Tachia Quintanar lleva a las tablas el mejor regalo de García Márquez
14 nov 2010
Fuente: Bogotá, (EFE).-
Roberto Rojas Monroy
Él, Gabriel García Márquez, "no me regaló más que el ´Monólogo (de Isabel viendo llover en Macondo´). Le dije: ´Esto es una joya, la quiero´ (...) y me la regaló para toda la vida", confesó hoy a Efe Tachia Quintanar.
"Feliz", pero "nerviosa", Quintanar, la llamada "novia de Gabo en París" por los años 1950, estrenó en Cartagena (norte) el monólogo de Isabel el domingo pasado y esta semana lo presenta en un teatro de Bogotá.
Poco antes de salir al escenario para un ensayo mas, con sus 81 años y pocos kilos, su figura menuda, ataviada con una bata de lino de las que usan las mujeres del trópico caribeño y su cabello corto y blanco, insiste en que es "más declamadora" que actriz.
"Este texto es tan maravilloso que es un poema. Es un poema más. La poesía es mi vida, pero claro que tengo un cariño muy especial por esta obra, por todo el contexto, por ser amiga de Gabriel, y sobre todo porque es un texto poco conocido (...) Lo leí en una noche de insomnio y quedé impactada", reconoce Quintanar.
En un camerino, frente a un gran espejo, muchas luces de fondo y bebiendo sorbos espaciados de una taza de té, Quintanar desgrana recuerdos de los años juveniles en París cuando conoció al autor de "Cien años de soledad".
"Éramos jóvenes y a mí me llamó la atención la dulzura. Era la primera vez que tenía un contacto con Suramérica. El acento de Gabriel, y principalmente su espíritu, lo que llamamos en España ´la gracia´. Él la tenía. Él tenía esa gracia y la conserva aún", rememora "la novia de Gabo en París".
Recuerda también que hace poco le reclamó al escritor, después de tantos y tantos años, porqué la llamaba "generala" y él le dijo: "Porque eres muy mandona y sigues siéndolo".
Todo está dispuesto para el ensayo final de la obra que dura 50 minutos, pero que tomó a Quintanar más de dos décadas de trabajo, la cual, expresa, quiere llevar a México "cuanto antes" para que García Márquez la vea.
Antes de salir al escenario ratifica a Efe que, "claro, es cierta" su relación sentimental con el entonces periodista del diario El Espectador que perdió su corresponsalía cuando el matutino fue clausurado por el Gobierno colombiano de facto.
Para Tachia Quintanar "se le ha dado demasiada importancia" a esa relación que, asegura, fue "una historia muy corta en lo que se refiere a un amor, pero eterna en lo que se refiere a una amistad".
En esa época Gabo, dice, hablaba de Barranquilla, de Cartagena, del desierto sin límite de La Guajira y de su natal, ardiente y polvorienta Aracataca, le cantaba vallenatos y le refería de los olores y de los colores del trópico.
"Me hablaba de todo eso. Además teníamos una pandilla de colombianos en París. Nos reuníamos en nuestro cuartito, que era muy pequeño, y lo que yo ganaba en la semana se iba en una paella para todos que hacía en un reverbero de alcohol", dice y suspira la octogenaria.
Recuerda que en París en esos años "trabajaba de todo y en todo: guardaba niños, limpiaba casas, tenía una emisión en la radio, daba alguna lección de español".
También rememora a los amigos de Gabo, los colombianos que los visitaban, muchos también residentes en la capital francesa.
"Me acuerdo de Hernán Vieco, un reconocido arquitecto, de Pablo Solano, de Arturo Laguado. Por mi cuarto pasó también Camilo Torres (el cura guerrillero) alguna vez", señaló Quintanar a Efe.
Por esos años la declamadora y actriz escuchó por primera vez el nombre de Rafael Escalona, a quien conoció una noche helada en Estocolmo en diciembre de 1982, cuando García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura.
"Como dice mi amiga Patricia Lara, mi casa era como un poco el consuelo porque allí compartíamos la pobreza, compartíamos los vallenatos" y añade que no ha oído cantar tan bien el vallenato como a Gabo, porque los cantaba muy bien.
De vallenato "me sé algunos pero no enteros", y tararea: ´Te voy hacer un casa en el aire, solamente para que vivas tú (...)".
Cuando conoció a Escalona y cuando el compositor empezó a cantar en esa fría noche en Suecia, recuerda con nostalgia, fue para ella "la llantina", por todo aquello que Gabriel le había enseñado: "La casa en el aire", "La patillalera".
Tachia Quintanar, que nació en Eibar, al lado de Bilbao en 1929, visitó Colombia por primera vez en 1973.
"Estuve entonces en Cartagena y conocí a toda la familia de García Márquez, especialmente a la mamá, que era igualita a ´la niña Luisa´, igualita a como la había pintado Gabriel", señala.
Luego, años después, en 2009 conoció Aracataca y corroboró la magia del monólogo.
"Es que leer a García Márquez es estar en todo eso: los paisajes, la tierra. Todo el mundo que uno ve, la que vende las frutas, el portero, el alcalde del pueblo", indica.
Después de traer al presente todos esos recuerdos e incidencias, y antes de salir al escenario para el último ensayo, parece evocar las palabras que pronunció "la niña Luisa" en una conversación años atrás: ese niño mío (para referirse a su hijo Gabriel) "es un chismoso porque no hace mas que contar los cuentos de la familia".
Fuente: Bogotá, (EFE).-
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