Miercoles 10 de noviembre de 2010
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Editorial y opiniones
Constantinopla y la reencarnación: una historia poco contada
10 nov 2010
Por: Maximiliano Corradi
Por causa de las decisiones tomadas en el año 553, en el Concilio de Constantinopla, que fue una reunión celebrada por las Iglesias Católica y Ortodoxa, con fines de establecer acuerdos doctrinarios y de fe, muchísimas personas en todo el mundo han experimentado la ignorancia, con sus funestas y profundas consecuencias hasta hoy en día, también en lo concerniente a la moral y la ética en la vida privada y pública.
Desde entonces, y a raíz de las decisiones tomadas en ese Concilio, la fuerza interna, que redime y cura el alma, sólo puede actuar en una medida relativamente pequeña porque se nos ha enseñado, doctrinariamente, por ejemplo, que la sola fe basta; con ello además todo conocimiento espiritual, toda experiencia de Dios, toda vida interna, religiosa, se declara superflua, nula y nimia. Desde Constantinopla lo cristiano, al fin y al cabo, ya no es cristiano, sino que el “cristianismo” es una herramienta, un instrumento puesto prácticamente en las manos del adversario.
La Ley universal de siembra y cosecha, viene a demostrar la existencia de la reencarnación, un conocimiento ancestral que también conocían los primeros cristianos y que posteriormente nos fue ocultado. La reencarnación no es un castigo de Dios, sino Su justicia y no menos Su gran amor, que da al hombre y al alma la oportunidad de reparar, es decir, pedir perdón y perdonar todo lo contrario con lo que nos hemos cargado siendo hombres y liberarnos así de la carga y del peso que hemos impuesto a nuestra alma. Si nuestros aspectos pecaminosos están purificados, si nuestra culpa ha sido saldada, la consecuencia de ello es que el alma y el hombre tienen una vibración más elevada, pues todo es irradiación, es vibración, para que entonces, cuando haya llegado el tiempo de desencarnar, regresemos con ligereza y rapidez al reino de sustancia sutil, eterno, que es nuestro Hogar eterno.