La vida democrática en cualquier país del mundo es siempre vivir en libertad plena y más aún si los derechos fundamentales de las personas no son objeto de control, censura o condicionamiento, así sea en la mejor de las dictaduras o régimen totalitario que pretende imponer e impostar sus decisiones a título de asumir defensa por la democracia.
En Bolivia han transcurrido 28 años desde el retorno a la vida democrática aquel 10 de octubre de 1982 que asumió a la Presidencia de la República el líder nacionalista revolucionario Hernán Siles Zuazo, cuando el pueblo eligió en las urnas al candidato de Unidad Democrática y Popular (UDP) como primer mandatario, quien luego asumió el mando de la nación en el histórico campo de “María Barzola” en la región minera de Catavi, en el Norte de Potosí.
La lucha por defender la democracia fue ardua, dura y tenaz durante los gobiernos de facto y autoritarios, siendo el más largo el septenio de Hugo Banzer Suárez para luego enfrentar la dictadura de Luis García Meza y otros, al extremo que la población tenía que “andar con el testamento bajo el brazo”, como advertencia del entonces Ministro de Gobierno, Luis Arce Gómez, quien ahora purga sus delitos en el Penal de Chonchocoro, junto a ex dictador García Meza.
La democracia así resulta ser el instrumento por excelencia de la convivencia pacífica, a partir de sus tres pilares que son la libre expresión, libertad de información y la libertad de prensa, al que tiene derecho el pueblo para exponer libremente sus ideas y recibir de forma oportuna y con veracidad la información a través de los medios de comunicación social.
La defensa intransigente de estos derechos para preservar la vida democrática desde siempre ha sido la principal función de los periodistas, quienes enfrentaron a los gobiernos autoritarios y hasta fueron exiliados, encarcelados y amedrentados de forma permanente por denunciar los abusos y excesos de los regímenes de facto.
Tampoco podemos olvidar la histórica huelga de hambre de las valerosas mujeres mineras que permite ahora disfrutar esta democracia, porque fueron las palliris y los periodistas quienes recataron las libertades ciudadanas para que hoy en día otros tengan el gasto y el usufructo de estos derechos, incluso llegando al extremo de ejercer un control autoritario y déspota para imponer una autoridad que no goza de legitimidad por sus arbitrariedades.
Cuando se habla de libertades y derechos a los políticos se les llena la boca de democracia, pero cuando ejercen como autoridad se olvidan de esos derechos y libertades, sometiendo al pueblo y sus instituciones, muchas veces por el mero fin de impostar la autoridad que dicen poseer para su beneficio personal y lo que es más para embriagarse de poder y asumir actitudes contrarias a la propia Constitución, las leyes y hasta desconocer fundamentales derechos.
La democracia sin libertad de expresión no es tal y el derecho a expresar libremente las ideas no puede ser condicionado y estar sujeto al criterio de las autoridades que ahora disfrutan de un poder efímero y pasajero, haciéndole el gasto a nuestra democracia.
Este 11 de octubre que se recuerda el Día Internacional de la Mujer es importante acordarnos de la senadora que proyectó la ley y consiguió su aprobación y promulgación, me refiero a la abogada y profesora Clara Torrico Medina, inclaudicable militante del Partido Comunista de Bolivia desde la juventud comunista y líder irrebatible que supo enfrentar desde la cárcel a la dictadura del banzerismo y luego a otros regímenes totalitarios, con la convicción férrea en la defensa de los derechos y libertades ciudadanas.
Mujeres valerosas como Clara Torrico, son seres que prefieren el anonimato pese haber contribuido de manera decidida en el rescate de las libertades y derechos constitucionales, sin asumir actitudes de revancha ni ejercer un poder que resulta ser usufructo de los advenedizos que nunca lucharon por preservar la democracia, sino que incluso realizaron marchas y protestas por defender sólo sus derechos individuales.
La democracia es el principal ingrediente de una vida democrática y como tal debe ser preservada y sus custodios somos los periodistas con la defensa intransigente de la libertad de expresión y la libertad de información, derechos que le asignan a la libertad de prensa el ingrediente principal de vivir en libertad.
En este país nadie puede ufanarse que defendió la vida democrática solo, sino a través de la prensa que convirtieron en trincheras a los medios de comunicación para tener los instrumentos de liberación para el rescate de los derechos y libertades que permite ahora disfrutar a las autoridades de una auténtica democracia, que sin embargo, puede ser frágil si no se respetan justamente esos derechos y libertades ciudadanas.
Para vivir en democracia las autoridades tienen la obligación de respetar los derechos y libertades consagrados en la Constitución Política del Estado y al mismo tiempo actuar con humildad despojándose de la soberbia que es mala consejera y hasta traicionera, porque nadie que tenga una actitud arbitraria y abusiva puede actuar en sano juicio.
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