A poco de fenecer el mes de octubre se ha registrado la mayor variable de precios en los productos de primera necesidad, por supuesto en ascenso y con un gravísimo daño a la economía familiar, especialmente de la mayoría de la población que vive con salarios fijos.
Al mencionar salario fijo hay que identificar el mínimo vital que está muy próximo de los 700 bolivianos mes que no alcanza ni remotamente para cubrir los requerimientos de una familia “tipo” con insumos para el alimento diario.
No hace mucho en la COD de Oruro se trabajó en el manejo de una tabla comparativa de precios de los productos imprescindibles de la canasta y de la olla familiar, empezando por el pan de cada día, mínima cantidad de carne, fideo o arroz y algunas verduras, lo que multiplicado por 30 días sobrepasó los mil bolivianos, sin considerar gastos de alquiler, servicios, transporte y las obligaciones de educación y salud, el último componente sólo de emergencia, porque con bajos sueldos… es mejor no enfermarse.
La especulación llegó a los mercados disimuladamente, como dicen las amas de casa de peso en peso, pero hacia fin de mes cuando se hace el recuento de los gastos la realidad muestra que faltan billetes para la última quincena y es dramática la situación de últimos días, hasta recibir el nuevo pago.
El fenómeno del agio es parte de componentes especiales, como el juego de los mayoristas que abastecen de diversos productos y que son responsables de elevar los precios so pretexto de cambios climatológicos, sequía en nuestro caso, que sin embargo, por los informes de autoridades del sector no tienen incidencia directa en la elevación de precios.
El mal mayor está en la persistencia oficial de sostener un modelo que por muchos años es la causa del desbarajuste entre salarios y precios, en razón a la vigencia de la oferta y la demanda que sigue siendo el pretexto ineludible de los comerciantes para jugar con los precios cuando se les antoja.
Increíblemente la discriminación social es latente en el conjunto de la sociedad, con muy pocos beneficiados del poder central que no sienten el desequilibrio de la canasta familiar y una gran mayoría que se debate en la incertidumbre y lucha denodada para cubrir la obligación de alimentar a la familia.
El sistema productivo no está funcionando adecuadamente y todavía no se vislumbran efectivamente esos grandes planes para generar miles de empleos permanentes que permitan a la gente mejorar sus condiciones de vida. Cierto que hay muchos proyectos e inclusive un ahorro estratégico millonario que está en condición de respaldo -se supone- para tiempos difíciles.
Éste es un periodo delicado que obliga a utilizar por lo menos un mínimo porcentaje de las macro cifras para paliar el desajuste causado por el agio incontrolable que estará en vigencia cuando los comerciantes mayoristas así lo quieran y sigan amparados en el D.S. 21060.
Lo mínimo que se requiere frente a la elevación de precios, son medidas de control, por lo menos con topes referenciales máximos, de manera que la elevación desmedida sea sancionada. Sin embargo en criterio de los trabajadores, otro Decreto Supremo puede liquidar el ya famoso e inequitativo 21060 para normar precios y estabilizar la canasta familiar.
Fuente: LA PATRIA
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