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Domingo 21 de noviembre de 2010

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Cultural El Duende

Todos los Trágicos Desiertos de Miguel Ildefonso

21 nov 2010

Fuente: LA PATRIA

El crítico literario Javier Agreda nos presenta el último trabajo del poeta limeño Miguel Ildefonso (Lima, 1970) quien ganó los Juegos Florales de Poesía en la Pontificia Universidad Católica del Perú en 1995. Entre otro, ha publicado los poemarios Vestigios, Canciones de un bar en la Frontera y Las Ciudades Fantasmas. En el 2001 Ganó el Primer Premio de Poesía COPE. Fue Director de la revista literaria electrónica El malhechor exhausto.

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Sigo la trayectoria literaria de Miguel Ildefonso desde sus inicios, cuando lo conocí en San Marcos, en el taller de poesía que entonces tenían a su cargo Marco Martos e Hildebrando Pérez. Ya en Vestigios, su primer poemario, publicado en 1999, se podían encontrar los tres elementos básicos de su poesía: la descripción de la vida cotidiana urbana, el universo de la literatura y el arte, y la reflexión acerca de la propia poesía.

A lo largo de sus siguientes poemarios, casi una decena de títulos, Ildefonso ha ido integrando mejor esos elementos dentro una propuesta poética original y de gran calidad. Los referentes se han ido ampliando, a medida que la experiencia vital del poeta se enriquecía, incluyendo ciudades y paisajes de otros países. Por otra parte, ha replanteado y reformulado varias veces la relación entre la subjetividad del yo que habla en sus poemas y el mundo objetivo que describe, a la vez que ha ido probando con diversos registros del lenguaje y la retórica.

Todos estos cambios los ha hecho siempre arriesgando literariamente, y aunque en este camino ha tenido algunas caídas, la excelente calidad de su poesía se puede comprobar en los numerosos premios literarios alcanzados. Sólo mencionaré dos de los más prestigiosos: El Copé 2002 y, el año pasado, el Premio Nacional de Poesía de la Pontificia Universidad Católica.

Debido a que he seguido de cerca la evolución de esta poesía, me atrevo a decir que los poemas reunidos en Todos los trágicos desiertos, fueron escritos originalmente (aunque seguramente después replanteados y modificados) en la misma época que los de Canciones de un bar de la frontera, poemario publicado el año 2001. La segunda sección de aquel libro, titulada Cuaderno del desierto de El Paso, estaba centrada precisamente en la misma geografía (el desierto norteamericano, aquel tan conocido por los westerns cinematográficos) y las duras experiencias de los latinos que intentan pasar ilegalmente de México a Estados Unidos.

Como en Canciones… Ildefonso intenta esta vez integrar una gran diversidad de registros poéticos, además de buscar cierto equilibrio entre opuestos como lo poético y lo narrativo, las referencias librescas y las experiencias de la vida cotidiana, el lenguaje simbólico de la lírica y la peculiar oralidad de los personajes. En el poema que abre Todos los trágicos desiertos, por ejemplo, lo vital se expresa directamente: huir en los bagazos / herido por la espalda / ala desierto va por lana / mojado va por su chiquilla mojada / herido en los tuétanos vacíos / parido en una red eléctrica / por zanjas en llamas…

En cambio, en el segundo poema, lo cultural y estético pasa a un primer plano: Es la escena final de Apocalisis Now / Brando baja de su moto / su casaca negra da la espalda a la cámara / la punta del machete brilla mientras se oye / unos versos de Eliot… Y el poema sigue con menciones a Jim Morrison y Allen Ginsberg.

Además, los poemas son ahora algo así como fragmentos del discurso de un hablante alucinado que traduce en creativas metáforas y símiles todo el caos, la miseria y la violencia que ve. Un mundo en ruinas, o desmoronándose, pero que puede renacer a partir de la imaginación artística. De ahí las frecuentes alusiones a escritores, poetas y obras de arte en general: un hueco adorna entre mis costillas / huellas de incas muertos se han tallado / en mis sueños / todos los carros en el free way / se borran en los senos de Z / los helicópteros los alacranes / se tuercen cuando Z hace un giro…

Pero hay una diferencia sustancial entre los poemas publicados hace nueve años y los del libro que hoy presentamos: la conciencia de lo trágico, de lo inevitable del destino. Tal vez la figura emblemática en este aspecto sea Billy The Kid, el asesino niño, quien en el poema Fuga de Billy The Kid se lamenta de su inevitable sino: Adiós al retrato de Juárez que llevaba un corte / y cerraba los ojos cuando lo miraba / adiós habitación vacía en cuya penumbra una tarde vi /al fantasma de mi madre / rezando por mi cuerpo…

Lo mismo sucede en otros poemas. Cito: lo que no fue amor es dolor / dolor Cristiano, dolor Chicano, dolor Peruano / la noche entró aquí / el sol no se había ido / el desierto era una cama para los dos…

Esta nueva visión del mundo, mucho más pesimista y oscura, resulta dominante en Todos los trágicos desiertos. Acaso se trate del pesimismo al que inevitablemente conduce el paso de los años, o simplemente de una etapa más en la evolución de la siempre importante poesía de Ildefonso. En todo caso, como lectores y seguidores de su obra no podemos dejar de felicitarlo por el rigor y la calidad que siempre ha mantenido en su obra, y esperar con grandes expectativas sus futuras entregas.

Era el desierto clandestino de amor

Miguel Ildefonso

Al fuego le decías alba

y en las cicatrices de tus calles

arrojabas lo más grandioso del mundo,

todo rodeado de niños hambrientos.

Al dolor le decías horizonte

o antes de que cierres lo ojos

en el último poste de la avenida

los chasquidos del río se convertían en perros,

venían todos a comérselos, era como una plaga,

luego hacían festejos,

borrachos algunos se hundían en el río,

sólo entonces tú te preguntabas,

tu pregunta era una roca que salía del río,

era el agua del río, era el río en el río

y fuera del río, te reías, ya pe ya pe,

decías.

A la muerte decías escupitajo,

dónde está ese pedazo de mi carne,

pero la noche hedía con colores,

deseos imposibles de agarrar,

te acercabas a la tierra mojada, metías tus manos

y habían huesos, ya no eran de carne, sólo huesos filudos,

podrías haber sido hallado, tapado ahí también

con el sol, con la luna.

A la nada le decías sueño podrido del puente clavado

en la espalda, musgo de paredes donde defecan

los tuberculosos,

un cielo de pólvora que garúa cada vez que quieres hablar

de flores, de madres esperando a Dios

en todas las veredas.

Estabas aquí parado, se oía el ruido de un motor

cruzando la noche, era el viento como el caminar,

era tu corazón como la eternidad

y la eternidad era cada instante.

Fuente: LA PATRIA
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