Con mucha propiedad y sin querer mostrar como negativa la alianza estratégica de Perú con nuestro país a través del proyecto relanzado como “Mar Bolivia”, se formulan algunas apreciaciones que evidentemente en el caso de Oruro tienen sus filudas aristas que deberían ser limadas con la oportunidad del caso para desvirtuar algunas apreciaciones que de ser evidentes pueden generar conflictos regionales.
La prisa en hacer “sana sana” con el Perú luego del intercambio de gruesos adjetivos entre mandatarios mueve a ciertas especulaciones que en todo caso no son contrarias a la motivación de aprovechar al máximo las circunstancias que se presentan como la de “relanzar” un pasado acuerdo y darle vigencia nuevamente con un doble sentido práctico y estratégico.
Mostrar la solidaridad de un país vecino y hermano que posibilita nuestro acceso al mar por un puerto en el que sólo falta la infraestructura portuaria para hacer realidad el proyecto y paralelamente “motivar” al otro vecino =Chile= para que se pronuncie en respuesta a las demandas de disponer una salida soberana al mar para los bolivianos.
Por supuesto que la motivación surtió efecto y casi obligadamente en Chile se habló del tema aunque sólo para ratificar la necesidad de seguir negociando la agenda de los 13 puntos, entre los que se encuentra el retorno al mar. Mientras tanto sigue estancada la negociación con un perfil de cautelosa observación por parte de la diplomacia chilena sobre el acuerdo con el Perú.
Concretamente en el caso de Oruro el asunto tiene aristas especiales pues se observa claramente que los futuros emplazamientos de orden industrial, el incentivo a mayores inversiones en el sector productivo favorecerían a La Paz y El Alto para movilizar sus actividades por el Puerto de Ilo. Esto puede significar poner en riesgo los planes que alienta Oruro por más de medio siglo para consolidar el corredor bioceánico que atravesando por su territorio permitirá unir comercialmente el Atlántico y el Pacífico por la carretera hacia Pisiga que avanza lentamente y que debería ser concluida cuanto antes, para consolidar además la vigencia del Puerto Seco y el aeropuerto internacional.
Está claro que en el caso orureño hay avances en la consolidación de su proyecto múltiple y que debería recibir un mayor impulso del poder ejecutivo para su concreción, de manera que funcione todo el sistema estratégico y productivo que le dará a la región otra configuración de desarrollo en el marco de las autonomías, un derecho que no puede alterarse y menos postergarse.
La reactivación de las relaciones Perú-Bolivianas es un hecho positivo en su proyección práctica de intercambio comercial que, hábilmente manejada por la estrategia diplomática peruana, cumple un doble propósito de acercamiento directo con nosotros y asesta un diplomático pinchazo al vecino del mapocho sobre un asunto peliagudo (el mar) que más tarde o más temprano tendría que resolverse por la vía de la justicia y la hermandad entre pueblos de un mismo continente.
Sin embargo, corresponde que en el presente cuando Oruro espera consolidar su autonomía en base a sus proyectos específicos es cuando necesita de un verdadero impulso estratégico y no de un cruce de proyectos que alteren su perspectiva geopolíticamente diseñada para asegurar el futuro de sus generaciones. Ilo no debe interferir en el proceso de los planes orureños.
Fuente: LA PATRIA
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