Demasiado latrocinio permitió Bolivia a Chile, después de la agresión de 1879, en que éste país se impuso prevalido de su fuerza y sin razón. Aquél se resignó a todo lo que Chile se permitió y más de lo que debió tolerarse. Ni los romanos con todo su poder se apropiaron de territorios, si bien sometieron a vasallaje a naciones, mantuvieron sus reyes y autoridades, su religión e instituciones y respetaron sus límites. Se dirá que Bolivia estaba abatida por el desastre de la invasión; que vivía bajo la amenaza del corvo asesino. Aunque no vivida ¿le sucumbió el terror y el espanto de los sucesos de la salvaje ocupación peruana, al extremo de quedar exánime, mendigando piedad al Atila sudamericano, temiendo que tramontaran la cordillera e hicieran tabla raza de sus ciudades y pueblos desarmados y empobrecidos? Así se firmó el Pacto de Tregua.
Ante la hecatombe, coexistieron intereses mineros aliados con el saqueador; seguramente los gobernantes procuraron evitar la masacre y destrucción; pero, en fin, buscaron la solución fácil y más cómoda que la de mostrar el pecho valeroso de otros tiempos, como el vigor y sacrificio exhibidos por los guerrilleros de la independencia como ninguna nación americana, durante largos 15 años, como en las heroicas campañas de la Confederación y en Ingavi. Lo que fuera. Los gobernantes y la clase dirigente de esos años aciagos, actuaron con claudicación cobarde, permitiendo todo lo que se le antojó al agresor, con un entreguismo vergonzoso, entonces y ahora, sin mostrar la altivez y dignidad del vencido en lucha desigual.
Hemos visto en artículos anteriores como se consintió, sin el más mínimo gesto de hombría, el descomunal despojo de un grado geográfico, del 23 al 24 de latitud sur; la ocupación del territorio del arco del río Loa y otras atrocidades que veremos todavía, que no pueden dejarse impunes solo porque a Chile, con la divisa de “Por la Razón o la Fuerza ” le plugo antojarse al incursionar en soberanía ajena, inventando falsos pretextos para ello, como la falacia del incumplimiento del Tratado de 1874 que no hubo.
Ya el Pacto de Tregua permitió la incursión en territorio potosino, señalando el límite oriental de la ocupación chilena mediante cinco líneas partiendo de Sapalegui y terminando en el Volcán Tua, lo que se ratificó en el art. 2º del Tratado de 1904 que estableció el régimen del “dominio absoluto y perpetuo de Chile” en ese territorio fijado por dicha tregua.
Pero hete aquí que el Tratado de 1904, después de reconocer del “dominio absoluto y perpetuo” de Chile los territorios ocupados por éste en virtud del Pacto de Tregua, contradictoria, abusiva y usurpativamente señala otros límites de sur a norte, internándose a mayores territorios potosinos y luego desconociendo los límites entre Tarapacá peruano y Bolivia incursiona en nuestro altiplano, con el mayor exceso, abuso e impunidad, sin respetar el límite natural entre el Perú y Bolivia a que se refirió el Tratado de Ancón y el mismo Pacto de Tregua.
Con este despojo los chilenos se apropian de los riquísimos yacimientos borateros de Ascotán y Chilcaya, que solo éstos valían más de 50.000.000 de libras esterlinas; se internan en una esquina del Salar de Coipasa y en la cuenca del río Lauca que era íntegramente boliviana; se apoderan del lago Chungara y de varios poblados, volcanes y serranías y pisan la altiplanicie boliviana, que significan miles de kilómetros cuadrados.
¿Por qué tanta extralimitación? Esos territorios nunca fueron objeto de litigio, de donde resulta una inicua apropiación, una exageración de poder arbitrario que carece de todo respaldo no ya legal, si no de la recta razón.
Desde antiguo hubieron varios deslindes en esta frontera, hay antecedentes que en la Colonia se verificaron en 1528, 1581, 1716 y en 1721 para fijar después en el divortia acuarum formado por las cordilleras occidentales que dejaron a la Audiencia de Charcas, después Bolivia, toda la cuenca del Lauca y las zonas que nombramos líneas arriba, de los que Chile se apropia ilegalmente en el Tratado de 1904; sin considerar las nuevas y persistentes incursiones mediante remoción de hitos, etc., que se cometen en la frontera, con total pasividad o complicidad de las autoridades bolivianas.
Mediante el Tratado de Ancón, el Perú al ceder perpetuamente a Chile la provincia litoral de Tarapacá, claramente señala el límite oriental con la República de Bolivia. Entonces, ¿por qué Chile al imponer a Bolivia el Tratado de 1904, no respetó este lindero y se internó en territorios bolivianos que en ningún instrumento fueron objeto de cesión o transferencia a su favor? ¿Por qué Bolivia permitió esta alteración de límites? Son territorios que legítima y jurídicamente ingresan en el derecho de reivindicación; y, sin embargo de todos estos despojos perpetrados ¡Chile se permite arrostrar que no cede, ni regala ni un centímetro de su territorio! ¡Existe un paralelo entre esta postura y la de un ladrón que escupe a su víctima que lo que le robó no puede devolverle ni transferirle bajo ningún título!
El Tratado de 1904 establece el régimen del “dominio absoluto y perpetuo” en el territorio entre el paralelo 23 y el río Loa; pero en este sector, sobre los territorios invadidos en la frontera con Potosí y Tarapacá hacia Bolivia, hay una ocupación arbitraria, violenta, absolutamente ilegal, sujeta a reivindicación de su dueño porque no está comprendido dentro de ese “dominio absoluto y perpetuo”. En Bolivia se ha olvidado la enormidad del atropello de sus derechos.
(*) bdlarltd@hotmail.com
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