El crecimiento desmedido del parque automotor en la ciudad de Oruro provoca un enmarañado tráfico vehicular con las consiguientes protestas de conductores, pasajeros, peatones y los riesgos que ello implica, todo por la ausencia de orden en la circulación de minibuses, automóviles, camionetas, vagonetas, micros y hasta motocicletas que también circulan en gran número por calles y avenidas.
Ese inusitado incremento se registra en los últimos años tras la llegada de los “transformers” o vehículos que requieren el cambio del sistema original de dirección de la derecha para tener el volante en el lado izquierdo y así cumplir la norma boliviana. En las calles se advierte la presencia de gran número de minibuses que “reemplazan a los tranvías” y circulan de manera cotidiana formando una larga columna que muchas veces -sin exagerar- llega a cubrir toda la cuadra, por el centro de la calle donde las pequeñas vagonetas de color verde, rojo y celeste, incluso impiden el paso de peatones, más aún si de trata de ganar pasajeros.
A eso se suma el gran número de vehículos estacionados en ambos lados de la calle, obstruyendo incluso la normal circulación y causando perjuicios y molestias a los peatones, porque existen propietarios y conductores de automotores que muy sueltos de cuerpo, estacionan sus motorizados encima de la acera.
El caos del tráfico vehicular es mayor en las horas denominadas “tope” al ingreso y salidas de las oficinas, durante el descanso de medio día y al concluir la jornada por la tarde, con más obstrucción durante los días de las ferias comerciales, los miércoles y sábado, y que decir de la cotidianidad de las marchas de protesta callejeras que realizan diferentes sectores de los denominados movimientos sociales, para exigir atención de las autoridades.
En una ciudad pequeña como es Oruro, con semáforos que algunas veces funcionan o tienen quemados sus reflectores, ausencia de educación vial y lo que es más la actitud prepotente, abusiva y hasta arbitraria de una mayoría de conductores de vehículos de servicio público, seguramente poco pueden hacer los efectivos policiales, porque si algún chofer de minibús o micro es sancionado, de inmediato acude a la dependencia policial el representante de su sindicato o cooperativa y la sanción queda en nada y hasta veces el policía que cumple su deber es amonestado.
A todo ello ahora se suma el periodo de preparación de la Entrada del Carnaval de Oruro, por lo que se advierte en calles y avenidas la presencia de los danzarines que realizan ensayos de su coreografía. Lo curioso y hasta abusivo resulta ser que estos ciudadanos, olvidando que hay una norma que garantiza la normal circulación de vehículos y peatones, estacionan sus motorizados atravesados en plena calzada, colocan llantas, cajas o simplemente sillas, para que cinco o máximo 10 danzarines, hagan gala de su destreza coreográfica sin importarles las trancaderas y perjuicios que ocasionan a los conductores de automotores que se ven obligados a circular por otras vías, sin que nadie diga nada.
Estos hechos constituyen abusos que deben ser sancionados, porque nadie puede obstruir una vía y más aún si es principal y está en pleno centro de la ciudad, así también las autoridades de la Gobernación y el Municipio -que deberían dar ejemplo y respetar las normas- cualquier día de la semana realizan ferias, concursos, entrega de materiales y hasta improvisados festejos, perjudicando el normal tráfico vehicular.
Será importante que las autoridades asuman con responsabilidad este tema y que las vías que estén obstruidas o queden sin circulación, incluso por los matertiales de construcción y escombros que colocan los propietarios de inmuebles, sean habilitadas de inmediato, para tener circulación y un tráfico ordenado, como se merece una ciudad.
Todos absolutamente todos, somos responsables de mantener una ciudad ordenada y limpia, con mayor razón las autoridades, quienes al parecer no circulan por las calles de nuestra ciudad, permitiendo que impere el tráfico vehicular anárquico que hace que tengamos una “capital del desorden” convertida en la tierra de nadie, porque cada quien hace lo que quiere y sálvese quien pueda, por la falta de una adecuada política de reordenamiento del tráfico vial.
La obligación de hacer cumplir las normas vigentes para tener un tráfico automotor ordenado es entera responsabilidad de las autoridades y ojalá puedan ponerse de acuerdo para no tener mayores problemas resultado del nomeimportismo que demuestran las autoridades cuando ignoran las propias ordenanzas y el código vigente que norman y establecen reglas claras para la circulación, parqueo de vehículos, así como el uso de vías y arterias.
Otro aspecto que tienen la obligación de hacer respetar es el centro cívico de la ciudad, que en el último tiempo se ha convertido en un mercado persa, donde existen hasta comideras y además se realizan fiestas, actuaciones y concurso, quitándoles la jerarquía que deben tener la Plaza 10 de Febrero y la Plaza Castro y Padilla, donde se pueden encontrar hasta chucherías a la venta. Ojalá mejore el tráfico vehicular y vuelva el respeto a la norma para tener una ciudad digna de admiración y respeto.
(*) Periodista
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