Si hay algo cierto y absolutamente claro es que todo lo que sube baja es la ley de la gravedad y nada puede contradecir ese principio físico en la forma en que se presente, en variada circunstancia y en cualquier tiempo por tanto lo mínimo que se espera es que por lo menos en el caso de la escalada de precios, que han subido de manera desproporcional, estos tiendan a bajar paulatinamente pues ni soñar que su caída se produzca de un día para otro.
Lo evidente es que el proceso inflacionario está causando serios problemas a la comunidad y marcada preocupación a las autoridades encargadas de ejercer control en los centros de abasto, donde los precios “se dispararon” y donde rige la “libre competencia” con respaldo del D.S. 21060 que evidentemente admite el negativo juego de la oferta y la demanda.
El pasado mes de octubre resultó el más inflacionario del año, por lo menos hasta ahora, considerando que hacia el final de la gestión pueden registrarse otras novedades, especialmente por la proximidad de la celebración navideña que obliga al gasto extraordinario de las personas aprovechando -no en todos los casos- el beneficio del aguinaldo, lo que significa un periodo de intenso movimiento económico que puede verse disminuido en la presente gestión en razón a las limitaciones presupuestarias de los hogares bolivianos.
Hasta el momento no hay una explicación concreta sobre las causas que han producido la espiral inflacionaria que da más vueltas y no puede detenerse. Las primeras apreciaciones culpan a los fenómenos naturales, caso de la sequía o las heladas a la escasez de ciertos productos. En otro ángulo de observación el fenómeno tiene que ver con una inflación externa que proveniente de otros países penetra en el nuestro con múltiples efectos que van desde favorecer el contrabando de nuestros productos por sus bajos costos, hasta obligar a tomar medidas de control que alteran el sistema productivo nacional, ejemplo claro el del azúcar y algunos otros productos de la canasta familiar.
Al haberse distorsionado el valor adquisitivo de los salarios propiamente congelados con una canasta familiar imposible de llenarla como sucedía tres meses atrás, la situación se torna muy delicada para la mayoría de los hogares bolivianos que dependen de salarios fijos, en muchos casos, equivalentes al mínimo vital que ni siquiera cubren la obligatoria necesidad de cubrir el gasto de los alimentos básicos para sostener un familia de más de dos miembros.
Algo que tampoco se puede entender es la falta de explicación sobre la posición socio política del Gobierno en torno a la continuidad y validez del criticado D.S. 21060, que en tiempo resultó eficaz para detener un agudo proceso hiperinflacionario y que en la actualidad tal parece que más bien alentara esa situación cuando al amparo de su contenido se argumenta la libertad de establecer precios al antojo de comerciantes, que saben muy bien cuándo ajustar las clavijas para tocar la sonata de la oferta y la demanda.
No sabemos cuánto tiempo más puede permitirse este calvario para las amas de casa y los jefes de familia sin tomar medidas drásticas contra quienes son responsables de la especulación y sus dañinas consecuencias. Sólo queda la confianza en la Ley de la Gravedad, que asegura que todo lo que sube baja. En nuestro caso el asunto es cuándo.
Fuente: LA PATRIA
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