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Domingo 31 de octubre de 2010

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Revista Dominical

La medicina herbolaria en los Andes de América

Del Akamani al Tequendama: Caminar sin tregua ni cansancio

31 oct 2010

Fuente: LA PATRIA

La Cultura Kallawaya ha convertido en el principal factor de defensa de la naturaleza no sólo en el área de su influencia, sino como fuente de provisión de elementos orgánicos para su realización, en las regiones de la selvas Amazónica, Chaco, valles interandinos, Yungas de la Paz y Cochabamba, además de varias zonas aledañas • Por: Fernando Valdivia Delgado

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Los cincuenta años del reconocimiento oficial a la medicina herbolaria o tradicional naturista tuvo como resultado objetivo, la consolidación de la mística que cada día se fortalece con nuevas iniciativas y un pensamiento que late en la mente de sus habitantes y en el alma de las comunidades que se rigen por la Pachamama o, como se denomina, el “Alma Máter de los Andes”. Los hombres kollawayos, marchaban del Akamani, hacia el norte, hasta alcanzar los nevados del Tequendama, en las tierras de Colombia, protegiendo a las comunidades del imperio.

Basados en ese ícono de la historia de los pueblos, plasmado con la creación del pueblo de “Curva” y su reconocimiento como “Capital de la Medicina Herbolaria”, en las tierras del oeste andino, varias fueron las voluntades que apuntaron a la creación de nuevas instituciones que sustenten por siempre, la vigencia de las tradiciones y las prácticas médicas que enfrentaron las más agudas enfermedades que los seres humanos de ancestro, sufrían en su vida cotidiana. Estas prácticas médicas siempre fueron preventivas, pero no dejaron de tener muy buenos resultados en las atenciones curativas, utilizando el amplio vademécum natural que ofrece la naturaleza en esta parte del planeta.

Además de la prevención y curación de enfermedades, la medicina naturópata contribuyó a la solución de grandes calamidades humanas, tanto en el Nuevo Mundo como en la vieja Europa, apenas descubiertas estas tierras que comenzaban con un proceso de colonización que permitiría a la humanidad, abrir un proceso de interculturalidad a través de intensos intercambios en materia de alimentos, plantas curativas, costumbres y tecnologías.

Paralelamente, la investigación científica de las cualidades de cada una de las plantas nativas del continente, el trasplante de nuevas especies, además de las necesidades alimenticias de los nativos y colonizadores, se convirtieron en una de las prácticas ancestrales con mayor solvencia para la defensa de cada uno de los eco sistemas y riquezas naturales del mundo.

Hacer referencia a la creación de nuevas instituciones que amplíen la vigencia de la ancestral práctica médica, es recordar proyectos de hace 30 años, cuando el naturópata, Toribio Tapia Valencia, propuso y concretó la creación del Consejo Supremo de la Cultura Andina, así como de la Universidad Técnica Andina del Kollasuyo, el 1º de noviembre de 1980 y 22 de junio de 1983, respectivamente. Ambas instituciones comenzaron a tener vigencia, por breve tiempo, empero no encontraron la voluntad necesaria como para consolidar su funcionamiento y ofrecer los resultados de sus esfuerzos, en beneficio de la comunidad.

Su impulsor, Tapia Valencia, sin embargo, ha emprendido un esforzado trabajo en el proceso de socialización de los valores medicinales y, a través del tiempo, se ha convertido en el principal factor de defensa de la naturaleza no sólo en el área de influencia de la Cultura Kallawaya, sino como fuente de provisión de elementos orgánicos para su realización, en las regiones de la selvas Amazónica, Chaco, valles interandinos, Yungas de la Paz y Cochabamba, además de varias zonas aledañas.

Cuando se habla de estas prácticas asistenciales, como actitudes emergentes para salvar vidas o prevenir males orgánicos, se evidencian ciertos temores que son intrínsecos a cada una de las disciplinas de la medicina tradicional o naturista y de la medicina convencional o científica. Este proceso, sin embargo, ha vencido aquella etapa que era presentada como una “dicotomía perversa”, por sus contradicciones y valores subjetivos que mantuvieron a la población en un estado de incertidumbre, respecto a qué actitud adoptar frente al ejercicio de ambas disciplinas.

Insistimos en que la creación de la Segunda Sección Municipal de la Provincia Bautista Saavedra, con su Capital Curva y su posterior declaratoria de “Capital de la Medicina Kallawaya”, tuvo un significado trascendental para la evolución de esta carrera que hoy se la ejerce como una disciplina preventiva en todo el mundo.

En ese proceso, jugó un papel importante el “Uyustus” o “alma y espíritu de la Cultura Andina”. Curva se ha convertido en un rincón oculto entre las breñas del Ande y también se lo considera como una expresión ancestral del mundo Aymaraes. Convertido en refugio del kollawayo, símbolo del “Gran Centro Inkácico”, donde se guarda el secreto de los secretos por y para hombres probos y honestos a toda prueba, con las fortalezas de la humildad, la honestidad y la moralidad.

El maravilloso mundo de la farmacopea nativa tiene, al menos seis mil variedades de plantas con propiedades curativas, desinflamantes, antinfecciosas y de otra naturaleza. Esta amplia gama de hierbas, obliga que los “kollawayos” a obtener una formación integral muy profunda que les permita solidez y eficiencia en sus tratamientos.

“La administración de hierbas y plantas medicinales, no puede ser discrecional, ni empírica. Esta práctica responde a una concepción científica, dentro de las normas que rigen la medicina alternativa y obedeciendo estrictamente la terapia prevista para cada caso específico de la enfermedad que debemos atacar”, explica Tapia Valencia.

La Medicina Kallawaya comienza a difundirse en épocas muy antiguas a la conquista española, tomando como ruta fija, el punto de Charazani para salir hacia Cuzco, capital del Imperio Incásico. Los kollawayos, pese a ser parte del mundo aymaráe, eran bien considerados por los Inkas, cuya nobleza les había asignado la tarea de curar las enfermedades, no sólo de los miembros de la realeza, sino de todo su pueblo que habitaba desde las estribaciones andinas del Akamani, hasta el norte del Pachula Takendama.

Es en aquel momento, donde nace su profunda dedicación de caminar por los territorios del imperio incaico, sembrando con su vocación asistencial, todo cuanto significa salud y preservación contra los males que afectan al hombre, así como, cultivando hierbas que preserven y curen el cuerpo humano.

Este mundo ha sido descrito con alguna delicadeza, por el pensador e historiador kollawayo, Enrique Oblitas Poblete, en su obra: “La Cultura Kallawaya”, sobre cuya base que tiene ribetes científicos, se desarrolla actualmente toda una disciplina con profunda esencia natural y mitológica.

Fuente: LA PATRIA
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