El hombre se baña en la sangre de los animales Un delito colectivo de dimensiones cósmicas
20 oct 2010
Por: Maximiliano Corradi
Como sucede desde hace más de 30 años, cada mes de Octubre se conmemora El Día mundial de los Animales, una celebración que defiende la consideración de que todo animal posee derechos y que el desconocimiento y desprecio de dichos derechos han conducido al hombre a cometer crímenes contra la naturaleza y los animales. En 1977 se proclamó la Declaración Universal de los Derechos de los animales que más tarde aprobaron la ONU y la Unesco, algo que tendría que haber traído un cambio al respecto, aunque lo cierto es que no ha cambiado nada.
Los animales que son las víctimas de la industria moderna de la carne llevan una existencia miserable en oscuros establos de crianza en masa, en espacios estrechísimos. Por miedo y agresión se mutilan mutuamente. Los cerdos se muerden unos a otros, las aves se sacan las plumas unas a otras y se picotean hasta sangrar; las gallinas ponedoras vegetan en jaulas del tamaño de un folio. A los animales se les exigen condiciones de vida que los hacen realmente enloquecer, lo que demanda la aplicación constante de psicofármacos y antibióticos. Un tercio de las víctimas enferma de todos modos y muere ya en el corral.
Después de la tortura en los establos de crianza sigue el doloroso camino a los mataderos: Vacunos, ovejas, caballos, cerdos, aves, todos amontonados, sedientos, mortalmente agotados, gravemente heridos, moribundos o ya muertos en camiones y barcos. Durante el transporte, la mercancía viviente es torturada sin misericordia por el calor y la sed, por el frío y el hambre, por el miedo del entorno desacostumbrado, por bastonazos y shocks eléctricos. El que ya no se puede sostener en pie es arrojado por la borda de los barcos. Muchos animales llegan al lugar de destino con los huesos quebrados, con heridas y hematomas.
En el matadero está esperando luego el martirio final. A las aves se las cuelga de las patas cabeza abajo en cintas corredoras y se las pasa por un baño de agua cargado con electricidad, para aturdirlas antes de matarlas. A los vacunos y cerdos se les tiene que aturdir con tenazas eléctricas o dióxido de carbono. A menudo esto fracasa y son degollados y desangrados aún conscientes. Un miedo indescriptible se apodera de las víctimas, cuando son empujadas a través de estrechos corredores, para ser narcotizadas y sacrificadas. Se detienen y gritan, pero son empujadas por las que vienen atrás, que también son atizadas a seguir adelante. Una nueva algarabía se produce al llegar a la estación de anestesia por lo que los matarifes han de llevar protectores para los oídos.
A los animales que no comemos, los sometemos a torturas especiales en los laboratorios. Se les enferma para probar medicamentos; se opera, trasplanta y amputa, se inyecta veneno o se atraviesan sus cráneos y cerebros con varillas metálicas. Por medio de tales torturas se retuercen sufriendo calambres durante horas y días. Anualmente se exterminan 300 millones de animales en todo el mundo por medio de experimentos.
Y para no dejar de lado ningún aspecto de la vida animal, sólo en Europa hay más de 7 millones de cazadores, por lo que millones de animales que viven en libertad en los bosques y campos, son asesinados con trampas o con disparos que los traspasan dolorosamente haciéndoles sufrir terriblemente durante horas.
El hombre se baña en la sangre de sus congéneres animales para saciar su apetito por la carne, y en la caza su deseo de matar. A la mayoría de las personas esto les parece algo natural, pues piensan que los animales están aquí para que los matemos y los comamos. Así lo quiere la tradición, que nos impide reconocer cuán monstruoso es el régimen de terror que el hombre ejerce en esta Tierra sobre nuestros parientes, los animales quienes sienten alegría y dolor. Si no hubiésemos adormecido nuestra conciencia, notaríamos que se trata de un delito colectivo de dimensiones cósmicas, que no quedará sin consecuencias para el desarrollo de la humanidad, si ésta no se aparta de ello.
(*) Vida Universal, info@universelles-leben.org, www.fundacion-gabriele.org/es
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