Dicen que la historia se repite cíclicamente; al parecer, esa opinión está acertada. Sin embargo, lo bueno sería que esa historia esté referida a actitudes positivas. Lamentablemente, por esas cosas de la vida, las que logran preeminencia son aquellas que hubiéramos preferido que se queden en un rincón oculto del olvido, para que no vuelvan a repetirse.
La ya famosa “Ley Contra el Racismo y Cualquier Tipo de Discriminación”, no sólo tiene dos artículos que, a no dudarlo, darán lugar a que se apliquen severos castigos a periodistas y Medios que se atrevan a emitir una opinión que, para el gobierno, sea considerada de corte racista y discriminadora. La ley va más allá, y por lo dicho por el Viceministro de Descolonización, se repetirá la negra historia escrita por Goebbels, el Ministro de Propaganda de Hitler, quien ordenó se quemen los escritos de autores judíos; los miles de libros quemados, en Chile, por el dictador Pinochet. O La quema de libros en la China de Qin Shi Huang en el año 212 a. C.
Coincidente con esas historias, ahora resulta que dos de los clásicos de la literatura boliviana: “La Niña de sus Ojos” de Antonio Díaz Villamil y “Raza de Bronce” de Alcides Arguedas y “Pueblo Enfermo”, están en la mira del gobierno que los considera racistas. Una autoridad gubernamental, el Vice Ministerio de Descolonización, critica algunas novelas bolivianas que, en su concepto, tienen corte racista, y no descarta la intención de erradicarlas de la malla curricular de los colegios. Así, de un solo plumazo intentará hacer desaparecer esas novelas, orgullo de la literatura nacional y que fueron escritas el siglo pasado para figurar entre los principales títulos de la literatura universal.
El fanatismo, y el miedo a que la literatura sea utilizada para destruir propósitos hegemónicos, ha sido siempre una historia recurrente a través de los tiempos. Ojalá que esos propósitos que tiene programados el actual gobierno, no signifiquen un atentado más al derecho que tenemos todos, como el de elegir nuestras lecturas, opinar o simplemente pensar. Habría que recordar al polémico funcionario gubernamental, que las ideas no pueden ser encarceladas, ni menos amedrentadas con una actitud de barbarie, como es la de prohibir la lectura que, en resumen, es lo mismo que ordenar quemar libros.
El miedo a las letras, vengan éstas en libros o en diarios, se convierte en terror para quienes, en el fondo, saben que las dictaduras tienen corta vida, justamente por la fuerza de las ideas que nacen de la lectura, de la libertad de opinión y expresión. Que dejen en paz a la “niña” de Díaz Villamil; así sea, simplemente por ser niña; evitando así, convertirnos en un “Pueblo Enfermo”, carente de libertad.
Por los menos…esa es mi opinión.
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