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Repasando la moda de hace 404 años - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
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Lunes 01 de noviembre de 2010

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Separata Fundación de Oruro

Repasando la moda de hace 404 años

01 nov 2010

Fuente: LA PATRIA

Por: Patricia Barriga Flores - Periodista

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Repasando la historia, es muy interesante conocer cómo era la moda de hace más de 400 años, cuando se fundó la Villa de San Felipe de Austria, hoy nuestro amado Oruro.

La colonización en América se inició con la conquista europea a partir del siglo XV, que impuso su moda en ese lugar del mundo. En las colonias, las familias más adineradas e influyentes imitaron las costumbres y la moda europea, adaptándolas a la idiosincrasia local, siendo la ropa uno de los modos de mostrar el status social, al que la persona pertenecía.

Buscando datos al respecto encontré en la página de internet “laguia2000.com” que en pleno Renacimiento, se utilizaban atuendos lujosos y bordados. Los hombres usaban trajes cortos, sombreros elegantes y zapatos con puntas. Las mujeres, usaban faldas que se ensanchan hacia los pies, con grandes encajes, que incluían la camisa. Debajo de ésta se usaba un jubón, para realzar el busto. Se utilizaban para su confección, la seda, la lana de oveja y las pieles.

Luego de la Revolución Industrial, la industria textil cobró gran auge. Hubo mayor producción de telas a precios accesibles.

Las ropas típicas masculinas del antiguo régimen eran los pantalones cortos y ajustados, y las prominentes pelucas. Los sans culottes (significa literalmente “sin calzones”) de la Revolución Francesa impusieron el pantalón largo y dejaron de usarse las pelucas. Los nobles y burgueses, para sus reuniones sociales usaban frac, y como ropa de calle, la levita, consistente en una chaqueta larga, ajustada al talle. Pegadas al cuerpo, usaban camisas de lienzo, más gruesas para el diario y más finas para vestir en grandes ocasiones. Todo atuendo se acompañaba de bastón. La cabeza era cubierta con un sombrero de copa redondeada, alto y de alas abarquilladas, que en Argentina, Chile y Uruguay, recibió el nombre de galera. Las medias se reemplazaron por botas.

Las pelucas también fueron abandonadas por las mujeres, que comenzaron a recoger sus cabellos, adornándolos con alguna joya, cintas o con peinetas de carey o metal para sostener los rulos o bucles. Estas peinetas fueron haciéndose más grandes hasta configurarse el peinetón. Sobre estos elevados peinados, se colocaban cofias o mantillas. Sus vestidos eran vaporosos, de amplias faldas, que aumentaban su volumen con el uso del miriñaque, una enagua sostenida por arcos metálicos que se colocaban debajo de la falda, y de talle alto. Las mujeres de la nobleza y la burguesía usaban corsé, para estrechar su cintura.

Las mujeres del pueblo vestían simplemente faldas largas, blusas con altos cuellos, y como abrigo, un mantón.

Como en todos los lugares colonizados por los españoles, éstos marcaron la tendencia estética de las mujeres y hombres, imponiéndose el estilo rígido y severo de las telas y modelos que se usaban en la corte de los Habsburgo, cuya riqueza contrastaba con la pobreza existente en todo este sector.

Asimismo, en artehistoria.jcyl.es, se indica que la apariencia física fue un elemento determinante de las relaciones sociales. En este sentido, el vestido jugaba un papel fundamental, pues a simple vista permitía establecer una clasificación de los individuos y juzgar su posición social y económica.

En general, el color más usado era el negro, sobre todo entre los hombres, pues acentuaba el aspecto de seriedad que la mentalidad de la época requería. Se usó durante todo el período, excepto un corto lapso de tiempo durante el reinado de Felipe III en el que gustaron más los colores vivos. El hombre se vestía con un jubón, que le cubría desde cabeza hasta cintura, o llevaba un “coleto”, un pespunte sin mangas, a modo de chaleco, sin aberturas, habitualmente fabricado en piel, con un forro interior y una rígida armadura de ballenas, que hacía las veces de defensa contra cualquier ataque por daga o puñal. Por encima de estas prendas, el caballero portaba la “ropilla”, una vestidura corta con mangas, ceñida sobre los hombros formando pliegues. Sobre las piernas se llevaban las “calzas”, pantalones ajustados que primero fueron enteros y después se dividieron en dos piezas, medias y muslos, o muslos de calzas. Más tarde las calzas se sustituyen por medias de seda negra o hilo, sujetas con ligas, que tapan otras medias blancas interiores. Otras veces, los muslos y las mangas de la ropilla se adornaban con cuchilladas, que dejaban ver la ropa interior blanca.

Los varones más humildes vestían calzones largos, no muy ajustados, que podían estar cortados por la rodilla. Completaba su vestimenta una camisa de lienzo, una capa y un sombrero de alas anchas y caídas, que servía para realizar un ceremonioso y complicado saludo. Los zapatos estaban hechos en piel, generalmente de color negro, atado con amplios lazos. Para el campo o los viajes, la bota de ante es el complemento más usado. Las clases populares usan alpargatas.

Un adorno esencial son los cuellos, gruesas “lechuguillas” que cubren totalmente la garganta y que no eran precisamente cómodas de llevar. Espada y capa, para quien podía permitírselo, denotaban hidalguía.

La moda femenina también dejaba ver la clase social a la que pertenecía el sujeto. Las mujeres humildes vestían faldas largas y lisas, sin adornos, combinadas con blusas o camisas sencillas. Normalmente se llevaba una pañoleta que cubría los hombros y se anudaba sobre el pecho. En épocas de frío, un manto de paño o lana proporcionaba algo de calor. Entre las mujeres de clase noble, el “guardainfante” fue la prenda que más se usó. Consistía éste en un armazón hecho de varillas, aros, cuerdas y ballenas, que daban forma de campana a la enagua. Importado de Flandes, su uso atendía no sólo a cuestiones estéticas sino que también se usaba para proteger o disimular el embarazo, lo que provocaba no pocos escándalos. La complicación de la prenda se acrecentó con los años, llegando a adquirir un volumen tal que las mujeres que lo llevaban debían entrar de lado por las puertas, al no poder hacerlo de frente. El abultamiento acentuaba el contraste con el talle, muy ceñido, y el pecho, ceñidísimo por el corsé. En el siglo XVII, los escotes se fueron haciendo cada vez más pronunciados, hasta que fueron prohibidos excepto para las prostitutas, que debían ganarse el sustento con su cuerpo. Los vestidos eran siempre largos, llegando a cubrir los pies.

El pie femenino es, el último reducto a ceder por la dama ante el galanteo del caballero. Gustan los pies pequeños y gráciles, que se ocultan en “chapines”, una especie de chanclas muy elevadas con suela de madera y forradas de cordobán. Su misión era doble: ocultaban el pie en su interior y protegían a los zapatos del barro y la suciedad de la calle.

El maquillaje fue usado con largueza; tanta, que voces como las de Vives, Laguna o fray Luis de León se alzaron contra el ocultamiento y la artificiosidad que, según su gusto, denotaban los rostros femeninos. Coloretes, afeites, emplastos, etc. Cubren desde la parte inferior de los ojos hasta las orejas, cuello, escote y manos, tanto de nobles damas como de sencillas mujeres. Los labios se abrillantaban con ceras y la piel se blanqueaba con solimán, pues la piel morena o tostada daba a entender que el individuo trabajaba y no llevaba una vida ociosa y regalada, como era el ideal de vida. Perfumes y aguas (de azahar, cordobesa o de rosas) se usaban con abundancia, para disimular los olores.

Las joyas, siempre que fuera posible, completaban el panorama de la vestimenta. Los anteojos fueron muy usados, así como otros complementos, lo que levantó críticas a la ostentación y el derroche. Guantes cortos y abrochados a las muñecas y medias cortas de seda cruda completaban la vestimenta femenina.

Este es un pantallazo a lo que era la vestimenta durante el siglo XVII, cuando fundaron nuestra ciudad, que hoy celebra 404 años desde entonces.

Sin embargo, ¿qué es lo que se tiene hoy en cuanto a moda y su relación con lo de antes? Para hacer una breve relación entrevistamos a la diseñadora Mónica Siles Toro quien afirma que la moda siempre ha ido de la mano de los cambios sociales, económicos e incluso tecnológicos, entonces ese vínculo ha sido indisoluble.

“En las transformaciones sociales por ejemplo a partir de la conquista, indudablemente que marcan también la moda que se usaría, por un lado la prohibición de que se usen los trajes originarios de nuestras regiones, y por otro lado la adquisición dentro del guardaropa de los nativos, de la ropa que traían de la lejana España”.

Pero, dice la diseñadora, el nativo de entonces, siempre ha hecho sus adaptaciones y ha hecho su propia versión de aquello que le traían de Europa.

Hoy, luego de más de 404 años, las diseñadoras toman diversos elementos para realizar sus obras, una muestra de esto es el tan querido y apreciado corsé, cuyo uso se ha extendido tanto que también está presente en el Carnaval de Oruro, al igual que la pollera que es la minimización de aquella falda de vuelos que traían las españolas con muchas enaguas, entonces hay mucho vínculo, los botines eran también los que se traían desde Sevilla, Madrid y otros.

En cuanto a la moda de hoy, Siles señaló que en un mundo globalizado sería imposible decir cuál es la moda específica en Bolivia, porque de alguna manera los medios de comunicación masiva son determinantes, influyendo muchísimo en las tendencias, por lo que se tiene mucho de Europa y Estados Unidos pero siempre con un sello propio en Sudamérica y en Bolivia particularmente.

“Además de alguna manera también a través de aquellos elementos recobrados de nuestra propia cultura creo que le damos un sello de identidad a la moda del siglo XXI”, manifestó Siles.

Fuente: LA PATRIA
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