destrucción y no deja espacio para la esperanza.
Con ese ejemplo, el de la China de los años ´70, surge la esperanza de que desde dentro o fuera del MAS aparezca un Deng Siao Ping capaz de darle sentido a las cosas.
La revolución cultural ha llegado al paroxismo. Lo único que hace con eficiencia el gobierno es aquello que los brasileños llaman “patear un gato muerto”. Es el caso Rosza.
Si es regla que después de una revolución cultural llega un gobierno inteligente, como ocurrió en China, los bolivianos pueden estar tranquilos. No todo está perdido.
Lo que vendrá no será parecido, en nada, a lo que fue. Este momento habrá servido para que lo bolivianos entiendan hasta dónde se puede caer si no se toma en serio a la política.
Habrá que enfrentar al monstruo que ha creado el genio del cato: el descontrol de los cocales y con ellos del narcotráfico. Será la pelea más difícil. El narcotráfico tiene la costumbre de matar países.
Fuente: LA PATRIA
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