Aunque se quiera explicar lo inexplicable por razones claramente observadas en el acontecer político de nuestro país, tenemos que convenir en algo que es propiamente una tarea rutinaria que se arrastra de gestiones pasadas y que no ha cambiado sustancialmente en la actual que se inició el 2006 y que tiene, tal parece, la premisa de sostener una economía de Estado que en otros países fue sustituida convenientemente, ante el fracaso del modelo que sólo retrasa los sistemas productivos y aleja las inversiones.
Algo que no se puede postergar por más tiempo es sumarnos a la carrera de países vecinos que han cambiado sus modelos de crecimiento, inclusive sin variar sus políticas ideológicas, pero comprendiendo que mantener una línea del pasado anacrónico ya no puede tener resultados de eficiencia para salir del subdesarrollo y garantizar un proceso de crecimiento sostenible.
Seguimos en el proyecto de confrontación política, posponiendo el reto de aplicar medidas prácticas para garantizar inversiones, para atraer capitales y tecnología, para mostrar un país sin problemas y con muchas ansias de progresar, de manera que los beneficios de tal política lleguen hasta los más recónditos espacios de la bolivianidad haciendo felices a millones de bolivianos y bolivianas que todavía se sienten postergados.
Los reclamos más contundentes reflejan el rechazo a un cierre de empresas y la amenaza de que otras sigan la misma suerte si no se ponen en la “línea” que se impone verticalmente y que no responde a la inquietud de afirmar con mayor contundencia un acuerdo de paz, por el desarrollo y el buen vivir, como se ha denominado algún proyecto para salir adelante, aprovechando nuestras propias fortalezas que están en la inmensa riqueza natural y la existencia de nuestros recursos naturales, que sólo esperan capitales y tecnología para llegar a los grandes mercados internacionales.
La tendencia de señalar el gas como el mayor producto de respaldo a nuestra economía está bajando considerablemente y todo indica que hay necesidad de efectuar nuevos planes de exploración para revitalizar las fuentes productivas de este energético que debe cubrir convenios externos con Brasil y Argentina, pero que de manera ideal debería satisfacer plenamente la demanda interna.
Ahora bien, hay que pensar seriamente en fortalecer planes para mejorar la producción de hidrocarburos y fundamentalmente impulsar la minería, como elementos fijos y de rendimiento prolongado en el futuro nacional, por lo menos en lo que corresponde a los sectores estratégicos de mayor potencialidad.
Hay que salvar algunos escollos, como el que pone en riesgo las exploraciones de hidrocarburos y minería, si antes no se logran “acuerdos” con los sectores originarios, allí donde puedan desarrollarse los proyectos. Este es un tema que parece fácil en su solución con una apropiada reglamentación, sin embargo mientras se apruebe esa instancia, el tiempo apremia, los proyectos duermen y el rendimiento económico se posterga indefinidamente.
El país necesita definir sus macro proyectos energéticos y productivos, para alinearse en el conjunto de los demás países con elevado porcentaje de eficiencia, solvencia y calidad de vida. Sólo falta seguridad jurídica que garanticen los actuales y los nuevos proyectos de alto desarrollo.
Fuente: LA PATRIA
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