¡Cuidado! Con hacer desaparecer las materias de Música, Artes Plásticas y algunas llamadas técnicas como se pretendía. No son acaso estas asignaturas las que desarrollan en mayor proporción la iniciativa, la imaginación, la creatividad y la originalidad, que son los objetivos fundamentales a conseguir de la educación, además que estas materias expanden el espíritu para solaz esparcimiento y equilibrio con uno mismo y con el medio que le rodea.
A propósito de las asignaturas los alumnos suelen dividirlas en materias fáciles y difíciles. Según ellos, entre las difíciles están las Matemáticas, Física y Química. Leí en alguna parte de que las Matemáticas son sinónimo de tortura. Empero, el Profesor Escalante ha demostrado todo lo contrario, con su método de motivación permanente aprender el manejo de los números puede ser agradable y ameno. El problema es que algunos profesores no sólo de matemáticas, sino también de otras especialidades complican el asunto, convierten a su materia en algo difícil y no algo que se pueda entender y disfrutar, el hecho es que no saben motivar, ocasionado muchas veces deserción escolar.
Respecto a la deserción escolar, algunos profesores, como los dedos de una mano identificables, piensan que la plataforma que existe en cada aula para observar mejor al profesor es un pedestal de donde no hay que bajar. Saben también como amedrentar, su arma favorita es el examen. Ante tanta presión muchas veces los alumnos huyen despavoridos como almas que lleva el viento Lo más lamentable es que pierden la comunicación con los alumnos, creando animadversión y aversión hacia ellos. Resultado: materia difícil + profesor malo = deserción.
No será mejor que los maestros se adapten a las necesidades, aspiraciones e ideales de los alumnos, les escuchen, se comuniquen con ellos, y lo fundamental descubran cuál es el talento que poseen, cuáles son sus inclinaciones vocacionales, qué habilidades poseen y no aplazar, perdiéndose de este modo talentos innatos con otras cualidades.
Hablando de aplazados, inmediatamente viene a nuestra mente los traumáticos exámenes, el alumno lee hasta el cansancio, no para adquirir conocimientos sino para no aplazarse. El día del examen se siente el ser más solitario y abandonado, acompañado de una hoja de papel, su lápiz y borrador. Con suerte puede recordar todo lo estudiado, pero generalmente ocurre que olvida todo y se aplaza, es que ha utilizado sólo su memoria bruta o natural, que es el retorno integral de lo pasado sin grados ni distinciones. En todo caso el alumno debería utilizar su memoria organizada, que es el recuerdo ordenado, parcial, con omisión u olvido de los detalles menos importantes de una lección. Debe saber discernir lo importante de lo no importante.
El problema es que el alumno no sabe estudiar, cuida más el memorizar que de comprender, nadie le enseña los métodos para el estudio. Considero que ese debe ser el primer y principal papel de los maestros, enseñarles como deben “aprender a aprender”. Para lograr esto se deb aplicar el Estudio Dirigido que es el arte de enseñar a los alumnos aprender, que sepa estudiar, esto es memorizar, comprender y exponer.
Con respecto a los exámenes (mal necesario), el profesor debe saber bien diferenciar los exámenes de valoración de conocimiento con los exámenes de comprobación del aprendizaje. Este segundo tipo es el que merece llamarse examen, ya que tiene por objeto hacer saber si los alumnos están en condiciones de utilizar su material acumulado, saber hacer uso de los libros de consulta, notas, fichas, sinopsis, todo el material didáctico elaborado por él. Quiero decir, que al calificar se debe tomar en cuenta el sacrificio, la voluntad, el esfuerzo que ponen los alumnos para aprender, es decir el proceso, y no solamente regirse al examen memorístico, muchas veces mal preparado que puede resultar la mina del alumno.
Me pregunto, debemos todavía tener a los alumnos como entes pasivos, masas inertes o por el contrario inducirles a que sean actores activos de su formación. No será mejor que toda la comunidad educativa elija internamente a su Director. Por experiencia propia creo que eso es lo mejor. Lo mismo sugiero para nombrar a las autoridades departamentales educativas, que sean todos los maestros de base quienes las elijan, así gozarían de la confianza y del respeto del magisterio.
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