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Domingo 24 de octubre de 2010

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Cultural El Duende

Poesía boliviana

24 oct 2010

Fuente: LA PATRIA

Luis Fuentes Rodríguez. Poeta y escritor tarijeño. • Alfonso Gamarra Durana. Académico de la Lengua y de la Historia.

Alfonso Gamarra Durana

No me preguntaron en cuál continente nacer.

Me mostraron un monumento

Que era un múltiplo de batallas.

Cada tropa crecía en millardos / Y no había trigo plantado

Ni ríos humedeciendo la ausencia de las flores,

Y eso era la Historia. / Y yo no sabía escoger mi cuna.

Aparecí corriendo junto al humo de volcanes

Que no era espeso como el caos de donde vine,

Ni era abordable lava.

Génesis estaba impresa en el anverso de una vela

Carabela / Que remontó el mar de las distancias

Me dio el golpe en la frente

La mente no pensó diferente.

Era un Éxodo invertido.

Huesos envejecidos dentro de piel manchega

Arábigos antecesores y visigodos

Monedas de plata buscando bolsas de cuero

Pero más hallando gente aventurera

Metiéndose a templos, a mujeres, a cavernas

Hurgando tesoros en los cabellos y los altares.

Por el océano pasaban los versículos,

Los cofres eran devueltos con recibos fementidos

Y rubricados por la Historia.

Los hombres que agujereaban cerros como hembras

Sintieron sus ojos panes de Navarra

Muchas veces quemados por los hornos fríos

Que sirvieron para pulir cadenas,

Puestas en el cuello del obstinado

Y en los pies que patearon el odio

En las leguas subterráneas de la impotencia.

Entre sus fauces espumeantes,

Entre sus crépitos convulsionando

Fueron juez y verdugo, apocalíptico y sañudo.

Que cubren en sangre sin herrumbre,

Enterrado en la roca, asfixiado

Cerca del cenagoso agujero de la flema, sin aire

Porque los cuerpos de los hombres no se oxidan

Sin el escarmiento de las agonías.

Unos eran blancos de piel

Transparentes costras no cicatrizadas en sus pecados.

Al frente, los pellejos endurecidos

Con la difusa marca en la epidermis

Del látigo de los vientos

Y el signo escalonado de su estirpe,

Encima del que ojos de granito parpadean

Con una visión de firmamentos perforados.

De pronto sobre la raza se picó la piedra

Y ya la sumisión dejó el peso de la lápida,

Los huesos pulverizados de los olvidados cometas

De la tierra, se volvieron plata, arcilla, y más que todo, idea.

No hubo más que esconderse porque al fin

Había eructado la tierra y aparecido el héroe que pensaba.

Las quejas no escribían Historias

Pero la consigna firme que el rayo trae colgado

Se ubicó en el oído que no quiere escuchar

Como el reseco tímpano de los pedrones.

Se sintió el coro de los mitayos

Que tenían espeluznantes voces agudas y vomitadas

En desconcierto de lagartos indigestos

De noche el respirar de toses en cajas torácicas

Y los costados hundiéndose en la angustia de los ahogos.

Tenía que aparecer un Nuevo Testamento

Que pidiera que hermanas blancas deslizaran

Sus túnicas en las cabezas de los pobres

Para que apareciese el Rostro Sagrado, pero la nuca

Más fuertemente impresa que el hambre en los estómagos.

La Liberación de todo mal, amén.

La desaparición del pecado de los otros

Que usaban el látigo, la argucia, la mentira

Bajo el sol.

No era la página de la Historia,

Era la Fe de una esperanza.

Era la intuida forma de lo esperado,

Que llegaría después del concilio de los morbos.

Pergamino crujiente sólo para fundar

Celdas con nombre de ciudades.

La luz de un cirio reflejándose en la hoja

Y la espada sintiendo el temor blando de la amenaza.

Sumas falseadas en las tiras de los contadores

Y fiarse para no morir antes de tiempo.

Apareció el pasquín articulado con la suma evidente

De las iniquidades soportadas.

Le llamaron “Manifiesto de Agravios”

Que venía sólo en los pliegos delgados, borrón de tinta

Y repetición graficada de quejas.

Manifiesto. Mucho dispuesto, todo expuesto, que se sepa

Lo que sufre el esclavo aunque tenga

Cara de otra cosa.

Y los pálidos naturales se sintieron superiores

Porque les chuparon la sangre hasta verlos demacrados

Hasta verlos deshuesados.

Sin temor, el reclamo plantado ante la horca.

La mortaja escrita con la impronta del agravio

Asomando por los bordes de los pespuntes.

Una sábana también es manifiesto, porque las ideas

Manchas de sangre, cuando la traición aparece

El abyecto delator / El envidioso vecino

Corta los cuernos de los dragones utilizados

Los hace vuelo del rumor alevoso

Que llegue a los togados, que los jueces de negro

Arrojen la sal a los ojos

Pues la mirada es también delincuencia.

Abogados leyendo legajos,

Médicos palpando latidos, / Maestros deletreando alfabetos,

Militares y calculadores, / Una autoridad que dice No

Y amenaza con las cárceles.

Pero nadie sabe que muchas veces con un Manifiesto

Se abre el mamotreto de la historia de los pueblos.

Fuente: LA PATRIA
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