Permisividad para una sexualidad precoz

La polémica que se genera resultado de la aprobación de una ley que autoriza sexo a partir de los 12 años, puede convertirse en un boomerang para nuestra comunidad, puesto que la permisividad para la sexualidad precoz está de manifiesto y con ella los riesgos de una sociedad más libertina y sin valores ni virtudes.

Para modificar una ley de similares características que se aprobó en 1999, primero se debería consensuar y consultar con los expertos y padres de familia, porque no sólo se trata de aplicar modelos impostados de otras culturas más desarrolladas, que además cuentan con verdaderos legisladores que valoran y toman en cuenta la opinión del soberano, antes de proponer leyes a la medida de sus conveniencias.

Por ello no es aceptable que a título de “una mayor igualdad en relaciones juveniles” se quiera inducir a los púberes a tener sexo, cuando ellos están recién llegando al despertad de la sexualidad y todavía preservan los valores e inocencia propios de una edad que oscila entre los 12 y 15 años, que es hasta cuando los varones alcanzan a desarrollar sus órganos reproductores a diferencia de las mujeres que llegan a esa etapa a una edad un poco más temprana.

Si bien nuestros legisladores quieren “reconocer derechos a la juventud”, que no se equivoquen generando leyes que pueden inducir a un libertinaje sexual precoz que puede deteriorar e incluso corroer los cimientos morales de nuestra frágil sociedad, luego que se declaró a Bolivia como Estado Laico y se suprimió en los colegios la enseñanza de la materia de Religión y Moral.

Cuando se arguye que existe una doble moral en la sociedad respecto a las relaciones sexuales entre adolescentes, quizá hayan casos que sí existen y esos se registren por la ausencia de una adecuada educación y orientación, debido a la falta de empleos de los padres de familia, cuando ambos progenitores se ven obligados a trabajar y muchas veces dejan librados a su suerte a sus hijos, por tener que buscar diferentes ocupaciones para garantizar la manutención de sus familias.

Otorgar esta tolerancia excesiva no resulta ser lo más correcto para nuestra juventud, quizá mejor nuestros niños y niñas que recién comienzan a transitar la etapa de la pubertad que resulta ser el primer paso para adquirir una madurez sexual plena, aplicando normas cuando las autoridades, legisladores y el Gobierno deberían concentrarse en hacer respetar las leyes y los derechos de los niños, niñas y adolescentes y no ser los primeros en quebrantar las normas morales y sociales con decisiones aparentemente asumidas a la medida de sus conveniencias.

Las autoridades emergentes del voto ciudadano y las designadas por el Gobierno tienen la gran responsabilidad de hacer cumplir las normas morales de este país, para no aprobar leyes que alientan las relaciones sexuales entre adolescentes y además pueden dar lugar a una serie de problemas por la ausencia de una sólida cultura sobre sexualidad y crear mayores conflictos por tener una población que se debate en los niveles de pobreza y pobreza extrema, por ausencia de políticas que incentiven a la inversión, ya sea estatal o privada, para industrializar el país y generar empleos.

Sobre la crisis económica social, la falta de fuentes de ocupación y la pérdida de valores éticos y sociales no podemos atentar contra los derechos morales de nuestros adolescentes, porque ello supone también atentar contra el derecho a la vida de quienes puedan llegar a situaciones de conflicto por los embarazos no deseados y hasta convertir el sexo en una actitud de libertinaje e inmoralidad que convertirá a nuestra sociedad en una clase social carente de respeto, valores y virtudes, con una juventud sin futuro.

(*) Periodista