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Domingo 24 de octubre de 2010

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Revista Dominical

Tarija

24 oct 2010

Fuente: LA PATRIA

Por: Vicente González Aramayo Zuleta

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Tarija es la ubérrima tierra, ubicada al sur del Bolivia, fecunda, hermosa, de mujeres bonitas, bañada de un río de aguas claras llamado Guadalquivir, igual que el río que pasa por Sevilla Ciudad risueña con reminiscencias andaluzas, se ubica en el centro de un valle de clima agradable, aun en los inviernos. Quien quiera disfrutar de unas vacaciones tranquilas, gozar del buen clima, de una cocina de buen gusto, de la gracia de una mujer, o bailar una cueca de Nilo Soruco, puede embarcarse, hacia esa mágica región, donde se llega por tierra o por avión.

Toda la gran región que comprende los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Tarija, de la actual Bolivia, las provincias de Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, principalmente, de la Argentina, fueron regiones aimaras, claro que no en su totalidad, sino partes de esas regiones, pues hubo también sitios de etnias con diferentes lenguas. Es así que encontramos remanentes de dicha cultura, particularmente en la región de los Chichas, topónimos aimaras como Chuquiago, Umacha, Suipacha, Charaja, Tomatas (topónimo tomado del nombre de una lengua originaria de alguna parte de la actual provincia Sud Chichas), y también de otros pueblos, como Oploca, Chffloca, Chocloca.

Acontece entonces que en Inca Pachacutec del gran imperio, estando ya conquistado el Collao, tras una sangrienta guerra, e incorporado al imperio, con el nombre de KOLLASUYO, dispuso el envío de hombres preparados en todos los campos para difundir la cultura quechua, sobre todo el idioma. Esos hombres altamente preparados en conocimientos de ciencias, ingeniería, astronomía y aun derecho incipiente, o muy propio, eran una especie de prefectos denominaos mitimaes. Es esa la razón por la que se habla runasimi en Cochabamba, Potosí y Chuquisaca, Santiago del Estero y Catamarca. No obstante no se estableció ni difundió el quichua en los Chichas y parte de la circunscripción, de esos pueblos o regiones que tienen topónimos aimaras, como tenemos dicho y ahí precisamente es donde no se instaló la lengua quichua. En Tupiza, por ejemplo, no se habla dicha lengua.

Huyendo de la guerra entre españoles, tras la conquista del Perú, Francisco de Tarifa o Tarija, en 1545 llegó hasta el lugar que ahora constituye la región tarijeña, con climas variados entre mesotérmicos, subtropicales y tropicales. Llevaron gente española. criolla y mestiza, principalmente, de lo que eran las regiones chicheñas, y se establecieron, creando viviendas y tierras de sembradío. Tuvieron encuentros sangrientos con pueblos de las regiones más profundas, como los chiriguanos, dejaron ya principios de la cultura española, y nombres de los remanentes aimaras, como Charaja, Tomatas y algunos otros más. En la vía de Tupiza hacia Villazón existe un pueblo llamado Nazareno, su estación ferroviaria lleva el nombre de Balcarce. En esa circunscripción se alzan cerros singulares, de color rojo, parecidos a las catedrales europeas; esa región denomínase “Chuquiago”. Desde allí, camino de Suipacha, y por la que fue finca Santa Rosa, primero de Aniceto Arce, después de Roberto González Aramayo, encontramos algunos campos de cultivo llamados precisamente “Charaja” y “Tomatas”. Esa especie de colonización de gente occidental hacia esos llanos semitropicales, sucedió en años, como una sedimentación lenta y necesaria. Aparte de gente venida de criollos, también existe un gran porcentaje de originarios chaqueños, asimilados ya a las costumbres occidentales. Por eso los tarijeños no son cambas ni kollas, porque constituyen un pueblo sui géneris, pero de gran parte de su gente que se halla más asimilada al lado de los collas que de los orientales. Existen cholas, fabrican chicha, comen picantes y bailan la cueca, todas estas manifestaciones culturales son más occidentales, que orientales. Aprovechando un poco de paso el tema con unas pinceladas de folklore podemos observar que en Bolivia hay cinco clases de sombreros de cholitas y cinco clases de cuecas, debido a que en esas regiones los conquistadores españoles se establecieron e hicieron cruce. Los peninsulares trajeron usos y costumbres, entre ellos la ropa y la música, principalmente, pero varían por regiones: los sombreros de las cholitas tarijeña, potosina, chuquisaqueña, cochabambina y paceña son de alguna manera distintas, como su baile que es la cueca. Los sombreritos de las tarijeñas, chuquisaqueñas, son más parecidas entre sí; los sombreros de la chola potosina y de la cochabambina, se parecen también entre sí, y son copia, más o menos, del sombrero cordobés español, en tanto que el sombrero de la chola paceña es imitación del sombrero denominado “tongo de los doctores”. En cuanto al resto de la indumentaria, la blusa y el vestido amplio de la dama española, fue imitado también por las cholas del Perú y Bolivia. Muchos quizá se pregunten, ¿por qué no hay cholitas en los departamentos orientales?; simplemente porque allí no existieron imperios como el de los incas o kollas, y no hubo cruza, de modo que los conquistadores llevaron a sus mujeres a vivir ahí. De ahí que los orientales, sostienen que ellos son blancos puros. La palabra “kolla” corresponde al aimara, pero por antonomasia se ha extendido a todo habitante de la parte occidental de Bolivia, sea indio, mestizo, criollo o blanco. Por contrapartida, ocurre lo mismo en los departamentos orientales, particularmente en Santa Cruz. Allí también hay originaros, de varias lenguas y sus descendientes. Por ejemplo, son famosos los guerreros cambas, con su cacique Maraza, “…conduciendo la indómita tribu carichana…” (como dice el poeta cruceño Pinto Saucedo), en guerras internas y contra los ejércitos del Inca, éste monarca no los pudo someter ni con doce mil hombres. Si colonizaron los incas alguna parte del oriente, fue en el norte del Beni, donde existe una región con el nombre quichua de “Moxos Llajta”. En el Oriente boliviano también ocurre lo mismo y es así que con la palabra “camba”; originalmente se denominaba así a los nativos autóctonos de las selvas y chaparrales, pero ahora igualmente por antonomasia todos los habitantes, que son más descendientes de criollos, son llamados también cambas.

Volviendo a Tarija y en conclusión, allí existen cholitas que no hablan quichua ni aimara, pero bailan la cueca y toman chicha. La nueva cholita tarijeña es ya cosmopolita y si se quiere, estilizada, por decirlo de ese modo. Las bellas chicas gustan de vestirse de cholitas creando un prototipo nuevo y especial que puede competir con una dama bien trajeada de cualquier país o nacionalidad que ostente su traje típico nacional. Una muchacha tarijeña joven y bonita, vestida de cholita, luciendo una rosa sobre su oreja derecha es un ícono. Los tarijeños son amigables y generosos con todos los que llegan a su tierra y son poco menos territorialistas (regionalistas), aun cuando tratan siempre de distinguirse.

La ciudad de Tarija en cierto modo fue fundada por dos veces; la primera por don Francisco de Tarifa o Tarija, cuando llevó la gente de otros lugares y se aposentó. (1545), organizando una aldea prístina; la segunda, por el capitán Luis de Fuentes, en fecha 4 de julio de 1574, con el nombre de San Bernardo de La Frontera de Tarija, como un homenaje a Francisco de Tarija, durante el reinado del rey Felipe II en España, y el Papa Gregorio XIII. Contribuyó a la Guerra de la Independencia con el concurso del bravo Eustaquio Méndez, llamado “El Moto”.

A tiempo de la creación de la república, Tarija fue un hueso duro de roer para los argentinos. El gaucho Álvarez de Arenales fue enviado a Tarija para que pudiera tramitar la incorporación de esta bella región a la provincia de Salta, pero la decisión de los tarijeños de pertenecer al Alto Perú (luego Bolivia), hizo que aquel enviado quedara mal y recibiera una sanción más del poder político, que del gobierno argentino. Suponiendo que Tarija hubiera pasado a pertenecer a la provincia de Salta, no imaginamos el trato que habría recibido del poder central argentino. Siendo un extremo de ese país. Quizá hubiera sido postergado, pues sucede a veces que los extremos en un país tan grande como la Argentina no son bien atendidos como las ciudades y pueblos centrales, o próximas a la capital. Por conversaciones con los típicos porteños, éstos, presumiendo su ascendencia italiana parecen sentir menosprecio a lo que corresponde el territorio desde Tucumán hacia el norte, por la forma distinta del resto y porque allí se halla notoria la cultura dejada por los incas, a cuyos descendientes consideran despectivamente “indios”.

Este capítulo de nuestra historia ha tenido el propósito de ensayo sociológico, principalmente tratando sobre la faceta del folklore.

(*) Abogado, escritor, historiador, ex catedrático de Sociología de la Facultad de Economía de la UTO, y miembro de Número de la Academia de Academia de Ciencias Jurídicas.

Fuente: LA PATRIA
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