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Detrás de los “juvenicidios”, ¿vengadores anónimos?
02 nov 2010
Por: Carlos Fazio
La violencia gira en redondo. Un día en Ciudad Juárez, otro en Tepic o Tijuana y uno más en el Distrito Federal. Gira y no se detiene.
En muchos casos, la violencia tiene un signo distintivo: está dirigida contra jóvenes considerados “desechables”, y todo apunta que sus asesinatos fueron ejecutados por grupos de “limpieza social” o de lo que comienzan a ser identificados aquí como escuadrones de la muerte.
Ante el perfil de tanta mortandad en el Valle de Juárez, el diputado local, Víctor Quintana, acuñó el término “juvenicidios”. Y las dos últimas semanas de octubre fueron pródigas en ejecuciones sumarias grupales de ese tipo.
La madrugada del 23 de octubre, un grupo de encapuchados vestidos de negro y con armas de alto poder, llegó en un convoy de siete vehículos a una fiesta en Ciudad Juárez, Chihuahua, acribilló a balazos a 14 jóvenes y dejó heridos a 20.
Entre los muertos había una joven mujer embarazada. Dos niños de siete y 11 años resultaron heridos.
Vecinos denunciaron que tres minutos después de la matanza una patrulla de agentes federales pasó por el lugar sin prestar auxilio.
Tres días después, un comando de características similares ingresó al centro de rehabilitación para adictos El Camino, en Tijuana, Baja California, y fusiló a 13 internos.
El 27 de octubre, 14 encapuchados provistos con rifles de asalto AK-47 y AR-15 asesinaron a 15 jóvenes en un centro de lavado de autos en Tepic, Nayarit.
De las víctimas, 11 trabajaban en el lugar como parte de su rehabilitación en el Centro Alcance Victoria A.C., por su adicción a las drogas.
Ese mismo día, por la noche, en el barrio de Tepito, en el Distrito Federal, tres sujetos acribillaron a seis jóvenes.
Según el procurador capitalino, Miguel Ángel Mancera, los homicidios se dieron en un área “muy focalizada” y de “alta complejidad”, criminalmente hablando.
Tras la última matanza grupal en Ciudad Juárez, similar a otra ocurrida en Villas de Salvárcar en enero pasado, Gustavo de la Rosa Hickerson, visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Chihuahua, responsabilizó del hecho a grupos de exterminio o vengadores anónimos.
A raíz de la aparición sin vida de una mujer que había confesado en un video ser cobradora de una banda de extorsionadores y fue “escarmentada”, De la Rosa escribió en un diario de circulación nacional, que personas civilizadas y honorables, incluso algunos funcionarios de gobierno, le dijeron que “eso es lo que hay que hacerles a los delincuentes”.
“A la basura social hay que tirarla al caño”, le manifestó uno de ellos a De la Rosa, en tácita alusión al accionar de grupos ilegales, civiles y gubernamentales, que hacen justicia por propia mano.
En septiembre pasado, el Senado de la República solicitó al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), la inteligencia civil mexicana, informes sobre la existencia de escuadrones de la muerte en el país.
Según el senador Ricardo Montreal, del Partido del Trabajo, grupos de “paramilitares adiestrados” actúan al margen de la ley con complicidad, reconocimiento o tolerancia.
Incluso, Monreal afirmó que algunos gobernadores y empresarios tienen grupos de exterminio o de limpieza social que adiestran y seleccionan como agrupaciones de elite para librarse de extorsionadores y secuestradores.
El Frente Nacional Contra la Represión denunció que durante 2010, de los siete mil homicidios contabilizados en Ciudad Juárez, más de la mitad fueron de jóvenes pandilleros e infractores menores, por lo que más que una guerra entre cárteles, lo que rige es una “limpieza social”.
La hipótesis del exterminio de jóvenes considerados “desechables” o “escoria social” es avalada por Rosario Ibarra, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, quien citó una matanza de 17 personas en una quinta de Torreón, Coahuila, durante “una fiesta lésbico-gay” en julio último.
Otro caso reseñado por la veterana luchadora humanitaria fue la exhumación de 51 personas de una fosa clandestina en el municipio de Juárez, estado de Nuevo León, que reunían un rasgo particular: todos estaban tatuados. Lo que respaldaría la teoría de la limpieza social.
(*) Reconocido articulista de la prensa mexicana y colaborador de Prensa Latina.
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