Paso a paso, con calma, sin tregua, avanza en el país un nuevo fenómeno social que tiene larga historia en México, Colombia, Centroamérica, Brasil, pero que acá es aún novedoso y poco nombrado, nada estudiado: el bandolerismo social.
Hobsbann toca el tema en su libro sobre los rebeldes primitivos y las relaciones complejas entre el surgimiento de la mafia siciliana y la lucha contra los terratenientes. La Revolución Mexicana de hace un siglo tuvo entre sus protagonistas a luchadores agrarios que más tarde se convirtieron en cuatreros y asaltantes, muchos en la frontera norte donde ahora ese país se desangra en violencia cotidiana.
Los “cangaceiros” brasileños, los combatientes en el Sertao combinaron la influencia del mesianismo con asaltos a inocentes y la lucha contra los poderos locales, los hacendados. Sus biografías entreveran ideales sociales con asesinatos innecesarios.
Colombia tiene en su historia varios ejemplos de bandolerismo social. De ellos, los más destacados son los guerrilleros liberales como Guadalupe Salcedo, quienes después de los pactos entre los jerarcas, siguieron su lucha solitaria. El reclamo por acceso a terrenos estuvo nublado con delitos comunes. Heroicos guerreros se convirtieron en ladrones en tiempos de paz.
Un extremo vive El Salvador, donde campesinos movilizados por el antiimperialismo y contra la United Fruit terminan sus días como delincuentes comunes; sus hijos desarraigados son parte de las maras, rebeldes y fatales.
En Bolivia, el bandolerismo social se extiende porque el poder está incapacitado para responderlo, frenarlo, dar las respuestas correctas. Un primer caso fue el linchamiento de un alcalde en Ayo Ayo ¿justicia?, ¿venganza? Hubo un juicio, una sentencia, pero uno de los acusados es a la vez representante en la Asamblea legislativa Departamental y hay silencio en el Órgano Electoral Plurinacional.
Otro ejemplo es el asesinato de policías en Uncía porque extorsionaban a comerciantes (probablemente contrabandistas) de vehículos usados. El informe de UNIR lo coloca en la categoría de conflicto contra los Derechos Humanos, categoría que no comparto. ¿Por qué actúa la población? ¿Es o no un crimen, así sea colectivo? ¿Los autores de esas muertes son héroes sociales, son delincuentes?
La flagelación contra Marcial Fabricano, defendida por Xavier Albó, ¿puede ser aceptada por un Estado moderno? Se justifica porque es un “uso”, una “costumbre”. ¿Acaso este tema no es un retroceso al primitivismo? ¿Cómo calificar a los autores?: ¿Justicieros, luchadores sociales, militantes de un partido? ¿Cuánto pesa su acción en la construcción de un estado de derecho? ¿Merecen o no castigo de acuerdo a la normativa que aglutina al resto de los bolivianos?
La lista es muy larga y compleja. Se juntan reclamos por terrenos, casi siempre ajenos, con los negocios turbios, sean de loteadores, de narcotraficantes. En diferentes informes sobre poblaciones rurales asoma con frecuencia el tema de la pichicata. ¿Qué fue del yatiri sospechoso de fabricar la blanca? ¿Descolonizados angurrientos?
Los sin tierra, los sin techo, y sus asesores abogados, ¿buscan el bien común?, ¿luchan por los pobres?, ¿o en el fondo son simples bandoleros- violentos- con una buena cobertura de “lucha social” pero con el fin perverso de tener más y más capital?
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