El tema de las razas y racismo tiene que ver profundamente con la evolución de la Humanidad desde la salida de África de los primeros grupos migrantes de “homo sapiens”, cuando todos los primeros seres humanos eran casi iguales en su aspecto exterior y en su mentalidad. Solamente a partir de distintas condiciones climáticas y de vida, de diferentes contextos geográficos y alimentarios, se fueron creando distinciones que dieron lugar al surgimiento de etnias y razas en todo el planeta Tierra, procesos que duraron miles y miles de años.
El concepto de raza de acuerdo al Diccionario Enciclopédico de la Editorial Santillana de España dice: “Cada uno de los grandes grupos en que se divide la especie humana en función de determinados caracteres externos, como el color de la piel, la talla, los rasgos faciales, el cabello, la conformación física, etc., así como cada una de las subdivisiones establecidas dentro de ellos”. Y el de racismo, de acuerdo a la misma fuente, afirma: “Sentimiento de desprecio o rechazo hacia los individuos de razas diferentes a la propia. Doctrina que sostiene la superioridad de la propia raza sobre las demás, tanto en el aspecto antropológico, como político, social, intelectual, etc.”.
La discriminación racial es un concepto que suele identificarse con el de racismo y que lo abarca, aunque se trata de conceptos que no coinciden exactamente. Mientras que el racismo es una ideología basada en la superioridad de unas razas o etnias sobre otras, la discriminación racial es un acto que, aunque suele estar fundado en una ideología racista, no siempre lo está.
Se puede decir que el racismo existe desde el mismo reencuentro de diversos grupos humanos que, habiendo sido parecidos en principio, evolucionaron en distintas condiciones de vida durante miles de años hasta hacerse diferentes pero solamente en el aspecto externo, ya que la estructura genética se conservó muy similar, al igual que la capacidad del cerebro de pensar y transformar el medio. Pero, las mayores variaciones se produjeron en el campo de la cultura y del desarrollo de civilizaciones a partir del surgimiento de la propiedad privada y la división de la sociedad en clases y grupos sociales.
Y el MAS se aprovechó, bien instruido por pensadores europeos neocoloniales, de las diferencias culturales entre los pueblos de Bolivia para recrear artificialmente 36 nacionalidades a partir de los residuos de vertientes étnicas, en pleno proceso de construcción de la nación boliviana, cuya feliz conclusión hubiera permitido acabar eficazmente con el racismo.
El racismo no existe “per se”, se apoya fundamentalmente en las desigualdades económicas y sociales, en las diferencias de modo de vida, y su extirpación pasa por la solución de estos problemas, cosa nada fácil. Es ingenuo pensar que por la imposición de una ley que privilegia la represión será posible disminuir esta lacra, sin considerar que disminuyendo el descontento social y educando a la gente se puede lograr mayores éxitos. Al castigar por insultos supuestamente racistas, que son parte de nuestra idiosincrasia y una forma de expulsión de la rabia recreada en el estrés de una sociedad injusta, se está invitando al enfrentamiento físico, porque el golpear al prójimo solamente se constituye en una contravención y el insultarlo llevaría a castigos peores.
Mejor haría el actual gobierno si dejara de difundir propaganda con contenidos racistas y palabras soeces por los medios audiovisuales a todas horas, asustando a menores de edad que necesariamente ven televisión. El primero en ser enjuiciado debería ser el vocero del Presidente Evo Morales Ayma, el periodista Canelas, pero como forma parte del MAS, entonces muy difícilmente será castigado, ya que se aplica la Ley del Embudo, angosta para los masistas y ancha para los opositores al régimen.
El mayor peligro de la “Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación” radica en su manifiesta ambigüedad que invita abiertamente a malinterpretarla con fines políticos y, por lo visto, lo único que hará esta norma tan criticada por la opinión pública es ocultar el odio racial en los vericuetos de la mente de las personas y, peor todavía, agudizarlo hasta extremos peligrosos. Al final, el racismo, practicado abiertamente en el pasado por la clase alta y parte de la clase media pudiente ya estaba desapareciendo, lenta pero consistentemente. Sin embargo, al despertar al gigante dormido, acentuando su revanchismo histórico, se ha generado el racismo de vuelta, multiplicando a su vez el de ida. Se hace evidente la verdad de que cuando gobierna gente que desconoce la propia historia o la tergiversa con mala intención, entonces se arman escenarios de conflicto que pueden llevar a guerras fratricidas.
(*) Politólogo
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