La influencia de la televisión en la educación actual
22 nov 2010
Fuente: LA PATRIA
Por: Jaime Adán Marka Chambi
Las circunstancias de la vida cotidiana, el trabajo y las ocupaciones obligan a menudo a padres e hijos a vivir separados. Si lo pensamos un momento, llegaremos a la conclusión de que en el curso de una jornada son muchas y posiblemente demasiadas las horas en las cuales los padres (ambos o uno de ellos) y los hijos no se ven. Esto influye negativamente en el mantenimiento de una estrecha relación, por el hecho de que la cercanía psicológica y afectiva es esencial en el ámbito familiar y está en la base del desarrollo moral de los pequeños y de la juventud.
Pero el problema no es sólo la limitada disponibilidad de tiempo libre, sino el uso que se hace del mismo. No es frecuente que cuando padres e hijos pueden estar juntos no aprovechan adecuadamente la oportunidad de hacerse recíproca compañía, de estar realmente juntos, de comunicar, de ocuparse de cosas de interés común, de intercambiar atenciones y cuidados.
En el tiempo libre se realizan más actividades de las convenientes, o sea que padres e hijos muchas veces contiendan viviendo “vidas separadas”, aún en el caso en que se encuentren físicamente cerca. Dan la impresión de estar juntos, pero están solamente cerca, unos ocupados en una cosa y otros en otra, según sus intereses. Las excusas se reducen a invocar el hecho de que cuando el padre se encuentra en casa debe ocuparse de cosas serias, como por ejemplo leer el diario o enterarse de las últimas noticias económicas y políticas. A la par los niños también pueden leer o mirar su programa televisivo favorito para no interferir las actividades paternas. En conclusión, aún cuando padres e hijos podrían estar juntos, hay una limitada integración de auténtica comunidad entre ambas partes.
Los intereses y las ocupaciones que alguna vez pueden fatalmente ser divergentes, deberían volverse convergentes. Tomaremos, por ejemplo, el área de los espectáculos. El padre puede preferir ciertos programas de televisión que tal vez aburren a sus hijos, o no se adaptan a la edad de éstos. Con un pequeño esfuerzo siempre se pueden encontrar espectáculos que todos los miembros de la familia pueden mirar con satisfacción. A decir verdad, los padres, si tienen verdadero interés en la buena educación de sus hijos, deberían, aún en este aspecto, tratar de no alejarlos. A menudo los chicos miran espectáculos televisivos que no entienden bien (inclusive dibujos animados) o que les dejan perplejos, y reciben impresiones negativas. Por lo tanto, los padres deberían vigilar cada uno de los programas que los pequeños y jóvenes miran, para poder hablar con ellos sobre los mismos y para encontrar puntos válidos de conversación que puedan servirles como argumentos de interés general acerca de temas importantes de la realidad de la vida.
Los padres deberían también dirigir o coordinar los espectáculos que los niños observan. Eligiendo cuidadosamente los programas que permitan ver a sus hijos, y que ellos mismos observan, los niños se habitúan desde temprano a dirigir sus intereses y a encontrar argumentos comunes para discutir o resolver con sus padres.
El secreto se encuentra mayormente en saber hacer la elección y luego conversar y discutir todos juntos acerca de la forma más oportuna de interpretar lo que se ha visto y aplicado a la vida diaria. Los niños deberían ser animados a hacer preguntas y a lograr una comprensión profunda y coherente de todo lo positivo que estos programas pueden ofrecer.
De lo contrario el niño se acostumbra a ser solamente un telespectador o un observador, pero no un pensador.
Inclusive algunos programas o películas documentales que pueden resultar aburridos para un niño pequeño, si los padres les proporcionan el incentivo oportuno, podrían ser aprovechados intelectualmente por los pequeños de acuerdo con su edad. Un niño podrá no comprender la trama o tal vez el motivo científico de un documental, pero sí puede gozar de las imágenes y de los pequeños acontecimientos dentro del lógico argumento. Mucho del aprendizaje en éste sentido dependerá de la correcta comunicación que haya entre padres e hijos frente a acontecimientos sociales, culturales o familiares que se realicen en conjunto.
El proceso enseñanza-aprendizaje del hogar es una tarea de toda la vida. Los padres deberían ser conscientes de que en todo momento del día están educando, inclusive durante la hora de esparcimiento o el tiempo libre. Y quizá sea en estos momentos cuando los niños aprenden más, ya que reina un clima informal de amistad y comunicación de la familia. Nada importante debería pasar por la vista, el oído y la mente del niño o del joven sin llevar la debida explicación de sus padres.
(*) Licenciado, Director Distrital de Educación de la Provincia de Mejillones del Departamento de Oruro
Fuente: LA PATRIA
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