En la jungla política las pugnas nunca faltan. Todos están en carrera hacia otras metas. Muchos luchan por no quedarse rezagados. Figurar en la prensa con lo que sea; dar qué hablar a los medios, fotografiarse o aparecer en los canales, es una obsesión. Hay que hacer buena letra para permanecer en el cargo o para ascender a otro mejor.
En ese intento casi siempre se pierde la prudencia, el recato y la compostura. El “llunquerío” es una tremenda fuerza coercitiva. No hay lugar para la reflexión. No importa hacia dónde se tire la bola. Se hace abstracción del contexto. Actúan sin plan ni libreto; son actores improvisados. Con que suenen sus nombres, basta.
Esa lógica y esa psicología explican las aberraciones en que han ido incurriendo varios políticos ahora último, con iniciativas que luego fueron retiradas o corregidas desde las instancia superiores. En algunos casos, a la prensa pretendieron cargarle el burro muerto: “me malinterpretaron, no quise decir eso”.
En orden cronológico, el primero que saltó a la palestra con lo suyo fue un ex senador del MAS, que planteó la necesidad de reglamentar la protesta de los movimientos sociales, las marchas y los bloqueos. Fue un desafío a la memoria colectiva del país; calculó mal; no hay mucha amnesia todavía. La gente aún recuerda cómo llegaron los cocaleros y sus aliados al poder.
En seguida se lanzó otro apresurado. Habló de libros racistas y de la nueva “currícula” (¡qué fea palabra!). Don Alcides debió sentirse muy feliz en estos días. El silencio es la pena capital en literatura. Nombrarlo a un escritor así sea para propinarle un varapalo, es siempre mejor que el olvido. (¡Ódiame por piedad, yo te lo pido!) El escándalo les estimuló a muchos la curiosidad; ahora están leyendo Raza de Bronce. Había sido cierto aquello de que no hay mal que por bien no venga.
Si no recuerdo mal, fue don Alberto Crespo Rodas quien nos dijo que Bolivia es el país singular de los políticos “termocéfalos” (cabezas calientes) Uno de ellos es sin duda aquel que ideó regimentar al milímetro la vida nacional. Quiso que veamos en la televisión y que escuchemos en las radios sólo lo que quisieran que veamos y escuchemos los plurinacionales. ¡No faltaba más! Parece que la ociosidad es mala consejera.
iY lo último, último, fue lo de los “ch’itis” de 12 años. Los padres de familia se asustaron de que una ley medio cruda cocinada en la Plurinacional propiciara virtualmente la sexualidad prematura. ¡Bárbaro el hombre!; el que propuso la ley, claro está. Ningún psicólogo o psiquiatra salió al paso de semejante aberración; en algún congreso deben estar fuera del país. Pero llovieron las críticas. Entonces desde el Palacio Quemado salió el drástico correctivo: ¡Corte, corte! ¡Eso no va, se han equivocado!
Antes de ahora, creímos que los jefazos eran los más radicales. Uno de ellos incluso hizo apología pública al jacobinismo (intolerancia). Pero aprovechando el pánico, otros quisieron llevarles la delantera. Con frenético afán se pusieron a agitar por los aires el palo de ciego; hasta que los calmaron, menos mal.
(*) Columnista independiente
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.